Antonio José Sánchez Sáez es profesor titular de Derecho en la Universidad de Sevilla. Desde niño le gustaban los estudios y se volcó completamente en ellos. Consiguió las mejores becas, fue enviado a estudiar a Harvard y a la Sorbona. Pero cuanto más reconocimiento tenía más se alejaba de Dios, hasta el punto de atacar las creencias de la Iglesia y defender públicamente el aborto en sus charlas con los amigos.
Ahora ve claro que el demonio le engañó con la soberbia, y tuvo que ser la humildad extrema que vio en La Pasión de Cristo de Mel Gibson en el cine lo que le llevó a una conversión que se acabó afianzando gracias a la Virgen en Garabandal y en otros lugares marianos como Medjugorje.
Sánchez Sáez, casado y padre de tres hijos, recuerda en una entrevista en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie, que tanto él como sus hermanos fueron educados en colegios católicos, pero que esta fe que pudo llegar a tener se fue diluyendo hasta dejar toda práctica religiosa.
“La soberbia de la intelectualidad”
“A mí me han ido siempre muy bien los estudios. Todo mi tiempo y mi vocación era estudiar y sacar las mejores notas. Cuando entré en la universidad me volqué completamente en los estudios y los idiomas. En muchas ocasiones los estudios tienen una parte muy buena de acercarte al Señor, pero a mí me alejó, sobre todo por esa soberbia de creerte que puedes con todo, de ser el número 1, de que te halaguen, de triunfar en el mundo”, explica este andaluz.
Pero además, el profesor de Derecho fue más allá haciendo “proselitismo” de esa forma de pensar, pues cuenta que “utilizaba mi conocimiento para introducir el relativismo en las personas que me rodeaban, y podría haber quitado la fe a mucha gente”.
Él lo llamaba la “soberbia de la intelectualidad” y poco a poco fue intoxicando su corazón hasta llegar a defender públicamente el aborto y “todos los pecados que ahora son alabados como los derechos del hombre”.
“Mi vida estaba vacía”
Antonio tiene claro que “el demonio es muy inteligente” y sabía cómo tentarle para que él cayera, y era el éxito. La mejor beca, Harvard, la Sorbona, la plaza de profesor en la universidad… “No me dejaba reflexionar, no tenía constancia del camino equivocado que estaba llevando, era un frenesí de éxito y de un hombre que según el mundo podía ser ejemplar”.
Sin embargo, confiesa que “mi vida era una vida vacía”, aunque de eso se dio cuenta más tarde. Actuó como un “peón del enemigo” en donde “Dios no tenía hueco en mi vida”.
Fue entonces cuando se echó novia y se acabó casando con ella. Su esposa era católica, pero poco a poco fue alejándola de la práctica religiosa. Y llegó el momento que cambiaría su vida para siempre.
Una película comenzó a cambiar su vida
Una tarde acudió con su esposa para ver alguna película en versión original, pues ella es profesora de inglés. Aquel día no había ninguna, pero proyectaban La Pasión de Cristo de Mel Gibson.
“Entramos sin que tuviéramos idea de qué era la película, ni que la dirigía Mel Gibson”, recuerda Antonio. No había más de quince personas allí y según empezó a ver las escenas quedó “absorbido” completamente.
Cuando Jesús aparece en el Monte de los Olivos, y vio el enormemente sufrimiento de Jesús, este profesor asegura que “empecé a sentir mucho dolor por mis pecados y luego el don de lágrimas”. Durante toda la película estuvo llorando. “No era un llanto histérico –explica- sino que recuerdo que eran lágrimas calientes, que me empaparon toda la camisa y me llegaban hasta el pantalón. Cuando acabó la película me sentí transformado y pensé: ‘todo esto fue verdad, ¡lo sufriste por mí!”.
“¿Qué te ha pasado?”
El problema era que había llorado tanto que le daba vergüenza que le viera su mujer, y por eso no se atrevía a levantarse de la butaca. Y entonces en los créditos de la película vio que Mel Gibson se había basado en las visiones de la beata Ana Catalina Emmerich (cuyos libros puede comprar aquí) y los escritos de la española sor María de Jesús de Ágreda.
