Algo está cambiando en Europa en torno a la llamadas "terapias de afirmación" transgénero, aquellas cuyo tratamiento ante la disforia es únicamente el de la transición de género, en lugar de abordar los traumas o dolencias causantes.
No hace ni un mes que el Servicio Nacional de Salud británico -NHS, por sus siglas en inglés- confirmaba el comienzo de la restricción en la medicación suministrada a menores en los tratamientos transgénero.
El origen de esta histórica decisión se encuentra en el icónico Informe Cass, -dirigido por la expresidenta del Real Colegio de Pediatría Hilary Cass- que desveló cómo el Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género británico habría obligado a miles de jóvenes y adolescentes a emprender "un camino tortuoso e innecesario, permanente y que les cambiaría la vida [...] un modelo de tratamiento que les expone a un riesgo considerable de angustia mental y que no es ni una opción segura ni viable a largo plazo".
Tras poner de relieve la ausencia de garantías que justifiquen los beneficios de estos tratamientos para los pacientes, así como su falta de seguridad y la preocupación que suscita en torno a los daños a largo plazo, el informe logró la paralización de los tratamientos en Inglaterra, convirtiéndose en el cuarto país europeo en tomar esta decisión.
Los antecedentes nórdicos contra los bloqueadores
Uno de los pioneros a la hora de enfrentar los traramientos de afirmación transgénero fue Finlandia, que en 2020 ya decretó que la psicoterapia y no los bloqueadores de la pubertad o el uso de hormonas cruzadas debían ser los tratamientos principales en el abordaje terapéutico. Asimismo, las autoridades finlandesas priorizaban la necesidad de elaborar un diagnóstico previo que corroborase que no se dan trastornos o afecciones mentales antes de comenzar el procedimiento médico.
En febrero de 2023, Suecia hacía lo propio a través de su responsable sanitario, Thomas Linden, al reconocer que "el incierto estado de conocimiento en la materia (de los tratamientos de cambio de sexo) incita a la prudencia". Así, Suecia pasó de pionero a detractor en los tratamientos transgéneroo, cuando el déficit de atención, autismo, problemas de alimentación, suicidios y un sin fin de desordenes y efectos asociados a este tipo de tratamientos fueron definitivamente abordados por las autoridades renunciando frente a la afirmación.
En junio de 2023 Noruega se incorporaba a la corriente opositora a los tratamientos experimentales transgénero a través del llamado de la Junta de Investigación de Atención Médica a revisar sus pautas al respecto. El motivo principal fue nuevamente la ausencia de evidencia científica, que llevó a decretar que dichos tratamientos fuesen "relegados al ámbito experimental". "La base de conocimiento, especialmente el basado en la investigación para el tratamiento de afirmación de género (hormonal y quirúrgico), es deficiente y los efectos a largo plazo son poco conocidos. Esto es particularmente cierto para la población adolescente donde tampoco se conoce la estabilidad de su incongruencia de género", argumenta el informe de la agencia.
Hilary Cass es la responsable de elaborar el informe de casos de mala praxis en Tavistock que le llevaron a cerrar sus puertas.
Declaración conjunta de los psiquiatras europeos
En los últimos días, la Sociedad Europea de Psiquiatría Infantil y Adolescente (ESCAP) ha publicado una declaración conjunta con firmas de la talla de la psiquiatra Sofie Crommen, Maja Drobnič Radobuljac, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Liubliana (Eslovenia), o la investigadora y Psiquiatra jefe del Hospital Universitario de Tampere (Finlandia), Riittakerttu Kaltiala, entre otros.
En su declaración, su mismo título hace referencia a la "necesidad urgente de salvarguardar las normas" en los tratamientos de pacientes con disforia: en este sentido, los investigadores remarcan que, aunque en el papel la disforia de género puede no ser "un trastorno de salud mental" para la Organización Mundial de la Salud, no es raro que la afección misma de a disforia vaya "acompañada de un sufrimiento significativo" y tenga "un impacto psicosocial importante en el individuo y la familia, requiriendo a veces intervenciones médicas y psicosociales".
Sofie Crommen, psiquiatra de niños y adolescentes y terapeuta, una de las firmantes de la declaración.
El documento llama la atención de graves cambios producidos en torno a la disforia de género y que ha llevado a no pocos expertos médicos del ámbito psiquiátrico a considerarlo "una moda".
Según la declaración conjunta de la ESCAP, los primeros servicios especializados de este tipo se dirigían a "un pequeño número de adultos" que eran biológicamente hombres y se definían como mujeres. Ahora, continúa el documento, se asiste a un "aumento sustancial" en las tasas de derivación, conformadas por un perfil totalmente distinto: "La mayoría se refieren a personas post-púberes" de sexo femenino. Es decir, en dos décadas el perfil promedio de la disforia ha pasado de ser masculino y minoritario a femenino, infantil y masivo: según los datos aportados por la clínica Tavistock, clausurada por el citado Informe Cass, el incremento del número de chicas jóvenes derivadas a la unidad de "tratamiento de género" entre 2009 y 2018 pasó de 32 a 1.740, lo que supone un incremento de 5337%.
