Los Hogares Lázaro nacieron en Francia en 2006 como una propuesta de vida entre jóvenes y personas sin techo. Son casas donde viven en comunidad, de forma que quienes lo han perdido todo y no tienen un lugar donde dormir consiguen rehacer su vida no solamente por tener comida y abrigo, sino por mantener de nuevo relaciones sociales normales.
En España existen desde 2017 y buscan inmuebles donde instalar sus hogares de acogida.
En torno a esta iniciativa de caridad, amistad y evangelización ha sucedido una hermosa historia que recoge Camille Lecuit en Famille Chrétienne:
Cuando se casaron en septiembre de 2006, Soline y Simón estaban lejos de imaginar todas las vicisitudes por las que tendrían que pasar... y que, tras 14 años esperando la llegada de un hijo, un día darían a luz a Teresa, que ahora tiene cuatro meses. "Después de casarnos empezamos nuestra vida juntos en París y pronto quisimos tener un bebé. Al principio no pensábamos en la posibilidad de la infertilidad, aunque sabíamos que algunas parejas pueden tener problemas, que a veces hay que esperar un poco, pero no estábamos especialmente preocupados", recuerda Soline, que ahora tiene cuarenta años, como su marido.
Sin embargo, los meses fueron pasando y con cada ciclo la espera se hizo más y más difícil. "Nuestros amigos empezaban a tener hijos y, con el paso de los años, nuestro dolor empezó a hacerse notar", dice la mujer, de cabello oscuro, ojos claros y rostro pecoso que los años y el sufrimiento no parecen haber alterado.
Comentarios hirientes y un "corazón en mil pedazos"
La pareja empezó a tener "dificultades para comunicarse", y ante la prueba, "poco a poco nos encerramos en nosotros como pareja, y en nosotros mismos individualmente", señala Soline. Si bien estaban rodeados de amigos y familiares que les apoyaban mucho, especialmente a través de la oración, esto no impidió que se sintieran "terriblemente solos".
"Casi nunca hablábamos de nuestro problema porque teníamos la sensación de que quienes no pasaban por algo así no podían entenderlo, lo que hacía que nuestros seres queridos a menudo se sintieran impotentes; pero pudimos contar con su gran sensibilidad", confiesa Soline. Al principio, algunos comentarios, que pretendían ser alentadores, fueron muy difíciles de digerir: "Nos dijeron que podíamos ser fértiles de otra manera, y para nosotros era algo difícil de escuchar", admite la mujer: "Poco a poco comprendimos que no se trata de sustituir a los hijos, sino que la fertilidad se puede vivir de otra manera, aunque la herida no desaparezca".
Soline y Simón admiten: "Seguíamos siendo siendo felices, vivimos grandes momentos de alegría. Pero a veces esa tristeza nos aferraba y el corazón se nos rompía en mil pedazos: el abandono y la confianza nunca se adquieren definitivamente, siempre hay que tomar, de nuevo, una decisión".
Durante los primeros años de espera, Soline intentó encontrar alguna razón médica para su infertilidad. "Me encontré con algunos médicos poco delicados, así que abandoné", confiesa. Con su marido, prefirieron mantenerse alejados de los retiros, de las iniciativas especiales que ofrece la Iglesia y de los grupos para parejas que esperan tener un hijo.
El compromiso, un salvavidas
Al cabo de unos años, Soline y Simón se trasladaron a Marsella. Soline encontró trabajo como profesora, pero se aburría terriblemente. El matrimonio tenía la impresión de estar dando vueltas en círculo. "Un sacerdote que nos acompañaba me habló de la apertura de una escuela llamada Espérance Banlieues, creada por la Fraternidad Bernadette, que trabaja con la gente de los barrios del norte de Marsella. Me dije: '¿Por qué no intentarlo durante un año?'". Su marido no tardó en formar parte del consejo de administración de la escuela. "Fue una misión que aceptamos sin estar realmente convencidos, pero que nos transformó por completo", admiten hoy.