En su retina se quedaron esos dos nombres que más adelante tuvieron un papel muy importante en su vida. Al día siguiente, Antonio tenía un hambre enorme de Dios, y dijo a su mujer que quería ir a misa. “¿Qué te ha pasado?”, le preguntó extrañada, pues él siempre se empeñaba en quitar y esconder cualquier imagen religiosa que encontrase. Además, quería confesar.
De defender el aborto a rezar frente a un abortorio
Al verla tan sorprendida, le contó todo lo que había experimentado en el cine. Y así se fraguó la conversión de Antonio y la vuelta a la práctica religiosa plena de su esposa. “En aquella primera confesión hubo otra llantina y una alegría tremenda tras muchos años. Esto me llevó rápidamente a la Adoración y luego a rezar frente a un abortorio. ¡Yo, que apoyaba el aborto! El Señor lo barrió todo y me transformó”.
Desde aquel momento, Antonio quiso ofrecer su vida para ser un “instrumento de misericordia, que Dios existe, y que su Madre nos busca siempre para traernos, por muy alejados que estemos”.
Un carisma mariano muy especial
Pues si su conversión comenzó con la película de La Pasión, y se fue fraguando con las lecturas de la beata Emmerich y sor María Jesús de Ágreda, se consolidó gracias a la Virgen María. “Desde el principio, mi conversión tuvo un carácter apocalíptico”, explica este profesor universitario.
Esto le llevó a interesarse sobremanera por las apariciones de la Virgen María y por sus mensajes. “Mi devoción y carisma han sido los avisos que Nuestra Madre del Cielo nos ha hecho desde estos últimos 150 años”, conociendo “por qué se aparecía” y hablaba de la “urgente conversión”, la “gran apostasía” y la segunda venida del Señor.
Las pruebas de fe a la Virgen
Así fue como descubrió las apariciones de Garabandal, una pequeña aldea cántabra en la que se habría aparecido la Virgen a unas niñas durante la década de los 60 del pasado siglo. “Tenía que ir a Garabandal: “’Quiero ir’, le dije a mi mujer”. Iba a ir solo pero convencí a mi mujer. Fuimos y allí a la Virgen le pedí dos pruebas de fe”.
Como hombre de estudio y de ciencia necesitaba conocer la verdad. De hecho, sabía que el demonio le había atacado por la inteligencia y el conocimiento, y por eso Dios le convenció a través de la los argumentos filosóficos, doctrinales e históricos. En su naturaleza siempre había estado el investigar todo.
Y allí estaba, en Garabandal delante de la pequeña imagen de la Virgen situada en Los Pinos. “Pedí dos pruebas sobrenaturales y me las dio. Fueron clarísimas, patentes y evidentes, y desde entonces la Virgen de Garabandal me acompaña y la tengo en mi dormitorio, en mi coche, en mi Rosario de dedo y la tengo muy presente en mi vida.
Y este mensaje mariano se ha convertido en vital en su vida y en una misión apostólica. “Si no cambiamos de rumbo y no nos convertimos (como los habitantes de Nínive ante las advertencias de Jonás), pronto comenzarán los acontecimientos apocalípticos allí descritos, y que nos ha recordado la Virgen angustiosamente en sus apariciones de los últimos años, muchas ya aprobadas y reconocidas por la Iglesia (La Salette, Lourdes, Fátima, Amsterdam, Akita, Kibeho) y otras aún por aprobar (Ezquioga, Garabandal, Prado Nuevo, Medjugorje). Si los profetas anunciaron la proximidad del Mesías, de Cristo, es ahora su madre, la Santísima Virgen María, la que, desde hace décadas, nos profetiza la inminencia de su segunda venida. Si antes Cristo vino al mundo, en su primera venida, por medio de su madre, también ahora será ella la que nos lo traiga por segunda vez. Es un carisma difícil de llevar el que Dios me dio, pero con la ayuda de la Virgen y la de mi director espiritual, se hace menos pesado”, afirmaba Antonio en otra entrevista.
Publicado originariamente en Cari Filii News
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