Erwan creció en una familia católica, pero cuando empezó a estudiar Medicina en el Ejército se fue alejando de la fe: "Lejos de mis padres, rechacé toda esa tradición que había recibido. Dejé de ir a misa, dejé de rezar, dejé de creer en Dios y durante cuatro años viví una vida de estudiante expansiva, feliz, con todo lo que eso supone: tenía una novia estupenda, terminé Medicina, estaba en el Ejército, así que tenía un sueldo, hacía buenos viajes con los amigos..."
Pero esa rueda de diversiones se fue acelerando, y en mala dirección: "Rompí con mi novia, y empecé a tener más bien rollos de una noche. Cada vez estaba más en el mundo de la noche, sobre todo en el mundo de la música techno, con sus festivales y, durante un año, consumiendo droga dura".
Al cabo de cuatro años, no se sentía satisfecho: "Comprendí que esa vida, con una chica tras otra y relaciones superficiales, no me hacía feliz y deseaba algo más. Empecé a buscar un gran amor".
Para ello, Erwan acudió a sus raíces católicas, movido también por el ejemplo de su hermana mayor, que tenía un novio católico: "Tengo que encontrar una católica", me dije, "pero... ¡una católica que no crea demasiado en Dios, si no, me va a agobiar!"
Como no tenía amigos católicos, empezó a ir a misa para encontrar en ese ambiente alguna joven que le atrajese. Supo de la existencia de un gran festival católico y acudió a él.
En aquella época ya se había alejado de sus adicciones: "Fui consciente de las grandes cuestiones que albergaba mi corazón, esas grandes cuestiones sobre la vida, sobre lo que me hace feliz, por qué estoy aquí, de dónde vengo, la vida después de la muerte..."
Durante el festival tuvo tiempo de ahondar en esos pensamientos: "Escuché muchas cosas sobre Dios y eran hermosas: que Dios nos ama, que está cerca de nosotros... ¡Todo tan alejado de lo que yo creía hasta ese momento!"
Empezó a sentir remordimientos: "Comprendí ciertas cosas de mi vida, sobre todo respecto a las chicas. Yo había ido allí buscando chicas, pero mi mirada era torcida, sucia. Y luego estaban las muchas chicas a quienes yo había herido. Todo ello salía a relucir... y era una pesada carga. Me sentía mal conmigo mismo".
Decidió ver a un sacerdote: "Inicialmente, solo para hablar con él. Pero me invitó a confesarme".
Erwan describe así lo que vivió en ese momento: "Una experiencia muy fuerte, difícil de describir. Una presencia del amor de Dios, la certeza de que Dios estaba allí y me decía: 'Erwan, te conozco, sé todo lo que has hecho, lo veo todo y te amo'. Eso transformó mi vida".
A partir de ese instante, comenzó "una amistad con Dios": "Un camino de libertad y de liberación de las diferentes adicciones. Un camino en el que podía ser cada vez más yo mismo. Y deseaba enormemente compartir lo que había vivido. Me decía: ¡No es posible que el mundo no sepa que Dios existe, que Dios les ama y que pueden encontrarLe...!"
Ahí se escondía la sorpresa que Dios le tenía reservada: la vocación. "Empecé a recorrer el camino para ser sacerdote. Hoy soy seminarista", explica.
Y no echa de menos su vida anterior: "Él me ha devuelto la vida: aunque yo estaba vivo, vivía un diez por ciento de lo que vivo ahora. Me ha abierto a una nueva dimensión de la vida que yo ni sospechaba. Me ha permitido estar mucho más centrado, mucho más satisfecho, ser mucho más yo mismo".