La BBC no consigue comprender por qué en los tiempos del #MeToo las mujeres no se reconocen en la causa feminista. Leone Grotti apunta algunas posibles explicaciones en Tempi recordando casos muy recientes:
¿Pero cómo? "Millones de mujeres" marcharon contra Donald Trump en 2017; más de 80 actrices tuvieron el valor de denunciar los abusos sexuales de Harvey Weinstein; medio millón de usuarios compartieron el hashtag #MeToo el día en que se lanzó en Twitter; actrices y estrellas internacionales abrazaron públicamente la batalla por la igualdad entre géneros; movimientos como #everydaysexism se convirtieron en el centro de atención; todo esto y más ha pasado en pocos años ¿y aun así pocas mujeres "se definen feministas"?
El asombro de la BBC
La BBC no consigue entenderlo, y por ello le ha confiado a Christina Scharff, profesora del King’s College de Londres, la realización de un estudio. Según diversos sondeos realizados por YouGov y otros institutos que llevan a cabo encuestas de opinión, sólo el 34% de las mujeres en el Reino Unido se definen feministas. En otros países no va mucho mejor: en Suecia, patria de los derechos de las mujeres, el feminismo atrae al 40% de las mujeres; en Francia, al 33%; al 29% en Noruega; al 22% en Dinamarca; al 17% en Finlandia y en Alemania sólo al 8%.
El hecho es un poco desconcertante, dice Scharff, si se considera que más del 80% de las mujeres sostiene que "hombres y mujeres son iguales"; otras concuerdan en condenar el sexismo, y aun así, cuanto más baja el nivel de instrucción de las personas encuestadas, mayor es la tendencia a rechazar la etiqueta feminista que, sin embargo, "defiende" todas estas causas.
La culpa sería de los viejos estereotipos que "asocian el término 'feminismo' con el odio a los hombres, el ser lesbianas y la falta de femineidad". Pero Scharff no consigue comprender cómo pueden sobrevivir en el siglo XXI semejantes prejuicios. Puesto que los periodistas de la BBC, al igual que tantas investigadoras y docentes universitarias, parecen vivir más en Twitter que en el mundo real, intentaremos recordar algunos atractivos modelos que la causa feminista ha ofrecido a las mujeres occidentales en los últimos años, y algunas soluciones que ha avanzado para corregir la sociedad patriarcal y machista.
Jugar a quemar iglesias
Un grupo famosísimo de feministas glorificado por los medios de comunicación, las Femen, se enorgullece de manifestarse pechos al aire en cada rincón del mundo para denunciar el "patriarcado". Este grupo tiene como líder a una mujer que aceptaría "donaciones incluso de Satanás para difundir el feminismo".
Otros ejemplos de colectivos feministas tranquilos y pacíficos se pueden encontrar en Argentina, donde cada año el 8 de marzo intentan quemar las iglesias del país y juegan a hacer abortar a la Virgen; o también en España, donde las feministas distribuyen cajas de cerillas con el lema: "La única Iglesia que ilumina es la que arde. ¡Contribuye!".
"Curar" a los hombres
En Suecia se ha introducido una ley "para cambiar la mentalidad de cada hombre y cada chico" que impone pedir a la otra parte, mejor si es de forma escrita, el consentimiento explícito para las relaciones sexuales. Sin ello, cualquiera podría ser acusado formalmente de violación. Siempre en Suecia, un profesor de neurofisiología fue investigado, acusado de "antifeminismo", por haber dicho en una clase que, desde el punto de vista biológico, "hombres y mujeres son distintos".
Por quedarnos en este paraíso del feminismo, he aquí otras batallas apoyadas por nuestra heroínas: leyes para cambiar la expresión "mujer embarazada" por "persona embarazada" para no discriminar a los transexuales; jardines de infancia donde para eliminar el "sexismo" se dirigen a los niños con pronombres neutros; cursos para curar a los hombres de su "masculinidad tóxica". Y nos paramos aquí para no discriminar a otros países.
