La Iglesia en Venezuela lleva años sufriendo persecución y acoso a la vez que es un pulmón en una sociedad cada vez más pobre, enferma y hambrienta. Uno de sus sacerdotes, el padre Robinson Alejandro Jiménez ha sido testigo directo de todo este proceso.
Este joven sacerdote que actualmente tiene 33 años e inició su vida pastoral como vicario parroquial en la Inmaculada Concepción en Punto Fijo, una zona de caseríos donde atendía a más de 40 comunidades. En estos momentos se encuentra estudiando en Roma en la Universidad de la Santa Cruz gracias a una beca de CARF (Centro Académico Romano Fundación), y desde allí relata a esta fundación que ayuda a sacerdotes y seminaristas los problemas que experimenta la Iglesia en su país:
“En Venezuela muchos niños buscan comida en la basura”
Nací en Punto fijo, estado de Falcón (Venezuela) el 8 de julio de 1987, en una familia muy católica. Fui bautizado en la parroquia Inmaculado Corazón de María en Punto Fijo, el 29 de agosto de 1987. Recibí el sacramento de la Eucaristía el 4 de julio de 1998 en la Catedral Nuestra Señora de Coromoto de Punto Fijo. Uno años después, recibí el sacramento de la Confirmación el 22 de diciembre de 2001, en la parroquia Nuestra Señora de Belén.
Mi vocación podría decirse que se inició a los 13 años, cuando sentí ese llamado del Señor desde el servicio en el altar, cómo acólito (monaguillo). Uno de los llamados donde sentía que el Señor me llamaba con mas intensidad era en la celebración del santo triduo pascual, en la que el Señor me invitaba a darle una respuesta a ser sacerdote de Él para el servicio de su pueblo.
A los 19 años ingresé en el seminario mayor San Juan Pablo II, donde realice mis estudios de filosofía; luego mi obispo me envió al seminario mayor Nuestra Señora del Socorro en Valencia, estado Carabobo de Venezuela para cursar la formación en Teología.
Con los misioneros de la Palabra
Después de dos años de teología mi obispo decidió dar una pausa de un año a mi formación al sacerdocio, algo que no fue fácil para mí, pero mi obispo quiso enviarme por un año a una parroquia con unos sacerdotes religiosos llamados misioneros servidores de la Palabra. Una labor pastoral donde lo desempeñé en obediencia.
Fue una experiencia de aprendizaje para prepararme al servicio del pueblo de Dios, una parroquia humilde que está dentro de las periferias de la diócesis. Culminada la misión pastoral, terminé mis estudios de teología, propios de los seminaristas, en el seminario mayor Jesús Buen Pastor, en el estado Bolívar de Venezuela.
Ordenación diaconal y presbiteral
El 21 de febrero de 2015, fui ordenado diácono por Monseñor Roberto Luckert León, arzobispo de Coro y administrador apostólico de sede plena de la diócesis de Punto Fijo. Después de seis meses, fui ordenado presbítero en la basílica menor de la Catedral de Santa Ana de Coro, el 15 de agosto de 2015, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, por monseñor Roberto Luckert León, en compañía de todo el clero del estado falcón.
Fue un momento lleno de la Gracia del Señor donde me hice sacerdote de Él, sacerdote de la nueva Alianza; uno de los momentos mas alegres de mi vida para el servicio de la Iglesia universal.
El comienzo de mi labor pastoral
Mi labor pastoral como sacerdote comenzó como vicario parroquial de la parroquia Inmaculada Concepción. Una zona de caseríos que el párroco y yo atendíamos a más de 40 comunidades. Era una parroquia muy extensa. La experiencia fue muy agradable y provechosa y allí permanecí durante cuatro meses.
Tras este periodo de tiempo, fui trasladado por necesidad pastoral a una parroquia llamada Santo Cristo de las Piedras y nombrado párroco en una de las zonas de las periferias de la diócesis, donde me tocó servir a los hermanos que más sufren, a los más pobres.
Una de las experiencias que más me marcó en esta parroquia fue ver a niños que esperaban los desperdicios de comida en los cubos de basura para poder comer. Esta impresión me impulsó a iniciar el trabajo de las caritas parroquiales.
Esta es la realidad que tristemente sufre mi pueblo venezolano: muchas personas carecen del alimento diario. Este trabajo fortaleció mi ministerio como sacerdote de Cristo en el amor a los más pobres al igual que nos enseñó nuestro Maestro en su ministerio público. En el servicio y el amor misericordioso al prójimo.
Después de cuatro años y medio de trabajo en esta parroquia sirviendo a los más pobres, mi obispo decidió trasladarme a la parroquia nuestra Señora de Belén de mi diócesis como administrador parroquial.
Ahora, mi obispo ha pensado para mí que es conveniente continuar con mi formación sacerdotal, con el fin de formar a los laicos de nuestra diócesis. Así, me ha enviado a Roma donde actualmente estoy formándome en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en la facultad de teología dogmática para aprender cada día más sobre nuestra fe y poder defenderla con argumentos sólidos.
Mi formación en Roma me acerca cada día más al Señor y así poder ser mejor discípulo y acercar a muchas almas al Él. Agradezco a todos los benefactores la gran labor que hacen por CARF y por la formación de los sacerdotes.