A sus 43 años, Michael Reinhardt se considera uno de los católicos más jóvenes del seminario en la diócesis de St. Paul-Minneapolis, ya que tan solo han pasado ocho años desde su conversión. Tras una vida criado en las iglesias luteranas, cuenta en Catholic Spirit que abandonó el protestantismo, se inició en la Iglesia Católica, y después de 1000 kilómetros en el Camino de Santiago, escuchó su vocación. Hoy espera ser ordenado sacerdote.
Entre el luteranismo y el baptismo
Reinhardt creció en Rockford, Illinois, donde asistió a una Iglesia luterana hasta que comenzó sus estudios de derecho en Minnesota. Sin conocidos luteranos, el joven estudiante acompañó a un amigo a su iglesia bautista: “No quería unirme a esa comunidad a menos que estuviese más de acuerdo con lo que enseñaban que con lo aprendido como luterano”.
No quería, pero Chesterton le llevó a la fe
Tras leer a San Agustín, John Henry Newman, Chesterton o el padre Richard Newhouse, sintió que “pese a no estar buscando la religión católica, tuvieron un gran impacto en mi fe, me hablaron y han sido fundamentales en mi camino hacia la Iglesia”.
“No quería convertirme, era protestante y no conocía a ningún católico”, cuenta. Sin embargo, a finales de 2011, Reinhardt abandonó el culto bautista y comenzó a ir a la Iglesia Católica, donde pronto completó el Rito de Iniciación Cristiana de Adultos y se bautizó en 2013.
Michael Reinhardt, en los días previos a su ordenación.
1000 kilómetros para ver a Santiago Apóstol
Tras acabar la carrera de derecho se dedicó a la abogacía y trabajaba en derecho de patentes. Aburrido, y de espíritu aventurero, Reinhardt renunció a su trabajo y compró un billete de avión con destino a España para hacer el Camino de Santiago. Comenzó en los Pirineos franceses, y recorrió cerca de 1000 kilómetros hasta llegar a Santiago de Compostela.
En el Camino “conoces gente, tienes mucho tiempo para ti, y pude tomarme tiempo para aprender a escuchar a Dios”.
Aprendió a escuchar la llamada
Su experiencia le permitiría comenzar a escuchar la llamada al sacerdocio entre el invierno y la primavera de 2015. Pensó que sería algo temporal hasta que, cuando solicitó plaza en el seminario, sintió “una poderosa confirmación interior: fue un viaje maravilloso”, confiesa. “No habría podido escuchar mi vocación de no haber hecho el Camino de Santiago”, cuenta.
Pese a que lleva años sin ejercer la abogacía, considera que sus estudios y experiencia le serán de gran utilidad durante el sacerdocio: “Mi experiencia legal será útil; proporciona habilidades para gran parte de lo que significa ser sacerdote, analizar textos y ayudar a otras personas”.
Este 29 de mayo será ordenado sacerdote, y celebrará sus primeras misa el 30 de mayo y el 6 de junio: “A veces bromeo diciendo que me he adentrado en la Iglesia mucho más de lo que esperaba, pero no lo cambiaría”.