Clara era una de las millones de jóvenes como las que hay por todo el mundo que no conocían a Jesucristo, nadie le había hablado de él y no estaba ni bautizada en un país tradicionalmente católico como Argentina. Sin embargo, unas vacaciones por Italia que providencialmente le hicieron pasar por San Giovanni Rotondo, el lugar en el que se encuentra el Padre Pío, cambió su vida para siempre. Años más tarde esta joven es clarisa en Italia y cambió el querer vivir la vida viajando por la oración en un convento.
La hermana Clara Gracia realizó en 2016 los votos temporales en la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara en el monasterio de la Santísima Anunciación de Terni, en Italia. Nació en 1979 en Buenos Aires y no fue hasta los 21 años cuando se trasladó a Italia para estudiar idiomas en la Universidad de La Sapienza, en Roma.
La obra de Dios, un "misterio" que llena de "asombro"
En una entrevista con Famiglia Cristiana, esta religiosa analiza su historia y asegura que “cuanto más tiempo pasa, más me doy cuenta de que todo es obra de Dios y que las obras de Dios siguen siendo un misterio que nos llenan de asombro”.
Nada en su vida podría decir que acabaría siendo religiosa contemplativa en un convento de clarisas. Sin embargo, Dios la arrancó de un continente, la llevó a otro y se hizo el encontradizo. Aunque argentina, su familia era de origen italiano. De ellos había heredado su amor por la cultura y la belleza, pero no la tradición de la fe.
De hecho, sus padres no quisieron bautizarla a ella ni a sus hermanos bajo el pretexto de que fueran libres como adultos para elegir en qué creer o simplemente en no creer en nada.
Estudios, novio... todo iba bien
La joven Carla Florencia Pavito, este era su nombre antes de su profesión religiosa, quiso descubrir la tierra de sus abuelos y se trasladó a Italia a estudiar. Allí se enamoró de sus paisajes, sus obras de arte y su arquitectura. A la vez, comenzó una larga relación con un novio. Todo parecía ir sobre ruedas en su vida.
Fue un incendio lo que la llevó a la Iglesia, además literalmente. Estaba de vacaciones con sus padres en la región italiana de Puglia, cuando de repente se produjo una serie de enormes incendios que les obligó a detener su viaje.
El incendio que la llevó al lugar del Padre Pío
La familia estaba muy cerca de San Giovanni Rotondo, el lugar en el que vivió y murió el Padre Pío, y la familia decidió parar y dormir en este pueblo para retomar el viaje al día siguiente.
Carla tenía curiosidad por ver a aquel famoso fraile capuchino al que tanto querían los italianos y cuya imagen en forma de pegatina estaba en numerosos coches. “Después de haber estado frente al relicario del entonces fraile beatificado, más con curiosidad que con devoción”, admite ella, acabó yendo a la tienda de recuerdos en busca de algo de leer.
Se esperaba un viaje complicado, con muchos atascos y retenciones debido a los incendios, y por ello quería un libro para leer por el camino. Para Carla no había ningún libro interesante en esa tienda de San Giovanni Rotondo, así que acabó optando por un Nuevo Testamento de bolsillo.
La bomba que estalló en su interior al conocer a San Pablo
Efectivamente, una vez en el coche el viaje se complicaba así que decidió abrir aquel Evangelio y empezó a leerlo, pero desde el final. Llegó a los Hechos de los Apóstoles y estalló algo en su interior. Se quedó completamente paralizada y atónita con la figura de San Pablo. “Si él que era fanático, violento y lleno de odio se había convertido en santo, yo quería ser santa como él”, asegura esta religiosa.
No se lo pensó dos veces. En aquel atasco provocado por los incendios ella experimentó una caída del caballo, una conversión radical. En cuanto dejó a sus padres en el aeropuerto de Roma se fue a la parroquia más cercana a su casa para hablar con el sacerdote: “¡Quiero ser bautizada!”, dijo. Durante el viaje había leído en los Hechos de los Apóstoles el capítulo del bautismo de Felipe a un eunuco etíope, y ella creía que podría ser bautizada en el momento.
El Bautismo y el fin de su noviazgo
Sin embargo, el sacerdote frenó su ímpetu y alimentó su ilusión con un catecumenado de dos años que la llevó al Bautismo y al resto de sacramentos de iniciación cristiana, pero ahora de una manera más consciente y madura. Esto provocó que tuviera que tomar decisiones difíciles y drásticas como poner fin a la relación que tenía con su novio.
“Cuando estás en relación con Dios la verdad de nosotros mismos sale a la luz y nuestros deseos profundos emergen con fuerza al cuestionar nuestras decisiones diarias. Cuando me acerqué a Cristo, estas elecciones empezaron a volverse coherentes con la fe que estaba a punto de abrazar, por lo que, incluso en el dolor de la separación, rompimos. Fue un momento de gran oración y abandono a la voluntad de Dios que se convirtió en providencia, presencia y Palabra”, relata.
Pero además, Carla se dio cuenta de otro hecho importante: “el Bautismo que deseaba con todas mis fuerzas no había sido un punto de llegada, sino la salida hacia una nueva aventura”.
"Mi vida ha cambiado radicalmente"
En la Vigilia Pascual de 2009 se bautizó. “Desde esa noche de Pascua mi vida ha cambiado radicalmente y sé que cuando vuelvo a la fuente encuentro a quien me devuelve la imagen original de una hija amada por siempre”, añade.
A partir de ese momento todo fue muy rápido en su vida y empezó a sentir una llamada a entregar su vida entera a Cristo. Así fue como en un curso vocacional de los frailes de Santa María de los Ángeles de Asís conoció a la comunidad de las clarisas de Terni, monasterio en el que finalmente ingresó en 2012.
El 4 de abril de 2016, a la edad de 37 años, tomando el nombre de Clara Gracia hizo los votos temporales y prometió a Dios vivir en castidad, pobreza y obediencia. En breve, estos votos se convertirán en perpetuos.