En verano de 2009, la Iglesia Luterana Evangélica de América (una iglesia liberal, con unos 4,7 millones de fieles) votó a favor de tener clero homosexualmente activo. Se alineaban así con otras iglesias luteranas que en los últimos años han ido aceptando el sexo fuera del matrimonio, el aborto, el clero femenino, etc…
El caso más claro es el de la obispa luterana lesbiana de Estocolmo (la Iglesia oficial del Estado sueco) que suele celebrar los actos religiosos con su pareja, también clériga. Este mismo año se consagraba una obispa lesbiana activa en Los Ángeles, en la Iglesia Episcopaliana (anglicanos liberales de EEUU).
En diciembre de 2009, un grupo de luteranos conservadores se planteó hasta dónde puede llegar la “teología progre” y publicó un artículo en el newsletter de la revista Lutheran Forum (www.alpb.org). En el texto, titulado “Prostitución en el templo: una modesta propuesta”, se demuestra que con la Biblia en la mano, la teología “progre” puede aprobar cualquier cosa.
Con los mismos argumentos con que los teólogos liberales aprueban el clero homosexual se podría aprobar, por ejemplo, el tener prostitutas sagradas en las Iglesias, para servir a Dios con sus cuerpos y sexualidad, como han hecho muchas religiones paganas en la historia. El autor recomienda leer el artículo recordando que donde pone “prostitución” se puede leer “relaciones homosexuales”… o cualquier otra cosa.
Ante todo, hay que analizar los problemas de las iglesias cristianas en Occidente en nuestros días. Peter Speckhard, autor del texto, hace una lista:
- Los jóvenes, especialmente los varones, se alejan de la fe. ¿Cuántos hombres de 28 años hay en nuestra parroquia? Hay que atraerlos.
- Los laicos no usan sus dones. Quizá sí los que tienen más capacidades educativas, de liderazgo, musicales pero otros, “como el Tamborilero del villancico”, no tienen mucho que ofrecer. Sin embargo, ¿acaso Dios no aceptaría recibir lo que puedan entregar?
- Hace falta dinero: para tareas urgentes como “alimentar a los hambrientos y cubrir África de condones”.
- Nos sobra legalismo y moralismo: eso dificulta la libertad del Evangelio.
- Demasiada Biblia. Se usan demasiados “versículos seleccionados” para mantener tradiciones opinables, en vez de “escuchar realmente al Espíritu Santo”.
- Irrelevancia. Las iglesias deben atender las necesidades sociales de hoy, no las de los años 50.
- Adoración anodina. El culto debería ser radical e implicar al “todo” de la persona.
Habrá quien se oponga, pero analicemos las objeciones más comunes a introducir la prostitución sagrada en las iglesias.
- Dirán que la Biblia condena la prostitución sagrada en varios versículos. Pero se refieren a la prostitución sagrada PAGANA, condenada por servir a falsos dioses. Lo que se condena es la idolatría, no el acto físico. Una prostitución santificada, al servicio del Dios Verdadero, es algo nuevo, de lo que los escritores bíblicos no trataron. Buscar en la Biblia algo contra la prostitución sagrada CRISTIANA es una inferencia injustificada.
- Además, no usemos los versículos tan selectivamente. ¿Verdad que no lapidamos a los niños desobedientes ni nos abstenemos de comer cerdo –o de la sodomía, ciertas iglesias- aunque pudiera justificarse con tal o cual versículo? Hay que leer la Biblia a la luz de la libertad en Cristo. Por ejemplo, Dios ordenó a Oseas casarse con una prostituta. Eso es algo para interpretar.
- A Jesús le gustaban las prostitutas. Muchos estudiosos dirían hoy que probablemente se casó con una. Él era radicalmente inclusivo, rompía tabús con las prostitutas. ¿No querría Él que celebremos y afirmemos su prostitución y les demos un espacio para que realicen su llamado verdadero, sirviendo a Dios al servir a los hombres, con todo su ser, sin egoísmo?
- De hecho, hay países luteranos en Escandinavia que han legalizado la prostitución. Los legalismos del mundo no deberían bloquear una prostitución santificada, agradable a Dios, con el apoyo de la iglesia.
- Además, la prostitución no daña a nadie, como seguro que demuestran numerosos estudios. La oportunidad de una mujer de explorar su sexualidad en un ambiente amigable, seguro, de iglesia, evitará experiencias clandestinas, traumáticas, en callejones oscuros. Contará con la confianza mutua de saber que los clientes son hermanos en la fe, buenos cristianos. Habrá altos estándares de higiene, pruebas médicas y protección en un ambiente esterilizado. Lo que habría hecho sirviendo al demonio y a su naturaleza pecadora, lo hará ahora por Dios y los hermanos.
- Ayudará a que muchos hombres no pequen. Seamos realistas: a los solteros de nuestras parroquias les atraen sexualmente las mujeres. Hoy por hoy, sus crueles alternativas son negarse sus necesidades y vivir una mentira, realizar sus deseos de formas secretas y destructivas o abandonar la iglesia porque sus deseos no son reconocidos y afirmados. Con la prostitución sagrada en nuestras iglesias, evitarían los comportamientos peligrosos, aportarían dinero a la comunidad, usarían el don de la sexualidad de una forma agradable a Dios y se sentarían en los bancos concentrándose ya en las cosas espirituales, sin estar distraídos con deseos naturales insatisfechos y frustraciones.
Por lo tanto, no hay objeciones teológicas serias a una prostitución santa, fiel y agradable a Dios. Sólo se oponen tradiciones y morales conservadoras, opinables, morales puritanas. Jesús nunca habló del tema de la prostitución sagrada por amor al Dios Verdadero. ¿Y acaso alguien se salva o se condena por su comportamiento sexual? No, ni tampoco por nuestras interpretaciones de algunos versículos que ni siquiera son de los Evangelios.
Este programa atraería a los hombres jóvenes que tanto escasean en las iglesias. Acabarían los problemas económicos. ¡Podríamos alimentar muchos hambrientos! ¿O queremos que miles de personas mueran de hambre por nuestros escrúpulos puritanos? Además, así combatiríamos la vieja herejía de que el cuerpo es malo. Dios hizo el sexo para nosotros, el sexo no es malo.
Por otra parte, una misma iglesia puede lícitamente albergar varias opiniones sobre este tema, pero eso no debería dividirnos.
Hay tradicionalistas que no se sentirán cómodos teniendo prostitutas sagradas en la parroquia. No es que odien a esas chicas, es que necesitan algo más de tiempo. No hace falta que se ofrezcan ellos mismos. Lo que parece una locura al principio, con años de repetición y mejora se hace aceptable. ¿Acaso a los que estamos a favor de esto se nos debe considerar fuera del cuerpo de Cristo?
“Siempre ha habido prostitutas voluntarias y clientes voluntarios que han sido marginados por la moral sexual tradicional, y ha llegado el momento de que eso acabe”, escribe Speckhard al final de su artículo satírico. “Todos nos beneficiaremos de una iglesia más sana, más inclusiva, más fiel, que perdone más, y más satisfecha, sólo con que nos abramos a la idea de que Dios está haciendo algo nuevo”.