Son piedras sintéticas, no naturales, y por tanto no tienen valor comercial, pero quienes recurren a esta técnica prefieren conservar así el recuerdo de sus muertos, aunque sea pagando cantidades que oscilan en el orden de magnitud de los tres mil euros para los más pequeños.
En las últimas semanas la conversión de cenizas humanas en diamantes ha sido noticia por la rápida expansión que está alcanzando, pensando siempre en cifras relativas a los inicios, en 2004.
Hay dos empresas en el mundo que llevan a cabo este proceso, en Estados Unidos y Suiza, aunque van expandiendo sus delegaciones a medida que aumentan los pedidos.
El proceso químico requiere unos 500 gramos de cenizas, y se basa en el carbono presente en ellas, que en algunos casos se mezcla con grafito. Son precisas temperaturas de hasta 2500 ºC y presiones de hasta 55 gigapascales. El color final, según los técnicos de las compañías fabricantes, depende de la presencia de boro, que varía de unas personas a otras, y el proceso de fabricación ocupa varias semanas.