A principios del mes de agosto, diversos científicos e investigadores israelíes anunciaron que habían logrado crear embriones de ratón sin usar esperma, óvulos ni útero, en lo que ha sido considerado un avance sin precedentes en el ámbito científico gracias al uso de células madre, con contadas excepciones que alertan de las implicaciones y debates bioéticos.
La investigación liderada por el profesor Jacob Hanna en el Instituto de Ciencias Weizmann (Israel), ha dado lugar a la creación de una nueva compañía, Renewal Bio -el mismo Hanna es uno de sus fundadores- con la misión de crear embriones que produzcan órganos humanos a base de células madre.
Tras presentar los resultados, los fundadores del proyecto pueden explican que "puedes usar un dispositivo especial que fabricamos, un medio especial que permite el crecimiento natural de embriones de ratón utilizando ese mismo sistema. Podemos poner células madre que crecen en un plato por largo tiempo, las ubicamos en estas condiciones y se pueden autoorganizar solo en ocho días en un embrión completo
La finalidad inicial de los mismos será dejar de usar animales en ensayos clínicos, para rejuvenecer el sistema inmunitario de personas mayores o para usarlos para transplantes. De hecho, el mismo Hanna y algunos de sus colegas voluntarios ya han comenzado a usar su propia sangre para crear embriones humanos a partir de sus células. Su objetivo es gestarlos hasta el equivalente a crear embriones humanos a partir de sus propias células madre hasta el equivalente de entre 40 y 50 días de embarazo, que es cuando se forman todos los órganos básicos.
De hecho, pese a que ya se han dado algunos avances como la realización de huesos, cartílagos o incluso partes de órganos mediante técnicas de impresión 3D, el mismo Hanna contempla al embrión como "la mejor bioimpresora 3D", pues "es la mejor máquina para fabricar órganos y tejidos adecuados, pues "el propio embrión es el que mejor lo hace".
La noticia ha suscitado no pocas polémicas antes los posibles debates éticos que surjan a raíz de la fabricación artificial o sintética de la vida. Su fundador ha hablado poco al respecto, pero considera que hay "un modelo posible" para evitarlos, a su juicio: se trata de modificar genéticamente las células iniciales para que el modelo resultante nunca desarrolle ciertos órganos y restringir así su evolución potencial para evitar dilemas éticos.
"Creemos que esto es importante y hemos invertido mucho en ello", dice Hanna, pues es posible realizar cambios genéticos que lleven a "no tener pulmones ni corazón ni cerebro".
Contrario a la buena ética: es usar y tirar seres humanos
La propuesta, sin embargo, contradice los principios bioéticos y biojurídicos más elementales, que la licenciada en Derecho, doctorada en Filosofía e investigadora del CEU Patricia Santos Rodríguez resume a continuación y que deben ser respetados para que un acto sea considerado éticamente lícito:
» En concreto, la creación de embriones fuera del útero y sin esperma con fines terapéuticos viola el principio de la primacía de la vida humana presente, sobre ciertos valores en conflicto con ella (económicos, sentimentales, científicos, terapéuticos); en la medida en que se “produce” un embrión, ya hay una vida humana que merece respeto y cuidado; está por encima de otros intereses, aunque sean muy buenos; es un ser humano.
» Manipular estos embriones de laboratorio, producirlos para sanar a otros seres humanos, supondría acabar con su derecho a desarrollarse como los demás seres humanos, violando el principio de continuidad de la vida humana; persona se es siempre, independientemente del desarrollo y la calidad de vida.
» Finalmente, destacaríamos que esta producción de embriones “en serie” con fines terapéuticos, se opone al respeto más básico que cualquier vida humana merece. Hablamos de un respeto de la dignidad personal, por encima de cualquier otro valor o interés. Este respeto a la dignidad humana se hace más necesario en los casos de mayor indefensión y/o vulnerabilidad, como en el caso de este tipo de fabricación de embriones, pues la bioética protege la vida humana presente, su dignidad y su posterior desarrollo y maduración.”