Richard Cipolla era sacerdote episcopaliano (anglicanos de EEUU) y estaba casado cuando se hizo católico. En 1984, acogiéndose a la "Pastoral Provision", una norma especial de Juan Pablo II para clérigos llegados a la Iglesia Católica desde el episcopalianismo, fue ordenado sacerdote. Durante 28 años ha servido a la Iglesia Católica, apoyado por su esposa y sus dos hijos.
"Ella nunca ha entendido que su papel sea otro que el de apoyarme como sacerdote y amar a la Iglesia a la que sirvo y de la que es miembro. Los dos hemos sabido siempre que mi sacerdocio es una excepción y que ella es parte de esa excepción", afirmaba recientemente en una carta al New York Times.
Este sacerdote tiene varios consejos para los clérigos de origen anglicano y episcopaliano, muchos de ellos casados y con hijos, que se van a integrar en la Iglesia Católica a través del Ordinariato anglocatólico de EEUU, una estructura en la que se mantendrán muchas tradiciones anglicanas.
"Los nuevos sacerdotes deben estar preparados para la lucha espiritual que supone ser un sacerdote casado en la Iglesia Católica", previene. "Es difícil para los hijos de los sacerdotes escuchar a todos llamar ´padre´ a su padre. Una de las cosas que lamento es no haber podido ser un padre normal que acudía a funciones escolares y eventos deportivos", escribe en un reciente artículo en el Wall Street Journal.
“El sacerdocio vivido en el matrimonio no ahorra el sacrificio propio del ministerio. Ese holocausto no viene del voto de celibato, sino de aquello a lo que renuncias como padre y marido por amor a la Iglesia de Cristo. El sacrificio se encuentra no sólo en el centro de la vida sacerdotal, sino de la vida de todo católico. ¿Cómo podría ser de otra manera, cuando el símbolo principal del amor de Dios es la Cruz de Cristo?", añade.
"A pesar de mi situación, que es similar a la de otros clérigos casados que han pasado a formar parte de la Iglesia Católica desde los años 80, soy un firme defensor del celibato sacerdotal. No me baso en los concilios o los Papas, sino en la persona de Cristo. El corazón del sacerdocio católico es el sacrificio, y el celibato, imitando a Cristo, libera al sacerdote para que pueda ofrecerse por completo a la Iglesia y a su rebaño", afirma.
Eso no significa que no haya peligros en la vida sacerdotal célibe tal como se vive hoy en muchos casos: "La ausencia de una profunda amistad espiritual entre sacerdotes; el mundo irreal en que viven, al menos para una familia típica americana; la carrera como objetivo, el venenoso fruto proveniente de la burocracia interna.... todo esto va en contra de la libertad que el celibato proporciona al sacerdote para que sirva a su gente".
Por eso, afirma que "es muy necesaria una reforma del sacerdocio. La respuesta no está en que los sacerdotes puedan casarse. La respuesta está en sacerdotes que entiendan el sacrificio que se halla en el centro de sus vidas, estén casados o no".
Richard Cipolla es profesor de Clásicas en la Brunswick School de Greenwich y vicario de la parroquia de St Mary en Norwalk (Connetticut).