Fermín Albaladejo tiene 32 años, es presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios (CEAJE), y va todas las mañanas a misa de siete. Fue en Santiago de Compostela donde Fermín vivió un punto de inflexión en su vida a partir del cual ha seguido un proceso que le llevó incluso a plantearse ser sacerdote.
En esta entrevista para Mater Mundi, Fermín ha explicado que, aunque se crió en un colegio católico, el San Ignacio de Loyola en Alcalá de Henares, la confesión que hizo antes de su primera Comunión fue la única que tuvo hasta muchos años después. “No tenía un especial acercamiento a la fe”, cuenta Fermín. “Mis padres me habían enseñado a rezar, pero lo hacía de forma mecánica”.
Un abrazo y una confesión
Fermín recuerda que a los 23 años salía mucho de fiesta con sus amigos. “Fuimos a Santiago de Compostela, y como mi madre es gallega, me dijo que fuera a abrazar al Santo”. Así fue como “fuimos allí, pero por costumbre más que nada. Lo abrazamos, y al salir de la catedral, no pude. Dentro de mí sentía que me debía confesar. Mis amigos no sabían qué me pasaba”.
Fermín se dio la vuelta y fue a un confesionario. “Fue una confesión de 40 minutos. Allí pasaron cosas. Jesucristo salió al encuentro y me tiró del caballo, como a Pablo de Tarso”. A partir de ahí, Fermín dice algo dentro de él cambió para siempre. Empezó a ir los domingos a misa y a desarrollar ese poso que tenía del colegio. “Llegué incluso a plantearme la vocación sacerdotal”.
Las mejores vacaciones
Fermín asegura que el culmen de este proceso de conversión han sido los retiros ignacianos. “Vienen muy bien para ordenar todo lo que desordena este mundo”, explica. Fermín los considera las mejores vacaciones. “Es un momento de tú y Dios, Dios y tú. La Biblia es muy importante en estos retiros también, porque es palabra de Dios, y hay que aplicarla al punto en el que estás en tu vida”.
El círculo de amigos de Fermín no sabía que le había pasado. Antes era un chico “normal”, que salía de fiesta sin parar, y ahora, iba a misa todos los días, rezaba y se confesaba. “Te das cuenta del daño que hace el pecado en tu vida, y de lo necesaria que es la confesión”, explica Fermín. “Es cierto que cuesta mucho contar cosas tan personales, pero hay que hacerlo, aunque vuelvas a cometer el pecado, porque ha sido la perseverancia en la confesión lo que me ha hecho corregir algunos pecados que cometía siempre”.
"Prestamos demasiada atención a algo que no dura más de 70 u 80 años"
Fermín se lamenta de que entre los jóvenes hay mucha desorientación. Según él, todo está basado en la superficialidad. “Lo basamos todo en el cuerpo, en algo que no va a durar más de 70 u 80 años, y descuidamos el alma, que es para siempre”.
Aunque, por otro lado, aún es optimista. “Muchos me dicen que quieren sentir esto que yo siento”, cuenta Fermín. “Pero lo cierto es que no es bueno lanzarse a un retiro de primeras. Al principio, hay que seguir un proceso de acercamiento a Dios”.
“En este país tenemos mucha suerte. A no más de 300 o 400 metros tenemos un Sagrario”, explica Fermín. “Cuando voy por las mañanas a misa de 7:00 am, hay 150 personas conmigo. Las iglesias siguen estando llenas”.
“Es importante contar que hay otra vida. Se echan en falta los medios de comunicación que prediquen testimonios e historias de Dios”, concluye Fermín.
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Testimonio de Fermín Albaladejo