Simona es una madre italiana que vive en Roma y ha contado en BrujulaCotidiana.com su testimonio de agradecimiento a la Virgen María, convencida de que fue su intercesión, señalada por una imagen que recuerda a un ángel, la que desde Medjugorje cambió la vida de su hija pequeña amenazada de muerte por la leucemia. La curación de su hija parece haber sido un milagro de la Virgen.
En junio de 2014 una maestra dijo a Simona que Chiara, su tercera hija, tenía fuertes dolores en el empeine y se quejaba. La madre pensó que podía ser un esguince o un golpe al jugar, pero a la mañana siguiente la niña ya lloraba gritando: “¡llevadme al médico!”.
En el Hospital Umberto I de Roma los médicos tardaban en decidir el diagnóstico mientras las piernas de la niña se inmovilizaban; los médicos evitaban darle medicamentos contra el dolor para no afectar a las pruebas.
“Después de unos cinco días de hospitalización, el médico jefe nos llama y nos dice: “Espero que su hija tenga leucemia, en cuyo caso sabría cómo proceder. De lo contrario, con los análisis que tengo en la mano, tendría que darle el alta y dejarlas en la calle, porque nunca había visto nada igual”. En unos momentos, mi vida da un vuelco total: me encuentro en una cama de hospital con la esperanza de que mi hija de tres años, que pensaba que estaba perfectamente sana, tenga leucemia”, recuerda Simona. Era una leucemia que se había difundido con rapidez y sin síntomas. “La oncóloga nos dijo que, si nos presentábamos solo un mes más tarde, la situación hubiese sido desastrosa”.
Luchando contra la enfermedad
Durante dos años, Simona y su marido Ambrogio se volcaron en la lucha contra la enfermedad, el primero sin salir del hospital. “Mi reacción inicial fue de rebelión y rabia total, el dolor era realmente demasiado grande, también porque ya me estaba recuperando de una situación muy dura que había involucrado a mi familia de origen y que me había destrozado psicológicamente. Me enojé mucho con Dios y permanecí en este estado durante mucho tiempo”, admite Simona.
Simona en esa época estaba muy alejada de la vida de fe, pero un amigo de Ambrogio formaba parte de un grupo mariano de oración y al saber lo que sucedía puso a orar a sus amigos y compañeros del grupo. A Simona no le impresionó demasiado: “si querían rezar, que recen”, se dijo.
¿Medjugorje? Ni hablar: la madre enfadada
Después de un tiempo, su marido empezó a hablarle de ir a Medjugorje, en Bosnia, con la niña y el grupo de oración. “En esa época, si oía hablar de lugares como Lourdes, Fátima o, precisamente, Medjugorje, se me ponían los pelos de punta de los nervios. Además, Chiara todavía estaba en ciclos de quimioterapia, así que para mí el problema ni siquiera surgió: nunca hubiéramos ido en peregrinación, punto”.
La gente del grupo de oración se ofreció a pagarles toda la peregrinación, incluso el viaje. Ella telefoneó al amigo de su esposo para decirle que no, pero él dijo: “Simona, pero no soy yo quien te invita, es Nuestra Señora. Nos vemos en Medjugorje”. Y le colgó el teléfono.
Simona se enfadó mucho. “Le dije a mi esposo que solo los irresponsables pueden pensar en llevar a una niña de tres años y medio, con leucemia, a una tierra remota, haciendo terapias y con el grave riesgo de infecciones etc… Incluso fui a hablar con las oncólogas para tomar fuerzas con la opinión médica”.
Pero a las oncólogas les parecía bien que la niña fuera a Medjugorje. Simona se quedó sin argumentos y la familia acudió allí.
En Medjugorje
Una vez en Bosnia, a Simona le enfadaba escuchar entre los peregrinos que se hablara tanto de la Cruz, “de cómo aceptar la Cruz, de cómo amar la Cruz”.
En cambio, la niña parecía estar asombrosamente bien. “Hacía quimio como si bebiera agua dulce y escalaba las montañas como una cabra montesa, estaba muy feliz y cantaba a menudo”.
Mientras Simona descansaba en el hotel, la niña y el padre fueron con otros peregrinos a la estatua del Cristo Resucitado. Cuando al día siguiente repasaron las fotos, vieron una forma blanca que aparecía sólo en la foto con la niña, como las alas de una figura angelical.
Una crisis: pedir oración
De vuelta a Italia, en su segundo año de quimioterapia, la niña se encontró en una crisis. “¡Señora, su hija se está muriendo!”, le dijo el médico en el hospital. “Las pruebas que tengo ante mí son un desastre, todos los valores de glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas son casi nulos y la niña podría sangrar en cualquier momento”.
Las pruebas parecían indicar sin ambigüedades que la leucemia alcanzaba una fase grave e irreversible. “Por primera vez rompí a llorar frente a Chiara”, recuerda Simona. Y recurrió a algo que nunca hizo antes: llamar al grupo de oración y pedir oración por la niña.
“A la mañana siguiente, a pesar de ser su día libre, la oncóloga regresó al hospital para que examinen inmediatamente la médula ósea de Chiara”, recuerda la madre. La niña había sufrido mucho con un tratamiento de inmunoglobulinas que la hacían vomitar y sentir muy débil.
Pero entonces el médico gritó a la madre: “¡Señora, señora! ¡El ángel salvó a su hija!”. Supo que su padre le había enseñado la foto especial de Medjugorje. “Señora, créame, el ángel de esa foto salvó a su hija porque las pruebas de médula son perfectas”. La niña mejoró asombrosamente.
Orar es lo importante, le dijo el farmacéutico
Pasó el tiempo, y un día, cuando la niña llevaba ya 3 años en buenas condiciones, recuperándose bien, la madre fue a una farmacia a por algo para la tos de la niña.
En la farmacia, el médico le dio la medicina y le dijo: “¡En fin, haga lo más importante! ¿Nos entendimos?”. Simona, asombrada, vio que el médico llevaba un rosario que sobresalía de la bata. Él le contó que se había convertido en Medjugorje y la animó a orar entregándose a la Voluntad de Dios.
“Ese hombre me miró y sin saber prácticamente nada de mí, de mi familia, de mi vida, me dijo: “Tu hija pequeña se enfermó, ella es el altar, es la puerta de tu conversión. Lo que te está pasando es una gracia, es un regalo para tu salvación”. Estas palabras fueron como una bofetada para mí, durante todo un día estuve atónita, y al mismo tiempo sentí que me tocaban profundamente el corazón. Era como si mi corazón estuviera esperando exactamente esas palabras. Créanme, no sé ni por qué, pero por primera vez en mi vida, desde ese momento, comencé a sentir una profunda gratitud dentro de mí por todo lo que nos había pasado, por nuestra historia, por toda nuestra vida”.
Desde entonces, la vida de la familia ha cambiado y agradecen la bondad de Dios y de la Virgen. “Medjugorje se ha convertido en un segundo hogar, vamos todos los años y Nuestra Señora se ha convertido en la verdadera Reina de nuestra familia”, explica esta madre. “La Virgen tuvo mucha paciencia conmigo, fue un camino de pequeños pasos, que aún hoy perdura”.
Artículo tomado de La Brújula Cotidiana.