Demetrio Albertini fue uno de los futbolistas que formó parte del gran AC Milán de la década de 1990 que dominó el fútbol europeo. En su palmarés tiene tres Champions League y cinco ligas italianas con el equipo milanés, una española con el Barcelona y una Copa de Italia con la Lazio.
Además, este centrocampista fue 79 veces internacional con Italia siendo un referente tanto fuera como dentro del terreno de juego. Y es que como católico convencido tuvo que recriminar a compañeros y rivales las blasfemias que pronunciaban durante los partidos, pues la fe ha sido siempre un elemento fundamental en su vida.
Su experiencia con los pobres de mano de los capuchinos
Casado y con dos hijos, Albertini proviene de una familia católica y tiene un hermano sacerdote del que se siente especialmente orgulloso. En una entrevista en la revista Credere, el exfutbolista de 47 años habla de su experiencia como voluntario en la Opera di San Francesco, una obra de los frailes capuchinos en Milán, que atiende a personas pobres y sin hogar.
Para Albertini “ser cristiano es una forma de vida, una elección diaria de adaptar nuestra vida al Evangelio y entregarse a los demás”. Y es que según confiesa, “siempre he tratado de entregarme, tanto en mis relación con otras personas como en el campo. La fe me ha enseñado a compartir, a ser todos iguales. Jesús se rebajó para convertirse en hombre: así también para mí el clasismo no existe, no importa la pertenencia social, sólo miro a la gente”.
Cómo poder mejorar el mundo del fútbol desde la fe
En su opinión, “el fútbol ha sido un campo de entrenamiento para la vida. Cada persona es diferente y el vestuario enseña sobre convivencia, inclusión y adaptación. Comprendes que no sólo debes mirar los aspectos negativos, sino también ver el bien de la gente: hay que destacar las cualidades de cada uno”.
El mundo del fútbol al más alto nivel en muchas ocasiones no es un ejemplo para los niños. Albertini ha conocido esto desde dentro y asegura que ha aprendido que “todo es contagioso, tanto en el fútbol como en la vida”. Explica que “el vestuario se compone de elementos positivos, negativos e inciertos. La tendencia es dictada por lo incierto, porque son la mayoría. Ellos son los que tienen menos personalidad y siguen a los demás. Por lo tanto, los aspectos positivos deben ser más convincentes que los aspectos negativos. Es una responsabilidad ser positivo, incluso en la sociedad”.
Un elemento esencial para haber llegado a estas conclusiones es el papel de su familia. El exfutbolista de Milán, Lazio, Barcelona o Atlético de Madrid, entre otros, proviene de un entorno humilde, con un padre albañil. “Nos criaron a mí y a mis dos hermanos con gran sencillez. Nos formaron con un fuerte molde cristiano”.
Su familia y el oratorio sentaron la base de su vida
“Mis padres me enseñaron el coraje de mirar hacia adelante y no hacia atrás. Los años de mi infancia, entre la familia y el oratorio, sentaron la base de mi vida. Si no tienes una base sólida, al primer error todo puede colapsar. Por otro lado (con esta base) algunos cálculos pueden estar equivocados en la construcción de la casa, pero el edificio seguirá en píe”, afirma Albertini, que recuerda que el primer viaje que hizo de niño al extranjero fue a Lourdes, por su Primera Comunión.
Al igual que se puede leer en el testimonio de otros muchos personajes, también para Albertini el papel de su abuela ha sido fundamental para que ahora sea una persona de fe pese a las tentaciones que se dan en un mundo como el del fútbol.
“Fue ella, incluso más que mis padres, quien nos educó en la fe. Su nombre era Serafina, vivía con nosotros y era una trotamundos de los santuarios. Era muy cercana a mí, y murió en mi cumpleaños. Con ella rezamos mucho y fue la arquitecta de la vocación de mi hermano, don Alessio. Estaba feliz de verme feliz, y siempre quiso estar cerca de mí. Incluso siendo ya jugador de fútbol me preguntaba si iba a misa y si rezaba por las noches”, cuenta él, recordando además que su abuela quería ir a verle al estadio, pero que quedaba muy preocupada por los cánticos de los aficionados.
Demetrio Albertini, junto a su hermano sacerdote, don Alessio
De hecho, Albertini confiesa cómo llegó a enfrentarse a varios compañeros y rivales que blasfemaban en el campo. “La blasfemia –asegura- es la síntesis de la grosería” y en mitad de varios partidos asegura haber dicho a otros futbolistas que dejaran de realizar esos comentarios.
Tener un hermano sacerdote
En la entrevista, el excentrocampista internacional italiano asegura sentirse orgulloso de tener un hermano sacerdote. Cuando Alessio ingresó en el seminario, Demetrio sólo tenía 10 años. “Era algo hermoso. Asistiendo al oratorio no había cosa mejor que tener un hermano sacerdote… ¡era como tener ahora un hermano youtuber!”.
Y volviendo a su experiencia con los más pobres a través de los frailes capuchinos, Albertini asegura que “haber sentido el placer de hacer algo por los demás, aunque también el experimentar de primera mano la fatiga de quienes no tienen un hogar. Si alguno no necesitaba la ropa, no la cogía, y escuché a más de una persona decir: ‘estoy bien, dásela a los demás’. Desde la cafetería a las duchas sólo encontré dignidad”. De este modo, cree que aunque “parezca una frase hecha, la realidad es que recibes más de lo que das” y le ha servido para apreciar más lo que tiene.