La pandemia ha golpeado duramente a multitud de comunidades religiosas. Sin embargo, las hermanas contemplativas de la abadía de Holy Cross en Whitland (Gales) han podido enfrentar las restricciones gracias a la combinación de siglos de tradición monástica y adaptación a las nuevas condiciones de vida.
“Tenemos los pies en la tierra, pero nuestra mirada está puesta en Dios. A través de nuestra lectura y oración, tenemos una vida dedicada al Espíritu Santo, en la que buscamos a Dios y Él nos encuentra”, cuentan las hermanas al National Catholic Register.
Los pilares de la vocación contemplativa
Desde 1991, la comunidad de monjas contemplativas pertenecientes a la abadía de Holy Cross reside en una antigua granja de Gales. Su historia se remonta a 1802, cuando Madame Augustin de Chabannes fundó esta abadía en Stapehill (Dorset, Reino Unido), con un grupo de religiosas refugiadas que huía de la Revolución Francesa.
Las hermanas han encontrado en la vida contemplativa algunas enseñanzas que pueden ayudar durante este tiempo. “Nuestra vocación tiene tres pilares: la vida de oración, la lectura de la Palabra de Dios y el trabajo manual. Vivimos con sencillez y valoramos el silencio para poder concentrarnos en Dios”. Solo en contadas ocasiones salen del recinto, “cuando es necesario, por ejemplo, para el cuidado de la salud”, explican.
Por otro lado, señalan que "la contemplación aporta una perspectiva más amplia al reflexionar sobre el amor de Dios por toda la creación". Así, consideran que "echando nuestras raíces en el monasterio, tomamos más conciencia de la naturaleza: la luz y los colores, los cambios de las estaciones, las estrellas en la noche o los ritmos de vida que nada tienen que ver con el esfuerzo humano".
Un monasterio abierto
Las religiosas relatan ofrecen "un lugar de oración, paz y tranquilidad para todos los que nos visitan, así como la oportunidad de unirse al Oficio Divino".
"Antes de la pandemia, incluso invitábamos a grupos escolares de niños a visitarnos, enseñándoles a hacer los panes de las Sagradas Formas, invitándoles a rezar y cantar los salmos, y les pedíamos que nos guiasen en oraciones que ellos mismos preparaban".
Las hermanas Usia y Elsie, disfrutando del invierno de Whitland (Gales).
Aceptar la pobreza voluntaria
La abadía de Holy Cross en Whitland se sostiene económicamente con su hospedería, la elaboración de formas para la comunión y la agricultura. “La vida monástica implica aceptar la pobreza voluntaria, que nos obliga a trabajar para ganarnos la vida y poder dar limosna”.
En un día normal, las contemplativas de Whitland amanecen a las 3:30 de la mañana, dando comienzo a una jornada de cerca de 4 horas de trabajo al día y 12 de oración.
“Trabajamos cada día en 25 acres de tierra (unas 10 hectáreas) de bosques mixtos, cuya hora nos proporciona combustible sostenible para nuestro sistema de calefacción”, explican. “Es nuestra principal fuente de abastecimiento, junto con gallinas y una colmena de ovejas además de nuestro huerto y la hospedería”.
Seis años de formación para vivir aisladas
“Nuestros ingresos se agotaron cuando cesaron los pedidos de pan para Sagradas Formas, y dos de nuestros trabajadores perdieron el empleo. La ausencia de la misa es muy dura”, afirman las hermanas, “pero el Cuerpo de Cristo nos ha alimentado cada día”. Además, “tenemos un huerto con frutos rojos y hortalizas que se venden junto con nuestras conservas”.
“Somos seres sociales, y los confinamientos no son una forma de vida normal”, comentan. “Cuando nosotras entramos al monasterio, comenzamos un periodo de formación de seis años, y una de las mayores dificultades es la separación de los seres queridos y la convivencia diaria con las mismas hermanas”.
Trucos para confinarse sin perder la fe
Organizar el día
“Reconocemos las dificultades de vivir en confinamientos forzados”, explican. “Algunas estrategias que empleamos en nuestra abadía son una buena organización del día a día”, en la que es necesario “incluir un momento para leer y rezar, apoyándonos de un diario con las reflexiones de la lectura espiritual, profundizando la relación con Dios”.
Cuida tu salud espiritual
“Desde la pandemia”, añaden, “hay mucha más conciencia sobre los problemas de salud física y mental, pero se ha hecho poco por la salud espiritual”.
Una sonrisa siempre es bienvenida
Al vivir en comunidad, “aprendemos a ser amables con nosotros mismos y con los demás, y si hemos molestado o enfadado a otro, debemos buscar el perdón y disculparnos”, explican. “Una sonrisa siempre es bienvenida, ayuda a sentirse bien y a reducir la tensión”.
No pensar en uno mismo
“La falta de distracciones nos puede llevar a dar más importancia a nuestras preocupaciones. Para hacer frente a esta situación, tenemos que recordar la razón por la que venimos: buscar a Dios y hacer su voluntad”.
Huye del consumismo
En su caso, además, reconocen las virtudes de la vida monástica: “Las presiones del consumismo no se aplican, llevamos un hábito tradicional, por lo que la última moda se convierte en irrelevante”.
La hermana Jean celebró su 80 cumpleaños con una misa, cartas y regalos.
Continuadoras de la tradición
La comunidad de Holy Cross se presenta como “continuadora de la tradición monástica, ya que nuestras vidas son diferentes a la de los monjes cistercienses enterrados al otro lado del Valle, pero el patrón de nuestros días seguiría siendo reconocible para ellos”.
“Nuestras vocaciones llegan a menudo de nuestro sitio web”; explican, “son mujeres que buscan activamente su vocación y una auténtica vida de oración, y encuentran la alegría en nuestras hermanas mayores: en su paz, paciencia y plenitud. Su alegría es transmitir la tradición y estar contentos con ella”.
Para las hermanas de Holy Cross, su máxima es “hacer las pequeñas cosas de toda la vida en una vida plena: viajamos como peregrinos a la casa del Padre a pesar de nuestros fracasos y debilidades”.