El 6 de diciembre pasado, el presidente Barack Obama publicó el memorandum titulado International Initiatives to Advance the Human Rights of Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Persons, en el que ordena usar los fondos que otorga el gobierno a la ayuda internacional, para promover el estilo de vida de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGTB) en el extranjero.
El memorándum instruye a las agencias federales para mejorar la protección de los LGBT que solicitan asilo y para fortalecer la oposición a la criminalización de la condición de LGBT. Se ordena al Departamento de Estado, a la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y a otras oficinas del gobierno utilizar la ayuda externa como un mecanismo para “fomentar el respeto a los derechos humanos de las personas LGBT”.
“La lucha para acabar con la discriminación contra las personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales es un desafío global, y es fundamental en el compromiso de Estados Unidos para promover los derechos humanos”, dice el memorandum.
En el documento, Obama establece el Global Equality Fund (Fondo para la Igualdad Global) para promover, entre otras cosas, campañas contra las legislaciones que defienden el matrimonio como la unión de un hombre con una mujer.
El mismo día, en Ginebra, la Secretario de Estado Hillary Clinton, durante la celebración de un nuevo aniversario de la Declaración de Derechos Humanos, anunció la creación del Fondo y dio a conocer las acciones internacionales impulsadas por el gobierno de Estados Unidos para imponer el reconocimiento social y jurídico de la homosexualidad, implantando en el mundo el estilo de vida gay, entre ellas, por ejemplo, la financiación de las actividades blasfemas de Lady Gaga.
Para Hillary Clinton, citar los valores religiosos o culturales para no “proteger los derechos humanos de los ciudadanos LGBT”, es lo mismo que ampararse en ellos para justificar “las prácticas violentas hacia las mujeres como los asesinatos por honor, la quema de las viudas, o la mutilación genital femenina”, e instó a cambiar las leyes llamadas homofóbicas: “el progreso se deriva de cambios en las leyes”.
Demagógicamente la Secretario de Estado hizo referencia a casos extremos de asesinatos y otras violencias injustas contra los homosexuales, sin mencionar que lo que se pretende es implantar la noción de “normalidad” de la tendencia y el ejercicio de la homosexualidad; desvirtuar la esencia del matrimonio como institución basada en la unión de un hombre con una mujer; pervertir a niños y jóvenes inculcándoles la supuesta libertad de elegir su orientación sexual e identidad de género.
Clinton llamó a cambiar -por evolución- el contenido doctrinal de las religiones en nombre de la comprensión, la tolerancia, la igualdad y la justicia.
Como consecuencia de la llamada “discriminación por orientación sexual e identidad de género” y de la “homofobia y transfobia”, califican de homofóbica y discriminatoria toda opinión en desacuerdo con el estilo de vida homosexual.
Atentan contra la libertad religiosa, por ejemplo, oponiéndose a la predicación de la doctrina cristiana. En base a esos conceptos se arremete contra la libertad de los padres a educar a sus hijos y se desconoce la libertad de las instituciones de enseñanza, por sólo dar unos pocos botones de muestra. Ahora se le suma la aplicación de la legislación internacional sobre derechos humanos a todo lo que se les antoje como trato violento o discriminatorio.
¿Serán pasibles de ser juzgados por la Corte Penal Internacional los padres de familia que se opongan a que sus hijos sean educados en la “normalidad” de la homosexualidad o las autoridades religiosas que prediquen la intrínseca maldad moral de la sodomía? Es muy distinto terminar con la injusta violencia a, por ejemplo, exigir libertad de acción, incluida la perversión de menores, o reclamar el “cupo gay” dentro del cuerpo de profesores de colegios y universidades. El lobby gay parece decir: “quien no apoya nuestro estilo de vida y todas nuestras pretensiones, está a favor de que se nos condene a muerte”.