La escritura inclusiva
En Francia se han inventado la "escritura inclusiva" para cambiar las reglas de la gramática y del lenguaje con el fin de garantizar, por fin, "la igualdad entre hombres y mujeres". Una norma de esta nueva lengua prevé descomponer el plural, que utiliza el masculino para designar a aquellos grupos dentro de los cuales hay hombres y mujeres, e introducir después de la raíz de la palabra el sufijo masculino y el femenino separados por un punto a media altura. Es más fácil escribirlo que describirlo: para indicar "los candidatos a la presidencia de la República" se tiene que escribir "los candidat·os·as". Lo mismo se ha propuesto también en España.
Siempre en Francia, una defensora del feminismo, Titiou Lecoq, se jactó de no haber llevado a su hijo durante días al otorrinolaringólogo porque "tenía que ocuparse del niño su compañero". El niño acabó con un tímpano perforado pero, en compensación, "él [el compañero] ahora lo ha entendido".
#MeToo, sujetadores y juguetes sexuales
En Italia, el periódico Repubblica le hace publicidad a la causa feminista hablando de sujetadores sin aro, que tal vez gustarán menos a los hombres, pero también "la perspectiva con la que se mira a un producto como la ropa interior femenina es hija de una conciencia distinta, por parte de las mujeres, del propio modo de ocupar un espacio en la sociedad". Culturalmente relevante también es la campaña feminista a favor de los juguetes sexuales.
No hablamos del #MeToo, que ha erigido en sistema en todo Occidente la ley primum sputtanare, deinde verificare [primero putear, después verificar]. ¿Cuántos hombres han sido acusados de acoso, han perdido trabajo y familia y, después, cuando los documentos han pasado de Twitter a un tribunal real, han sido absueltos de toda acusación? Como ha sugerido Alain Finkielkraut, el objetivo de la hiperbólica campaña social sobre el acoso es "la desaparición del hombre".
Hombres no, musulmanes sí
El feminismo también es famoso por usar dos pesos y dos medidas: el hombre siempre es culpable, salvo cuando es de religión islámica. Las Femen no han protestado nunca en una mezquita; cuando las mujeres francesas del barrio Chapelle-Pajol de París han denunciado que "los hombres nos insultan si llevamos falda, ya no podemos salir de casa", la ultra-feminista Marlène Schiappa, ministra de igualdad de género, la misma que patrocinó la escritura inclusiva, se calló porque los hombres en cuestión eran inmigrantes y musulmanes. El emblema de estas equivocaciones es el silencio sobre los sucesos de Nochevieja en Colonia.
Numerosas feministas callaron sin rubor ante los asaltos a mujeres en Colonia en el Año Viejo de 2015. Los asaltantes eran musulmanes. Foto: Marius Becker / DPA
El feminismo serio
Se podrían citar otros miles de ejemplos (¿os dice algo Laura Boldrini?), pero es mejor detenerse aquí. Nos encanta que la BBC se haya zambullido en el mundo real a través de los sondeos. Lo que falta en el análisis de Scharff, y de otras muchas docentes, es que el feminismo ha tenido, y sigue teniendo, un papel importante y grandes pensadoras que han sabido reflexionar a fondo sobre el tema de la diferencia sexual: Luisa Muraro, Marina Terragni, Sylviane Agacinski, sólo por citar algunos nombres.
Bérénice Levet, profesora y especialista en el pensamiento de Hannah Arendt, es una de las pensadoras francesas más críticas con las pretensiones del feminismo actual.
No obstante, demasiado a menudo sus reflexiones se ven oscurecidas por quien ha reducido el feminismo al circo hipócrita y a la superficialidad denunciados en un magistral artículo para Tempi de la filósofa francesa Bérénice Levet: "El feminismo es una ideología que ve la relación entre hombre y mujer como una relación de fuerza y de poder, donde el hombre representa al depredador y la mujer a su presa. Pero no es así, y es nuestra experiencia quien nos lo dice. (…) El movimiento #MeToo me asombra, pero el discurso victimista, con mayor razón si quien lo transmite son grandes actrices americanas y mujeres que ocupan puestos destacados, no engaña a nadie (…) porque la esencia de una mujer no es para nada la de ser una víctima, y la historia de las mujeres no se puede reducir a esto (…). El feminismo es una escuela de estulticia, reduce las obras de nuestro patrimonio literario, figurativo, musical a su estrechez de miras".
Traducido por Elena Faccia Serrano.