Christian Huebner nació y creció en una familia protestante, se graduó en Derecho en Yale, una de las universidades más selectas del mundo, y empezó a ejercer con éxito la abogacía en un importante bufete de Washington. Lo que menos se podría imaginar tanto él como cualquiera que le conociera es que acabaría siendo a sus 35 años ordenado como sacerdote católico.
El pasado 15 de junio este estadounidense recibía la ordenación junto a nueve diáconos más en la basílica de la Inmaculada Concepción culminando un proceso de conversión que comenzó en la universidad y que le llevó años de lucha hasta aceptar que Dios le llamaba a servirle a través del sacerdocio.
"Nunca imaginé que me convertiría en sacerdote católico"
En una entrevista con el Catholic Standard recordaba que “al crecer en una familia protestante nunca imaginé que me convertiría en un sacerdote católico”. Pero en realidad la llamada vocacional la empezó a sentir “poco después” de ser católico.
“Tras luchar durante varios años, me arrepentí y entré en el seminario. Una vez que cedí Dios me regaló una profunda paz. El Señor ha sido fiel en todo este camino”, explica.
El primer paso hasta llegar al sacerdocio fue su conversión al catolicismo y en este punto afirma que se produjo gracias al “Espíritu Santo en el contexto de la amistad”. Precisamente, el contacto con otros católicos jóvenes como él y coherentes con su fe le fue interrogando y llamando la atención hasta tal punto de querer dar el salto y tener esa misma relación con Dios.
Compañeros católicos en la universidad
“Fue durante mis años en la Escuela de Derecho donde conocí un grupo de amigos, muchos de los cuales eran católicos. Vi en ellos una forma de vida y una visión de conjunto que era intrigante”, explica este joven.
Muchas de las conversaciones que tuvo con estos amigos y otras personas católicas que fue conociendo acabaron siendo “providenciales” y fueron “profundizando mi interés” por el catolicismo hasta que incluso siendo aún protestante empezara a asistir a misa. “Entonces –señala Christian- un día una puerta se abrió en mi corazón y en mi menté, y pasé a través de ella”.
En este proceso de conversión y posterior vocación sacerdotal no encontró tampoco el rechazo de su familia, lo que fue de gran ayuda para este joven. Él mismo confiesa que “tengo la bendición de tener un padre, una madre y tres hermanas que desde el principio y hasta el día de hoy me han amado incondicionalmente. Cuando me convertí en católico, algunos se mostraron contentos y otros lo vieron más difícil. Lo mismo cuando decidí ingresar en el seminario. Pero costase lo que costase siempre he tenido su comprensión y amor”.
Un efecto arrastre en su familia
De hecho, la conversión de Christian y su vida como seminarista ha tenido un efecto arrastre en su propia familia y son ya varios familiares los que se han hecho católicos. “Hace unos años, una de mis hermanas, aquí en Washington, fue recibida en la Iglesia, y en esta última Pascua mi madre también se convirtió al catolicismo”, cuenta orgulloso, recordando además que él mismo pudo servir como diácono en esta Vigilia Pascual, algo que “fue muy especial”.
Tras acabar sus estudios de Derecho primero en el St. Olaf College de Minnesota y luego en la Escuela de Derecho de Yale, Christian había empezado a trabajar como abogado y por eso acabó trasladándose a Washington.
Dios le iba preparando el camino
Allí, ya como católico, asistía a la iglesia de San Pedro en el Capitolio. Pero fue un hecho más providencial el que fue alimentando en él la vocación. En la planta baja del edificio de oficinas que albergaba su bufete se encontraba el Centro de Información Católica y allí conoció a un sacerdote, Arne Panula, hoy fallecido, que acabaría siendo vital en este proceso.
“Llegar a al punto de decir ‘sí’ al seminario fue un camino difícil, pero una vez que recibí esa gracia del Señor no tuve muchos problemas para dejar atrás el Derecho”, confiesa.
Un signo que le confirmó que debía ser sacerdote
Este nuevo sacerdote explica que ha tenido "una buena vida trabajando como abogado, no sólo un buen trabajo y buenos compañeros, sino también buenos amigos y una fuerte comunidad católica, la oportunidad de hacer muchas cosas buenas. Pero nunca me sentí enteramente como un abogado porque siempre percibí que había algo más que Dios me pedía”.
Christian asegura que una vez que entró en el seminario vivió un acontecimiento que confirmó esta llamada al sacerdocio. “Me pidieron que prestara servicio en la Mass Red (conocida como Misa Roja y que consiste en una celebración litúrgica para jueces y juristas para dar inicio al año judicial) en la catedral y a ella asistieron muchos miembros de la comunidad legal. Desde mi lugar cerca del altar podía mirar alrededor y ver muchas caras conocidas, y sin embargo, era muy consciente de que estaba entre ellos pero de una manera fundamentalmente muy diferente, en un papel completamente distinto a lo que habría sido un mes antes. Y por alguna razón me sentía mejor estando en este nuevo rol, como si hubiera encontrado mi lugar”.