En su declaración, la Sociedad Europea de Psiquiatría Infantil y Adolescente continúa argumentando que entre esos casos, hay una serie de "condiciones comunes" previas al surgimiento de esa disforia, entre las que destacan autismo, depresión, ansiedad, tendencias suicidas o la experiencia de traumas previos como abuso sexual. Condiciones que, como se denuncia, no siempre son abordadas en los tratamientos transgénero.
Contra los principios bioéticos: de "conejillos de indias" al suicidio
Ante el surgimiento de investigaciones que evidencian las graves consecuencias para la salud de los menores que conllevan el uso de bloqueadores y hormonas cruzadas, los firmantes recuerdan a las autoridades y proveedores de atención médica aplicaciones concretas de los principios generales bioéticos en el tratamiento de menores con disforia.
De este modo, respecto al principio de no maleficiencia, sugieren los daños de "utilizar una intervención experimental con efectos potencialmente irreversibles o consecuencias desconocidas", generalmente ignorados. También recomiendan "considerar la relación beneficios-daños de no proporcionar intervenciones médicas o garantizar un diagnóstico y tratamiento adecuados de los trastornos psiquiátricos coexistentes " siguiendo el principio de beneficiencia y llaman a respetar el principio de autonomía "involucrando a los menores evaluando su capacidad de dar consentimiento" o "adoptar un proceso de consentimiento informado adecuado para decisiones posiblemente irreversibles". Entre otros aspectos desoídos en el estabilshment del cambio de género, los psiquiatras europeos también claman por la necesidad de respetar el principio de justicia garantizando el acceso a la información, evaluación y tratamientos fiables y actualizados.
Más allá de los principios bioéticos, generalmente desoídos como se mostró en la clausurada Tavistock, los firmantes remarcan que las revisiones del National Institute for Health and Care Excellence contemplan resultados perjudiciales tras los tratamientos, como puede ser la depresión, ira, ansiedad, cambio en la densidad osea o suicidio. Unas revisiones que, de buscar la seguridad de los pacientes, "recomiendan extremar la precaución al llevar a cabo estas intervenciones".
Los firmantes y psiquiatras europeos recogen las alertas de revisiones científicas alemanas que recomiendan que niños y adolescentes con disforia "reciban principalmente intervenciones psicoterapéuticas" que, lejos de agravarla, "aborden y reduzcan" su carga.
"Cualquier decisión de utilizar bloqueadores de la pubertad y/u hormonas entre sexos debe tomarse caso por caso. Se debe realizar una evaluación del riesgo-beneficio y, si es posible, dentro de estudios clínicos, se debe realizar un diagnóstico y tratamiento psiquiátrico/psicoterapéutico de los trastornos mentales concomitantes", abunda el documento.
Llamados concretos a los profesionales de la salud
Antes de concluir, los firmantes de la Sociedad Europea de Psiquiatría Infantil y Adolescente dirigen un último llamado a los pfoesionales que trabajan con pacientes de disforia de género a:
– Insistir en continuar un debate profesional abierto sobre la disforia de género en niños y adolescentes e informar abiertamente los resultados de las investigaciones resultantes.
– Insistir en que las intervenciones novedosas y experimentales relacionadas con la disforia de género se diferencien del tratamiento clínico de rutina y se realicen exclusivamente como parte de protocolos de ensayos de investigación.
– Informar y recordar sobre la necesidad de estudios de seguimiento a largo plazo. La ESCAP pide a la UE que cree un marco o registro de estudios que incluya a los pacientes actualmente tratados, a los que no reciben tratamiento y a los que interrumpieron el tratamiento, para comprender mejor los resultados.
– Promover el aprendizaje activo de faltas pasadas en el manejo de niños y adolescentes con disforia de género, para prevenir violaciones de los estándares clínicos, científicos y éticos existentes.
– Insistir en brindar atención explícita a las personas que buscan la detransición o lamentan su transición, para abordar, respetar y comprender sus experiencias, brindar atención y apoyo adecuados y considerar cómo estas narrativas pueden integrarse en la práctica clínica.
– Fomentar un debate profesional abierto, inclusivo y basado en evidencia sobre el desarrollo de estándares para la mejor atención a niños y adolescentes con disforia de género. Dicho debate y cualquier proceso de toma de decisiones deben incluir expertos con experiencia vivida en incongruencia de género con diversos resultados (transición, destransición, resolución sin intervenciones y cualquier otro resultado posible).
– Insistir en que los resultados de la investigación se publiquen únicamente según criterios de calidad y no en función de sus conclusiones.
Los firmantes concluyen el documento no sin antes reiterar las "graves consecuencias a largo plazo de estos tratamientos", remarcando la necesidad de seguimientos a largo plazo que permitan comprender tanto "el curso natural de la disforia sin tratamiento médico" como las consecuencias de la transición. La ESCAP concluye pidiendo a los proveedores de atención médica "que no promuevan tratamientos experimentales e innecesariamente invasivos con efectos psicosociales no probados y, por lo tanto, que se adhieran al principio primum-nil-nocere (primero, no hacer daño)".