Se trata del obispo suizo Aurelio Bacciarini (18731935), quien desde 1917 era administrador apostólico de la diócesis de Lugano, en el cantón del Ticino. A mediados de 1931 informó al cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), de que había tenido conocimiento por fuentes muy fiables de que la masonería planeaba la sustitución del católico Niceto Alcalá-Zamora como presidente de la flamante Segunda República. Lo cual sucedería en mayo de 1936 mediante una maniobra anticonstitucional que terminó de deslegitimar el régimen en las semanas previas al estallido de la Guerra Civil.
Cárcel Ortí desgrana en el diario vaticano todas las iniciativas antirreligiosas adoptadas por la República, y explica cómo, tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los candidatos republicanos «se impusieron sobre los monárquicos con violencia y amenazas antes de conocerse los resultados».
Estos datos llegaban al Vaticano también por otras vías, pero el testimonio del obispo suizo tenía un especial valor en la curia romana. Bacciarini era muy apreciado porque su labor como administrador apostólico del Ticino (de mayoría católica) había sido espectacular: impulsó la Acción Católica y logró que en todos los lugares públicos hubiese un crucifijo, al tiempo que en 1926 fundaba un diario católico, el Giornale del Popolo, que se mantiene hoy como una referencia de la Iglesia helvética.
Pero, además, Bacciarini había sido durante años el superior general de los guanellianos, esto es, de los Siervos de la Caridad y de las Hijas de Santa María de la Providencia, congregaciones fundadas por el sacerdote Luigi Guanella (18421915), beatificado por Pablo VI y cuyo decreto de canonización firmó en julio Benedicto XVI.