Nacida en Nueva York en 1913, la hermana Piscatella es la segunda monja más longeva de Estados Unidos desde que el 20 de abril cumpliera los 108 años. Con esta ocasión, afirmó en Catholic News Service que hace lo que "haría cualquier anciana”.
Sin embargo, pocas personas pueden decir que han vivido el papado de San Pío X y de sus ocho sucesores, las dos Guerras Mundiales o la mal llamada “gripe española”. Y ahora, una pandemia. Solo encuentra una explicación: “Dios todavía me quiere aquí”.
Una superviviente "porque Dios quiere"
La hermana Piscatella es hija de los inmigrantes italianos Salvatore y Ángela Piscatella, que tuvieron otros seis hijos. Sus padres y las circunstancias en las que se crio le hicieron ser una persona de gran resistencia a la dificultad.
Con tan solo dos años, le amputaron el antebrazo izquierdo después de sufrir una grave lesión en la mano y posteriormente se recuperó de un accidente de coche que se saldó con un brazo roto. Después se sometió a una cirugía de reemplazo de cadera y hace 6 años, sobrevivió a una hemorragia cerebral tras una aparatosa caída.
Piscatella afirma que si aún vive, es porque “Dios no me quiere todavía”. También influye que “mi madre me hizo ser completamente independiente” y desde entonces, “nadie ha tenido que ayudarme nunca”, sentencia.
Rechazada por su discapacidad
No fueron pocos los conventos que cerraron las puertas a la hermana por su discapacidad, hasta que finalmente fue aceptada por las dominicas en 1931. “Con 18 años, le tuve que demostrar a mis superiores que no había nada que no pudiese hacer”, y obtuvo la licenciatura de magisterio y educación para trabajar como profesora.
En pleno auge de las mafias italoamericanas en Nueva York, la hermana comenzó a ser tutora en varias escuelas primarias de barrios de la ciudad como Brooklyn, Queens o Rockville Centre, donde prosperó durante 52 años antes de jubilarse con 84.
La hermana Piscatella se considera feliz y tiene "una vida normal" con 108 años.
108 años y sin bastón
La hermana quita importancia a su avanzada edad, y 90 años después de iniciarse en la vida consagrada, sigue gozando de una gran salud física y mental, y todavía puede moverse sin ayuda de sillas de ruedas, andador o bastón.
Entre sus actividades diarias, suele “pasear, leer, resolver acertijos y juegos de palabras o ver programas religiosos de televisión”, en lo que considera “una vida normal”.
Supercentenaria
Con motivo de la pandemia, la hermana ha celebrado sus últimos dos cumpleaños en su residencia en East Williston (Nueva York), acompañada por numerosos familiares que le visitaron tras las ventanas del apartamento: tiene ocho sobrinos, 23 sobrinos nietos y 25 sobrinos bisnietos.
Tiene la esperanza de poder celebrar sus próximos cumpleaños con ellos, que le llevarán a alcanzar el estatus de “supercentenaria” a los 110 años. Según declaraciones de la hermana, es feliz con su vida, y supone “que Dios no me quiere todavía”.
La hermana Piscatella ha celebrado su 108 cumpleaños tras las ventanas de su residencia.