La lista de nombres parece tomada de los diarios de hace casi treinta años: Gonzalo Puente Ojea, primer embajador de Felipe González ante la Santa Sede, o el cantante Javier Krahe, o la feminista histórica Lidia Falcón. Otros proceden de la Guerra Civil, como el comunista Marcos Ana, condenado por tres asesinatos a pena de muerte, que le fue conmutada por ser menor de edad al cometerlos. Los que suenan más recientes son el histrión y sesentón Leo Bassi, especializado en obras blasfemas, o Beatriz Gimeno, ex presidenta de la Federación Española de Gays y Lesbianas.
Nombres emblemáticos, pues, de la llamada retroprogresía, surgida de entre las losas del tiempo para protestar por la visita de Benedicto XVI a Madrid con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar del 16 al 21 de agosto en la capital de España.
Se reunieron este sábado en el Ateneo de Madrid convocados por la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, que preside Luis Vega, y reclamaron que España pase de ser un Estado aconfesional a ser un Estado laico. «No estamos en contra de que el señor Benedicto, como ciudadano del mundo, venga a España, pero no nos parece de recibo que eso se acabe pagando con dinero de todos en una situación de crisis en la que se reduzca el gasto y se aumenta la edad de jubilación», afirmó Vega, quien también censuró que el Papa critique leyes aprobadas en las Cortes, como la del aborto o el matrimonio homosexual.
La JMJ, que tendrá un presupuesto en torno a los 50 millones de euros, será sufragada en sus dos terceras partes por los asistentes, y el resto por las entidades patrocinadoras privadas y los donativos particulares. Las tres Administraciones contribuirán en especie, esto es, facilitando el desarrollo logístico del acontecimiento, considerado por el Gobierno «de excepcional interés público», pues atraerá más de un millón de jóvenes.