La campaña electoral norteamericana por la nominación republicana está teniendo un efecto colateral en forma de polémica sobre la posibilidad de cambiar la orientación homosexual.
Todo comenzó como parte de la campaña contra Michelle Bachman, la candidata más próxima al Tea Party, y que actualmente se sitúa como segunda favorita tras Mitt Romney, e incluso encabeza todas las encuestas para los simbólicos caucus de Iowa, primer test de las primarias.
Su marido, Marcus, psicólogo clínico, ofrece en su consulta terapias para homosexuales que quieren dejar de serlo. Y esto ha desatado las iras del lobby gay.
Pero en cierto modo les ha salido el tiro por la culata, porque está permitiendo dar a conocer sus argumentos a los partidarios de esas terapias.
Por ejemplo, Greg Quinlan, uno de los más activos defensores de los derechos de los ex gays. Preside una organización denominada PFOX (en inglés, Padres y Amigos de Ex-Gays y Gays), y él mismo fue homosexual.
En una reciente carta de apoyo a Bachmann recogida en la web de PFOX, Quinlan hace un repaso de la situación en que se encuentran las personas como él: "Soy ex gay. Y sufro ahora más acoso que cuando lucía con orgullo mi homosexualidad".
¿Y por qué ese acoso ante lo que es una decisión puramente personal? "Porque como la existencia de un único ex gay demuestra que el comportamiento homosexual no es innato ni inmutable, el temor del lobby gay a sus antiguos miembros se traduce en calumnias y ataques dirigidos a impedir a los homosexuales impedir su derecho a la autodeterminación. No pueden soportar que ni un solo homosexual abandone la homosexualidad", explica Quinlan.
Precisamente uno de los objetivos de Quinlan y otros grupos similares es que la condición de ex gay reciba el paraguas de protección legal que reciben otras condiciones sexuales. Y recuerda que ninguna asociación médica prohíbe "el asesoramiento sobre una atracción no deseada por el mismo sexo": "Los homosexuales que no son felices con su condición pueden elegir libremente su tratamiento terapéutico, como cualquier otra persona".
Pero el caso es que se les intenta impedir, en ese sentido Quinlan reclama a Barack Obama "que apoye a quienes quieren cambiar de orientación sexual como apoya a quienes quieren cambiar de sexo".
Más bien es al revés. Durante su campaña presidencial de 2008, estaba prevista la intervención en varios actos de Donnie McClurkin, un cantante negro que le apoyaba para presidente... pero que es un declarado ex gay. En consecuencia, el lobby rosa que rodea al Partido Demócrata eliminó la mayor parte de sus conciertos.
Quinlan denuncia que las campañas de derechos humanos que piden igualdad de derechos para los homosexuales, los niegan a quienes han dejado de serlo. Por ejemplo, han conseguido que el Banco Mundial se niegue a financiar a ONG de ex gays, mientras sí lo hace con las de gays, y distintas organizaciones homosexuales de igualdad de derechos han conseguido que no se incluya a los ex gays en las políticas de no discriminación.
Y el colmo, sostiene Quinlan, es que ni siquiera se permita ofertar terapia a quien la pide, por lo que en su opinión la gran pregunta es: "Si un gay decide que quiere vivir saludablemente como heterosexual, como fue mi caso, ¿tienen los homosexuales derecho a vetar esa decisión?".