La colombiana Amada Rosa Pérez marcó a toda una generación como modelo y actriz. Por su gran presencia mediática, su conversión a la fe católica tuvo una gran repercusión y su testimonio fue relatado en numerosas ocasiones. Recientemente ha narrado su propia experiencia en torno al aborto y se ha sincerado respecto una faceta no tan conocida de su pasado: las consecuencias que arrastró durante años por el síndrome posaborto.
Y es que, como ha mencionado entrevistada por Aciprensa, la colombiana practicó el aborto en tres ocasiones antes de su conversión.
Puedes leer más aquí sobre la conversión de Amada Rosa Pérez.
Tres mentiras en torno al aborto
Cuenta, en primer lugar, que para llegar a cometer un aborto antes hay que creer o dejarse engañar por varias mentiras. La primera de ellas, que las relaciones, como muchos otros aspectos, no tienen consecuencias.
"Somos maduros para tener relaciones prematrimoniales pero inmaduros para asumir la responsabilidad de la maternidad. El embarazo es lo más natural que puede resultar de la unión del hombre y la mujer, pero cuando está fuera del contexto del matrimonio vienen el miedo y la ansiedad", menciona.
La segunda, que lo más importante durante un embarazo no son ambas vidas, sino por encima la de la madre, y que ambas son independientes: "Cometí aborto por miedo, porque estuve presionada por la pareja y creí en lo que me decían, que lo más importante eran mis sueños y mi éxito profesional".
Y la tercera, que una vez pasado el aborto, todos los "problemas" desaparecerían: ella lo recuerda como "un infierno". Cuenta que sintió "una culpa que carcome el alma", ansiedad, depresión, vacío y pesadillas, y afirma que “quienes han abortado y se muestran tranquilas son solo apariencias: "Yo lo viví, yo salía en entrevistas sonriendo y por dentro mi corazón estaba destrozado”.
Adicciones, lesiones, suicidio...: el síndrome posaborto
Entre otras consecuencias de este síndrome posaborto, la modelo colombiana destaca la propensión a adicciones, esterilidad e incluso daños y lesiones en órganos de la mujer, algunos de los cuales les causan la muerte.
“Yo también tuve pensamientos suicidas, creía que no era digna de seguir viviendo porque había matado a mi hijo, y sufría por la fijación de recuerdos relacionados con el aborto. Tal vez una de las más comunes consecuencias es la pérdida de la ternura, nuestro corazón de mujer se vuelve más duro”, explica.
Tanto es así que Amada asegura no conocer a una sola mujer que habiendo abortado no haya vivido "ese infierno", frente a "muchas que han tenido a sus hijos y son su bendición".
Antes de concluir, la modelo se detiene en un punto que considera relevante en torno al aborto y es su denominación como Interrupción Voluntaria del Embarazo. “No es algo tan sencillo como interrupción, ¿y si quiero retomar mi embarazo? ¿Quién me devuelve a mis hijos? Estamos viviendo una cultura de muerte que está dañando la mente y el corazón de las niñas y las mujeres que piensan que si acaban con la vida de sus hijos son libres. ¡Al contrario, eso las hace esclavas!", sentencia.
Un negocio para dañar a la mujer
Por ello, invita al lector a plantearse no su denominación, sino "quién está detrás" de esta práctica.
“Detrás del aborto hay un gran negocio manejado por hombres que hacen creer a la mujer que están luchando por sus derechos, cuando lo que hacen es un daño a su salud física, mental, emocional y espiritual”, asegura.
Hoy, esta mujer próvida tiene 45 años, está casada y tiene un hijo de 5 años. Junto a su familia, Amada practica su fe y entre sus principales dedicaciones se encuentra alertar no solo sobre las causas e implicaciones del aborto, sino del síndrome silenciado y que supone un infierno para todas las que lo practican.
"Yo cuento mi testimonio por gracia de Dios, pero conozco a muchas mujeres que a pesar de estar en los caminos del Señor no pueden hablar de sus abortos porque resulta doloroso. Yo simplemente soy un granito de arena. Dios permitió que fuera una figura pública para dar sus mensajes, solo le pido no soltarme de Él jamás y poder hacer su voluntad”, concluye.