Gracias a su incasable labor a través del Projet Ditunga, el sacerdote congoleño Apollinaire Cibaka ha conseguido en pocos años, y en pleno clima de persecución en el que salvó la vida por muy poco, escolarizar a 85.000 niños, crear 67 nuevas escuelas, crear un hospital, 11 centros de promoción de la mujer, enseñar un oficio a 7.000 mujeres, cuidar en estos momentos a 204 huérfanos en 4 orfanatos, proteger a más de 3.000 albinos y construir 4 parroquias que atienden a más de 200.000 personas.
Como reconoce este mismo sacerdote, Congo es uno de los países más ricos en recursos pero, sin embargo, está entre los cinco más pobres según los datos de Naciones Unidas. Por ello, aprovechando los amigos que hizo en España durante sus estudios en la Universidad de Navarra, este religioso ha impulsado todos estos proyectos sabiendo que mucha gente sostiene esta inmensa labor a través de su oración y sus donativos, que se canalizan a través de la Fundación Dilaya.
La media de edad no llega a los 50 años en el Congo
En una entrevista con Religión en Libertad, el padre Cibaka informa que a sus casi 51 años ya supera la esperanza de vida media que se da en su país, lo que muestra de manera muy gráfica las numerosas necesidades materiales que hay en el Congo. Aunque insiste en no olvidar que esta atención social nunca se puede separar de la evangelización, que no es otra cosa que la atención espiritual del alma, fundamental para el posterior desarrollo social.
De este modo, aunque encabeza numerosos proyectos sociales, este sacerdote, que también es formador del seminario diocesano, afirma que “la evangelización es prioritaria” afirmando con seguridad una frase demoledora: “Si queremos salvar y ayudar a África, hay dos cosas: Dios y la escuela”.
Dios, el gran motor del cambio
Por el lado espiritual ha logrado gracias a la ayuda de benefactores españoles construir cuatro parroquias que atienden a 200.000 personas. “Necesitamos hacer más iglesias y así les ayudaremos a vivir mejor. Si descubren a Dios en su vida pueden transformas sus conductas, su vida y la que les rodea”, afirma el padre Cibaka.
Este mismo sacerdote proviene de una familia católica pero que comenzó con sus padres. Sus abuelos practicaban la religión tradicional. “Mi abuelo paterno –señala- tenía 9 esposas. Yo tengo un tío sacerdote y en la ordenación mi abuelo no quiso ser católico porque no quería abandonar a sus nueve esposas, mis nueve abuelas. Pero sí fue bautizado en el quirófano y murió instantes después. Mi abuelo materno tampoco era católico y tenía dos esposas. Pero mis padres se convirtieron al catolicismo”.
Una vocación muy temprana
El propio Apollinaire afirma que recibió la fe de sus padres -“me la han regalado en casa”- y confiesa que su vocación al sacerdocio la sintió prácticamente desde que nació. “Me cuenta mi madre que cuando tenía 3 años dormía la siesta me desperté gritando: ‘¡dejadme, que soy sacerdote!’. Desde entonces no he dejado de desearlo”, agrega.
Sin embargo, la vida sacerdotal no ha sido nada sencilla pues en muchos momentos se ha dado en un ambiente de persecución que él mismo ha sufrido en primera persona. Para entender el por qué de esta situación explica que la Iglesia tiene un papel muy importante en el ámbito social lo que le da una gran credibilidad entre la población, lo que no gusta a los dictadores que han gobernado el país.
El ataque al seminario
De hecho, recuerda como hace apenas dos años “no dudaron en cerrar iglesias, en lanzar bombas lacrimógenas dentro de las iglesias y de incluso matar a los feligreses. En nuestra diócesis hubo domingos en los que cerraron más de 50 misas y no hubo misas”.
Pero lo peor fue el ataque que sufrió el seminario en el que es formador. Un grupo de milicianos tenía pensado asaltar el edificio por la mañana pero los religiosos recibieron un aviso la noche anterior. “Celebramos la Eucaristía pronto y mandamos a los seminaristas fuera. Nos quedamos los formadores y las monjas de administración”, cuenta.
El Ejército les protegió pero horas después sólo dejó una guardia de dos policías armados frente al seminario. “Poco después volvieron 300 milicianos y atacaron el seminario. No se llevaron nada, pero rompieron todo y lo quemaron”, cuenta este sacerdote, que debió huir a la selva entre una lluvia de balas. Nadie resulto herido, y lo que es más milagroso para él, ninguno de los 67 seminaristas abandonó.
