El periódico El Mundo reportaba en una nota del 16 de marzo de 2011 las «bofetadas» que en el carnaval de la ciudad suiza de Basilea se han propinado a la Iglesia católica.
Varios carteles exhibidos en la plaza de la catedral protestante de la ciudad mostraban imágenes hirientes contra el Papa, a propósito del tema de la pederastia. Uno de ellos, por ejemplo «muestra los pies desnudos del Papa bajo una sábana, de la que también sobresalen los de un menor». En otro «aparece el Santo Padre ofreciendo un caramelo a una niña mientras cruza los dedos detrás de la espalda», dice el texto del periódico español.
Las ofensas y vilipendios se extienden al islam y a algunos personajes políticos. Quizá lo que más impresione de esta injusta manipulación del imaginario de algunos suizos es la ofensa contra el Papa pues se le relaciona con actos en los que él nunca participó ni soliviantó. Este acto de intolerancia viene a confirmar lo que el mismo Benedicto XVI manifestó en su discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el pasado lunes 10 de enero de 2011: «Pienso, en primer lugar, en los países que conceden una gran importancia al pluralismo y la tolerancia, pero donde la religión sufre una marginación creciente». Desde luego, esto es presentado como un acto de libertad de expresión. Y justamente éste es el problema.