En el seno de la Fraternidad Bernadette y en contacto con la gente de la calle, Soline y Simón descubrieron la "alegría de entregarse", y de encontrar a Cristo en persona a través de los más pobres. "Recuerdo la primera misa del año; estaba detrás de Joseph, que vivía en la calle. Solo pude centrarme en su olor y en los bichos que saltaban en su pelo... Unos días más tarde leí una frase de la Madre Teresa que decía: 'Debemos amar a los pobres porque Jesús se esconde bajo la apariencia de los pobres'. Entonces volví a pensar en Joseph y me sentí abrumada".
La pareja disfrutaba de la sencillez de relaciones en las que la presión social era inexistente. "La gente de la calle tenía sus sufrimientos y nosotros los nuestros; ¡todos estábamos en el mismo barco! Y sobre todo, se atrevieron a hacernos preguntas que otros no se atrevían a hacernos, con sencillez y sin segundas intenciones: '¿No tienes hijos? ¿Por qué? ¡Iré a rezar a Santa Rita por ti!'. Esta espontaneidad en las relaciones fue liberadora".
Esta experiencia, que duró casi ocho años, renovó su amor conyugal. "Ver a Simón entablar amistad con esta gente de la calle me conmovió y reforzó mi admiración por él", dice su mujer. "Gracias a este compromiso, pudimos reanudar el diálogo entre nosotros, lo que me llevó a acudir a un médico que me sugirió algunas soluciones". El círculo se había vuelto virtuoso.
Lázaro y Teresa, el bebé milagro
La historia no termina ahí. "Después de unos años en el curso Ozanam, nos dijimos: quizá nunca tengamos hijos, así que queremos vivir una misión en la que realmente estemos juntos, y no cada uno por su lado, lo que marcará una diferencia concreta en nuestra vida cotidiana". Después de reflexionar mucho, la pareja decidió recurrir a los hogares Lázaro [también presentes en España], que ofrece arrendamiento compartido con personas de la calle. La asociación buscaba responsables para el nuevo arrendamiento que debería ponerse en marcha en Marsella en septiembre de 2021.
El sacerdote Álvaro Cárdenas es el responsable de los Hogares Lázaro en España.
En marzo de 2020, el primer día de confinamiento, Soline y Simón decidieron escribir un correo electrónico al secretario general de Lázaro, Pierre Durieux. "Tuvimos que esperar porque había otra pareja candidata y un problema con la casa, pero la espera hizo que ahondáramos en nuestro deseo. Nuestro sí fue aún mayor cuando recibimos la respuesta positiva", recuerda Soline.
Apenas dos meses después de la respuesta de Pierre Durieux, ocurre lo inesperado: Soline descubre que está embarazada. "¡Fue una gran sorpresa, un regalo increíble! Nunca sabremos las razones exactas que hicieron posible este embarazo, pero pensamos que al decir sí a Hogares Lázaro, probablemente dejamos pasar muchas cosas. Teresa nació en febrero, y su llegada fue la confirmación de que estábamos en el lugar correcto. Algunas personas nos preguntan si, a pesar del nacimiento, queremos quedarnos en Lázaro, pero para nosotros es obvio que sí".
Soline y Simón insisten en que, cuando eligieron comprometerse con Lázaro, no fue con la esperanza de desbloquear la situación y esperar que Soline se quedara embarazada, sino por el simple hecho de entregarse e intentar responder a la llamada de Cristo, seguros de que ellos también tienen una vocación en la tierra. En retrospectiva, la pareja puede ver cómo estas pruebas les han permitido llegar "mucho más lejos" de lo que podrían haber llegado sin ellas. "Nunca te das cuenta cuando no ves más allá de tus narices, pero cuando miras atrás ves unos frutos increíbles", dice Soline. "Hoy, nuestros corazones aún sangran por todas aquellas personas que hemos conocido y que aún siguen esperando la llegada de un hijo".
Por el momento, el hogar Lázaro de Marsella aún no ha abierto sus puertas, pero la pareja lleva varios meses preparando la vuelta. "Nuestros futuros co-inquilinos y la gente del barrio que hemos conocido están encantados con Teresa. Aporta aún más alegría y sencillez", dice, feliz, la madre. El año que comienza será ciertamente intenso, pero también estará, sin duda, lleno de promesas.
Traducido por Elena Faccia Serrano.