Un proyecto que empezó para ayudar a una pequeña comunidad
En medio de todo esta situación de pobreza, analfabetismo y violencia es donde el padre Cibaka realiza su infatigable labor a través del Projet Ditunga, (Proyecto Mi Tierra Querida). La idea original era poder canalizar las ayudas que recibía de amigos españoles destinados a una pequeña comunidad.
Los campos actuación de este gran proyecto son:
- Alimentación
- Enseñanza
- Salud, higiene y nutrición.
- mujer
- niños abandonados y huérfanos.
Lo que empezó siendo la ayuda para una pequeña comunidad pequeña de 3.000 personas pronto tuvo que ampliarse mucho más para que no se generaran conflictos entre tribus y pueblos. Y ahora sirve a una comarca de 1,5 millones de personas.
Lo primero que hizo el padre Apollinaire Cibaka era dar de comer a la gente y ayudarles a que fueran autosuficientes. Se pasó de darles una comida al día a dos. Y la la vez se formó a los agricultores y se les ayudó con tractores y transportes, lo que ha disparado su productividad, y por tanto el bienestar de la zona. Con las ayudas llegadas de España se han creado granjas animales de todo tipo.
De 5.000 a 89.000 niños escolarizados
El segundo campo del Projet Ditunga es la enseñanza, que es el que debe impulsar a África hacia adelante. “Hemos reformado las escuelas y formado a los maestros. Hemos hecho 67 escuelas modernas y hemos pasado de 5.000 niños escolarizados a 89.000 este curso. Parece mucho si miras de dónde se viene, pero queda mucho por hacer”, insiste.
El tercero de los campos de actuación del padre Cibaka es la salud, higiene y nutrición. Este es un aspecto fundamental pues gran parte de las enfermedades que sufren tienen que ver con la falta de higiene. Una cosa tan sencilla como construir decenas de letrinas públicas puede salvar muchas vidas pues de este modo los desechos de los seres humanos no acaban el río, que a falta de agua corriente es de donde beben los habitantes de este lugar.
Además, en pocos meses se inaugurará un hospital, que atenderá principalmente a mujeres, niños y albinos.
Una cadena de emergencia Congo-España
Sobre los niños, este religioso ofrece un dato demoledor: en el Congo los cinco primeros años de vida son los más peligrosos. “Están expuestos a la malaria y otras enfermedades y si no tienes medios te mueres. En este nuevo hospital, con un grupo de jóvenes de Madrid hemos creado una cadena de emergencia. Cuando un niño está enfermo se le atiende gratis y se paga desde España. Pueden ser cinco euros para tratar la malaria, pero aquí un niño muere porque sus padres no tienen cinco euros”.
Importante es también la protección que este sacerdote quiere brindar a los albinos, pues en la zona en la que vive hay muchos de ellos. “Intentamos su rehabilitación social pues tradicionalmente los mataban. Cuando nacía un albino pensaban que era un espíritu que se había equivocado de camino. Le llevaban al río, le hacían unos ritos y tiraban al niño al río. Gracias a la colonización se paró pero no acabó la discriminación a los albinos. Hay superstición y les pueden matar para hacer fetiches. Intentamos protegerles y mandarles a la escuela. Les llevamos al dermatólogo, en mi provincia no hay ninguno y vienen desde España, y una farmacéutica nos dona crema solar”.
La importancia de la educación
El cuarto de los campos de Projet Ditunga es la mujer, pues en el Congo “sigue siendo de segunda categoría”. Recuerda que la tasa de escolarización de la mujer es de tan sólo un 7%. “Todo lo que hagamos para promocionar a la mujer no vale de nada si no va a la escuela. Hemos hecho 11 centros de promoción que parten desde la alfabetización. Hemos recibido desde 2007 a más de 8.000 mujeres, aprenden a leer, escribir y labores.
Por último, el padre Apollinaire gestiona cuatro orfanatos que albergan 204 niños, gracias a los cuales pueden tener educación y comida. A esta labor también se le une la atención social y pastoral de la cárcel, pues básicamente gracias a este proyecto los reclusos pueden comer. “En España una cárcel es un hotel de lujo donde sólo falta la libertad de movimiento. Allí es otra cosa, no hay letrina, no tienes ducha, no tienes comida ni atención médica. La gente muere en la cárcel frecuentemente”.
Cómo ayudar a este sacerdote
Para poder ayudar esta inmensa obra, el religioso afirma que se puede hacer de dos maneras. En un primer lugar rezando por ellos y en segundo a través de un donativo, que en España se coordina desde la Fundación Dilaya.
Esta es la forma de colaborar con ellos:
Fundación Dilaya
Número de cuenta: ES92 0081 5243 4000 0196 1106