El próximo 29 de diciembre en la catedral de Karagandá y con una temperatura media que oscilará en torno a los -15 centígrados, Valery Khon será finalmente bautizado tras dos décadas en las que ha visto como su mujer y sus hijos vivían como católicos tras su conversión e iban madurando en la fe mientras él seguía como un “pagano” que creía no necesitar a Dios.
La revista Huellas, editada por Comunión y Liberación, relata la historia de esta familia que vive en la estepa de la república exsoviética de Kazajistán y que ha experimentado como Dios va tocando los corazones y moldeando poco a poco a las personas, incluso aunque los años vayan pasando.
Una conversión que tardó dos décadas en llegar
“Vivía con ellos, y sin darme cuenta, Jesús me iba trabajando. Y yo también trabajaba…”, confiesa Valery, hasta que al fin fue él mismo el que fue a pedir el Bautismo, que se producirá la víspera de la fiesta de la Sagrada Familia.
Lyubov, esposa de Valery, es profesora de Literatura rusa
Todo empezó con la conversión de su mujer Lyubov, profesora de un instituto. En 1996 en este centro escolar conoció al sacerdote italiano Edoardo Canneta, que impartió una conferencia. “Jamás había escuchado a nadie hablar así de la religión”, cuenta ella.
Esta charla provocó que Lyubov se acercara a este sacerdote y a su entorno de Comunión y Liberación. Al cabo de año y medio, pidió el Bautismo para ella y Maxim, el mayor de sus hijos. Pero un mes antes de la ceremonia el sacerdote pidió también hablar con Valery.
"No necesitaba la fe"
Valery y Lyubov se conocieron en 1980 por voluntad de sus respectivas familias. Ella confiesa que fue “una boda combinada en nuestro círculo étnico coreano. Estaba enfadada con mi padre, que había decidido que me casara con ese joven médico. Sin embargo, luego me fue bien”.
El sacerdote quería hablar con Valery para ver si podían casarse por la Iglesia, pues en el enlace producido años antes no había ningún componente religioso. “El padre Edo me lo explicó todo. Yo era ateo, pagano, pero le dije que conocía bien a mi mujer, que la veía cambiar… Y que me fiaba de ella. Por lo tanto, nos casaríamos por la Iglesia, en un matrimonio mixto entre una católica y un ateo”, cuenta él.
El cambio que iba viendo en su familia
Valery era muy consciente del cambio que se había producido en su familia tras su conversión. Recuerda que “todo para mí era nuevo. Yo miraba cómo vivían ella y mis hijos, Maxim y Aliosha, en esa compañía. Veía que era algo bello, bueno y justo. Quería para ellos que siguieran ese camino, pero no lo necesitaba para mí. La fe para mí no era importante. He tardado veinte años en comprender que yo también la necesito”.
Valery será bautizado en la catedral de Nuestra Señora de Fátima en Karagandá
Poco a poco, la fe de su familia iba haciendo mella en él. “Vivía con ellos y, sin darme cuenta, Jesús me iba trabajando. Y yo también trabajaba… Tenía muchas preguntas y cada vez crecía más la percepción de que esa compañía y esa historia fueran también para mí”, señala.
Él mismo se fue haciendo muy amigo de los tres sacerdotes italianos que estaban allí destinados y cómo estos religiosos acompañaron a su familia cuando su hijo Maxim sufrió un gravísimo accidente de tráfico. También se percató del bien que hacía la fe en el cambio de su otro hijo, Aliosha, que era un joven que “tuvo muchos problemas” y que ahora es un padre de familia en Italia.
El crucial encuentro con unos ex-compañeros
El pasado mes de febrero fue un momento crucial, pues este matrimonio fue invitado a Vilna, en Lituania, para participar en la asamblea de responsables de Comunión y Liberación de los países de la antigua Unión Soviética. Aprovechando el viaje, unos días antes visitaron Alemania, donde Maxim vive con su familia.
“En esa ocasión –asegura Valery- pude volver a ver a dos compañeros míos de Medicina que viven allí”. Aquel encuentro fue muy emotivo, pero horas más tarde cenando con su hijo hablaron de la insatisfacción de aquellos amigos a pesar del éxito en su vida y de la tristeza que se veía en ellos.
Ante esta situación, el hijo espetó a Valery: “Papá, ¿qué te dice su vida? No puedes seguir escondiéndote. ¿Por qué no pides el Bautismo?”. El padre se quedó callado y pensativo durante su viaje de regreso a Vilna.
Pero fue precisamente ahí donde Dios entró en su vida. “Delante de esos dos compañeros, se me hizo evidente que sin la fe, sin tener un fundamento, el hombre no puede vivir. Y que sólo Dios puede ser esta raíz. Yo lo he experimentado y sigo comprobándolo”, asegura Valery.
"Sin fe falta un apoyo profundo en la vida"
Y con este pensamiento en su cabeza según llegó a Lituania se fue corriendo a buscar a Don Adelio, uno de los tres sacerdotes italianos que están en Kazajistán, y que también estaba en la asamblea. Valery recuerda que “no lo había comentado ni con Lyubov, pero a él se lo conté todo. Y le pedí recibir el don del Bautismo, porque sin fe falta un apoyo profundo en la vida”. Y en poco más de dos meses, Dios mediante, esta familia ya será católica al completo.