Nacido en 1981 en México, Mauricio Clark asegura ser la prueba de que "tocar el Cielo", el éxito y la fama puede conllevar vivir un auténtico infierno si se hace contra la fe y la propia naturaleza.
Durante 20 años lo tuvo -aparentemente- todo. Como uno de los periodistas más conocidos de México -le llegaron a ver cada día 15 millones de personas en Televisa- fue el reportero más joven en cubrir tres Juegos Olímpicos -Sydney, Atenas y Pekín-, entrevistó a las principales estrellas de Hollywood, a Coldplay, a la reina Sofía… Incluso se emborrachó con Maradona. Entre otros puestos, trabajó en ¡Que Importa! junto con Juan Carlos “El borrego” Nava y Fernanda Tapia, y A las tres con Paola Rojas, además de Primero Noticias con Carlos Loret de Mola, entre otros.
Pero tras las cámaras, en camerinos, lujosas fiestas y con todo alcance, Clark vivió de primera mano los estragos de la fama, cayendo en una profunda adicción a la pornografía, la homosexualidad y las drogas. En ellas invertía unos 10.000 pesos diarios -unos 500 euros- y le llevaron, literalmente, a experimentar la muerte, pero también el arrepentimiento y salvación que le hicieron "morir al mundo" y nacer a la vida de fe y el apostolado.
Todo empezó durante su infancia, que aunque recuerda en un principio como feliz, se vio marcada por una difícil relación con su padre.
"Le deseé la muerte desde la niñez, me dolía mucho como trataba a mis hermanos y a mi madre", relata. Mauricio afirma que, por su relación, creció con la autoestima muerta, ya que su padre echaba por tierra todos los sueños y aspiraciones del joven. Quería estudiar música, ser nadador y luego periodista, y en todas esos casos solo recibió burlas y humillaciones por respuesta, como que "era idiota o que sería gay".
Entre la humillación, las drogas y las burlas a la fe
Como si se tratase de una profecía autocumplida, Mauricio acabó desarrollando tendencias homosexuales. Recuerda el momento que, en última instancia, lo desencadenó. Tenía tres años y estaba en la piscina con su hermano y su padre, cuando este comenzó a burlarse de él al verle desnudo. Desde ese momento, humillado, no dejó de compararse con cómo sería el cuerpo de su padre y fue precisamente lo que buscaría en más de 500 hombres durante toda su vida, según relató en el canal El Rosario de las 11 pm.
Pero si de su padre apenas alberga buenos recuerdos, su madre Dulce María fue su gran protectora. Tanto que incluso admitió haber desarrollado cierta feminidad que contribuyó, sin quererlo, a su homosexualidad. Pero también le inculcó la fe de una forma tan peculiar como cantarle cada noche la canción de la icónica serie mexicana El Chavo del Ocho: Oye amigo, busca la dicha, busca a Jesús, el compañero que será siempre sincero. Busca al más bueno, busca a Jesús. Él no abandona, y si fallas te perdona.
Pero sin un referente estable, ni una vida de fe continuada y con todo lo que le ofreció su exitosa vida laboral, le resultó difícil enfrentar las primeras pruebas. Con 20 años probó, sin quererlo, las primeras drogas por influencia de un amigo y con la misma edad pisó por primera vez Alcohólicos Anónimos.
"Le odié y maldije durante los siguientes 20 años", explicó. Un periodo en el que sufrió más de 20 hospitalizaciones, 8 sobredosis y las consecuencias de consumir 20 gramos de cocaína cada día, así como depresión, ansiedad y alcoholismo y dos intentos de suicidio, unido a siete años de tratamiento psiquiátrico, una imparable adicción a la pornografía y la homosexualidad.
La Iglesia también fue el punto de mira de sus burlas y ofensas durante su periodo como afamado periodista, donde asegura que no faltaron sketch ofensivos con cruces invertidas.
Arrepentido en el instante de su "muerte"
Durante aquellos años, pasó por la práctica de la cienciología, el budismo e incluso tuvo relación con el brujo mayor de México.
"El diablo te va a seducir de una manera en que te haga caer. Mentiría si dijese que la droga es horrible. Los primeros cinco años fue maravilloso, pero los últimos 15 fue un infierno que no le deseo ni a mi peor enemigo. Pero sufrí mucho más como homosexual que como drogadicto. Viví una lujuria devastadora", recuerda.
