En la mañana del jueves 10 de febrero se le practicó la eutanasia en su casa de Barcelona a Eduardo Goligorsky, traductor, periodista y ensayista de 90 años.

Nacido en Argentina, se afincó en España desde 1976, cuando tenía 45 años. En su juventud en Argentina publicó cuentos y novelas de ciencia ficción e hizo traducciones literarias. En Barcelona fue asesor editorial, traductor y cada vez más reconocido como articulista y columnista de temas culturales y políticos. Desde 2010 colaboraba con Libertad Digital.

Era de ideología liberal, activo en la crítica a los nacionalismos y firme activista pro-eutanasia.

Goligorsky dejó un texto para publicar a su muerte, que ha difundido Libertad Digital.

En él describe con detalle que cinco meses le han bastado para obtener la eutanasia, a pesar de no tener ninguna enfermedad mortal o terminal ni sufrir dolores insoportables. La causa para pedirla la detalla así:

"Inicié hace cinco meses los trámites para acogerme a la Ley de Eutanasia. Así de claro. Sintetizo los motivos, no para inspirar compasión, sino para describir la situación real:
- A los 90 años no me he repuesto, ni me repondré, del golpe que significó la pérdida, hace más de 6 años, de quien fue mi compañera durante 60 años.
- Hace tres años que estoy confinado en mi casa por problemas dolorosos de movilidad y dependo de la ayuda de una abnegada cuidadora.
- He perdido la visión del ojo derecho y está disminuyendo la del izquierdo. Con el consiguiente efecto de angustia para quien concentra su actividad en la lectura y la escritura".

Oligorsky era activista pro-eutanasia desde hace muchos años, como él mismo explica.

"Escribí numerosos artículos periodísticos en La Vanguardia y Libertad Digital pidiendo la promulgación de esta ley cuando todavía era una quimera. Soy socio de la Asociación Derecho a Morir Dignamente desde los tiempos pioneros del pensador Salvador Pániker y firmé ante notario uno de los primeros testamentos vitales que se depositaron en la Seguridad Social", detalla.

Goligorsky ha conseguido que se le practique la eutanasia por razones que millones de personas afrontan de muchas maneras (duelo y soledad en la ancianidad, mejorar la movilidad, afrontar la ceguera).

Sin embargo, protesta -como hace la Asociación Derecho a Morir Dignamente- que con la ley de eutanasia de 2021 hay demasiados obstáculos.

"Es lógico y loable que los protocolos contengan cláusulas que garantizan:
a) que las causas aducidas para solicitar la eutanasia tengan aval médico;
b) que el solicitante está en pleno uso de sus facultades mentales o lo estaba cuando designó un apoderado para que lo sustituyera si las perdía;
c) que el solicitante no actúa bajo presión o coacción de personas interesadas en su defunción".

Cree que esas cláusulas "desmontan los argumentos de quienes denuncian que la eutanasia es 'una coartada para matar viejos'".

Se queja de que "la repetición de solicitudes y cuestionarios a lo largo del tiempo, se transforma en una prolongación legalizada del sufrimiento que la ley prometía interrumpir. Súmese a ello una entrevista psiquiátrica que puede ser intrusiva para personas adultas que, o ya han pasado por ese trance a lo largo de su vida y no desean dedicarle más tiempo en esta emergencia, o han rechazado razonadamente este tipo de tratamientos por considerarlos incompatibles con su forma de pensar".

"En mi caso, lo que necesito y pido no es el diagnóstico y curación de una hipotética enfermedad maníaco depresiva –insisto, a los 90 años– sino ayuda médica para cortar de raíz mis sufrimientos con una muerte digna. Lamentablemente, topé en este trance con un segundo profesional que en lugar de valorar los motivos evidentes de mi solicitud dedicó la mayor parte de la única y breve entrevista a indagar en mi pasado desde la infancia, ciñéndose más a los controvertidos ritos del psicoanálisis que al rigor científico de la psiquiatría. Su veredicto fue negativo, lo cual me obligó a iniciar un trámite de apelación. Y a prolongar mi sufrimiento", añade.

Pero, ante un psicólogo con veredicto negativo, siempre es posible insistir.

"Finalmente, todo el proceso se somete a la aprobación de un tribunal independiente que, en mi caso, acaba de dar su bienvenida aprobación", escribe Goligorsky.

Protesta contra los "trámites a cámara lenta" (en su caso, 5 meses y una sola apelación), "para garantizar la muerte digna de quienes padecen graves dolencias físicas y psíquicas", y reivindica lo que él llama "muerte digna en un lapso humanamente razonable".

Relevancia de un testimonio

Un problema de la eutanasia, en España como en Bélgica y Holanda, es su falta de transparencia: los eutanasiadores la practican asegurando que siguen estrictos protocolos, pero los detalles, casos, circunstancias, difícilmente llegan al público. 

El testimonio de Goligorsky es relevante al mostrar -por sus propias palabras- que se le ha practicado la eutanasia prácticamente por ser anciano con movilidad parcialmente reducida y estar cansado, y por evitar alternativas psicológicas a su deseo de ser eutanasiado.

Todas esas dolencias son retos que afrontan multitud de personas con la ayuda de gerontólogos, familiares, tecnología, acompañantes y recursos anímicos y espirituales.

¿Es un caso de "muchos obstáculos" o más bien un ejemplo de lo contrario, de que casi cualquier anciano puede verse atraído por esta salida que presentan como solución a todo?

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