Recuerda el primer momento en que todo comenzó a cambiar, aunque no fue como le habría gustado. Fue durante su séptima sobredosis, que bien pudo ser la última. A 198 pulsaciones por minuto -más del doble de lo normal- recuerda la cara de desesperación en los médicos de la ambulancia.
"Cuando te mueres lo sabes. En ese momento lo sabía. Los signos vitales empezaron a desaparecer y empecé a tener un miedo como nunca había experimentado, pero también una paz que nunca había sentido. Empezó a existir un silencio que no podría darse en el plano terrenal. Vi como los médicos sacaban los sistemas de reanimación y de pronto, de 198 pulsaciones, mi corazón se paró", recuerda.
Aunque fueron milésimas de segundo, para Mauricio aquel instante duró "miles de años". Y entonces llegó el arrepentimiento: "Mi madre me educó en la fe, y en ese momento empecé a pedir perdón a `diosito´, como lo llamaba ella".
Tras una traumática conversión, el periodista Mauricio Clark se alejó de las cámaras y ofrece conferencias y acompañamiento a quien lo necesita.
El primer "te quiero" de su padre, con 36 años
Durante su búsqueda de perdón, en una comida, Mauricio se abrió a su padre y le recordó la profunda herida que abrió en su vida el comentario que hizo en la piscina junto a su hermano. Nunca habría imaginado la respuesta.
"Me acuerdo perfectamente de ese día. ¿Y sabes por qué te lo dije? Porque eres el único de la familia que tiene la circuncisión. Era una broma de Papá", le respondió.
Atónito, escuchó como su padre se abrió sobre sus graves heridas de la infancia al ser víctima de la pobreza y la violencia de su propio padre, abuelo de Mauricio. Recuerda aquel día como el más feliz de su vida: "Me puse de rodillas y le pedí perdón. Me di cuenta que no le podía exigir lo que a él no le fue dado. El día más feliz de mi vida fue cuando mi padre me dijo `te quiero´ por primera vez, cuando yo tenía 36 años".
El Ave María, su última voluntad
Tan solo dos semanas de su infarto, Mauricio sufrió la que sería su última sobredosis. Ya en el hospital, los médicos llamaron a su familia para que entrase a despedirse de su hijo. Entonces su madre le preguntó cuál era su última voluntad.
"Ave María…", alcanzó a responder agonizante. Y su madre comenzó a rezar "como nunca antes la había visto hacerlo".
Hoy, Mauricio sigue siendo víctima de continuados ataques mediáticos que se ceban con la nueva persona que nació aquel día, que incluso se cambió el nombre de Mauricio a Franco Clark cuando dejó atrás la homosexualidad.
"Pueden llamarme como quieran, pero ¿alguien puede explicarme como llevo 8 años sin mantener relaciones sexuales, por qué mi corazón late, por qué no consumo pornografía, cocaína o alcohol, por qué me atraen las mujeres o cómo pude renunciar al mundo?", planteó tras encontrar a su novia católica en Tierra Santa.
Un exorcismo para "seguir el camino de la luz"
Según relató a TV Notas, llegó a someterse a un exorcismo para liberarse de las influencias a las que sirvió durante su pasado: "Mi familia espiritual me ha levantado con trabajo de exorcismo, oraciones de liberación. En mi pasado serví a varios demonios, y cuando quieres seguir el camino de la luz, no te dejan ir tan fácil. No es como en las películas, pero sí es muy fuerte; estás viendo al demonio frente a ti; estás en una batalla espiritual".
Hoy, Mauricio considera un éxito y una bendición su desaparición de las pantallas. Cuenta que reza cada día por rendirse más a Dios y por que desaparezca su soberbia y todo lo que le aleje de la fe. El verdadero éxito, dice, "consiste en renunciar a uno mismo. Lo único que soy capaz de pedir al Señor es perdón", pues sabe que si está vivo "es por la gracia de Dios, pero también por una madre, Dulce María, que nunca se cansó de rezar por mí".
Tras una vida alejado o contrario a la fe, cuando le preguntan donde milita el responde contundente que es en su Iglesia, en la parroquia de Nuestra Señora de la Paz, al servicio de la fe. "Gracias. No tengo otra cosa más que hacer que agradecer a España, porque gracias a ella fuimos evangelizados", concluye.