Sergio Rodríguez Cuadrado vive agradecido porque sabe que todo es un regalo. El tiempo que ahora disfruta con su mujer, sus cinco hijos, sus familiares, amigos y los hermanos con los que vive la fe en el Camino Neocatecumenal en Madrid es pura gracia pues no una vez sino dos ha vencido a linfomas no curables para los que le habían dado un tiempo máximo de vida.
Ahora este padre de familia relata su testimonio, echa la vista atrás y ve como Dios ha actuado en su vida no sólo al poder curarse de dos cánceres sino sobre todo a haberlos podido pasar desde la fe, que es lo que junto a los médicos le mantuvo con vida.
Con tan sólo 28 años, poco después de haberse casado y tener a su primer hijo Sergio fue diagnosticado de un linfoma No Hodking Angioinmunoblástico, y el pronóstico fue muy pesimista. Pero ya entonces hubo un primer hecho inexplicable. Los médicos le dijeron que aquellas serían sus últimas navidades con vida, pero de manera sorprendente el 25 de diciembre se levantó de la cama mucho mejor y la analítica mostró que el linfoma había desparecido totalmente.
14 años después le diagnosticaron otro linfoma. Esta ha sido su gran prueba durante estos últimos años. Ya con cinco hijos el pronóstico no podía ser peor. Dieron a Sergio seis meses de vida. Más adelante como última opción le ofrecieron un tratamiento experimental para el que necesitaba unos mínimos de resistencia física.
Ese mismo fin de semana que se lo plantearon viajó con su familia a Lourdes. A la vuelta le hicieron los análisis para saber si podría acogerse a aquel tratamiento. Le dieron dos noticias: una mala, estaba muy débil y su nivel de plaquetas era insuficiente. No podría someterse a esta prueba experimental. Pero la segunda noticia era que no lo necesitaría, porque nuevamente el linfoma había desaparecido completamente. Un nuevo “milagro”.
Durante este segundo cáncer una enorme cadena de oración ha estado pidiendo por Sergio, e incluso en ese tiempo ha ido publicando vídeos y testimonios sobre como vivía la enfermedad desde la fe. Y ahora que ya está curado ha relatado su testimonio en un vídeo para los antiguos alumnos de la Universidad Francisco de Vitoria, en la que él mismo estudió Administración y Dirección de Empresas.
“Con el primer linfoma cambió mi vida radicalmente porque me tuve que replantear toda mi vida (…) Te planteas qué es lo importante, y estas experiencias sirven en el fondo para esto, para valorar qué es lo importante y que no”, explica.
Ya con el segundo pensó: “No puede ser otra vez”. Y al ver el tipo de linfoma y las posibilidades de supervivencia estaba convencido de que aquella vez moriría. “Un milagro enorme una vez, vale, pero dos veces seguidas… puede ser demasiado”, cuenta Sergio. Afortunadamente se equivocó.
Este madrileño recuerda que “cuando me dijo el médico que me quedaban seis meses de vida me quedé petrificado, salí de la consulta con mi mujer y me pregunté, ¿qué hago yo ahora? Lo único que pude hacer fue abrazarme con mi mujer, le dije que la quería y lloramos juntos”.
A continuación se planteó que si le quedaban 180 días de vida qué debía hacer. Tenía cinco hijos, una mujer maravillosa. Era el momento de “vivir la vida”, porque al final “toda vida merece ser vivida independientemente de las circunstancias, del tiempo que te quede y de las dificultades que haya”.
En un vídeo que publicó en plena enfermedad desde el hospital explicaba que “de lo que se arrepiente uno cuando se va a morir es de no haber amado lo suficiente” y recalcó que “nunca es tarde parar querer, porque puede que haya gente que nunca haya amado de verdad porque el amor no es servirse del otro, es servir al otro”.
Pero todo ello no quita los momentos de terrible sufrimiento que ha pasado, no sólo físico. “Recuerdo uno con mi hija que tenía ocho años y me decía: ‘no quiero que te mueras’. Yo no podía decirle que no porque qué padre sería si le mintiese. Tuve que decirle: ‘hoy estoy vivo, vamos a disfrutar de hoy, mañana Dios dirá e iremos viendo cada día qué quiere Dios de nosotros”.
Sergio Rodríguez Cuadrado, en el hospital junto a su mujer
Todo lo que ha pasado en su vida, estos dos graves linfomas y sus curaciones milagrosas, tiene un sentido para él: “Esto tiene un significado, haberme encontrado con el amor de Dios. Así de claro y sencillo. La gente que no cree a lo mejor no lo entiende. Pero al final en ese sufrimiento es donde uno se encuentra realmente con Dios y ahí lo he visto. Ese amor que Dios me ha dado me ha llenado el corazón y me siento necesitado de transmitirlo a los demás”.
Esta experiencia –afirma Sergio- le ha cambiado la vida en varios aspectos, aunque “sigo siendo el mismo gruñón de siempre hago muchas más cosas de manera voluntaria y entregada pensando en el bien de los demás que antes no hacía. Ahora me siento más lleno del amor de Dios. Yo no he hecho nada, es Dios quien me ha dado una felicidad que no tenía antes”.
En mayo de 2019, en plena enfermedad, Sergio escribía sobre “por qué no me he rebelado contra Dios”, lo que ahora ayuda entender lo que la fe ha significado en todo este proceso.
Esto es una parte de lo que este católico explicaba:
“Desde que estoy enfermo Dios no ha parado de hablarme en multitud de ocasiones. Una de ellas, que nos llegó al alma a mi mujer y a mí fue cuando fuimos a rezar con nuestra comunidad (vivimos nuestra fe en una comunidad neocatecumenal) y todos cantamos el Credo y rezamos un misterio del rosario entre lágrimas de emoción porque yo estaba pasando por uno de los peores momentos de la enfermedad. Al terminar de rezar, se nos acercó uno de nuestros hijos, que tenía 11 años, y le dijo a mi mujer: “Mamá no te preocupes que Dios no nos va a dar nada que no sea bueno para nosotros”. Está claro que esas palabras se las puso Dios a mi hijo, sólo hay que querer verlo. Y esas palabras son totalmente ciertas.
¿Cómo voy a rebelarme contra aquel que me ha creado, que me ama desde siempre, que me ha dado una familia estupenda, unos hijos maravillosos, una vida plena, etc? Esta enfermedad tiene aspecto de algo malo, de algo que me va a alejar de lo que quiero, de algo que sólo me va a hacer sufrir y de algo que no tiene ningún sentido. Pero en realidad es todo lo contrario. El cáncer está siendo algo que, a pesar de ser duro físicamente, está haciendo mucho bien a mí, a mi familia, a las personas que me conocen y a las que no me conocen ni yo a ellos.
Yo soy una persona muy positiva, siempre lo he sido aunque a lo largo de este último año y medio he tenido algún momento de bajón, y por eso me gusta ver siempre el lado bueno de las cosas. Lo bueno de la enfermedad es que me hace ver lo frágil que soy. Siempre tendemos a pensar que vamos a vivir muchos años, pero eso nadie lo sabe y con la enfermedad te das cuenta de que la vida es un suspiro que se puede interrumpir en cualquier momento. Esto me ayuda a parar y poner cada cosa en su lugar y a darle la importancia que tiene. Por ejemplo, en lugar de pensar en el futuro y proyectarme en cosas que seguramente nunca ocurrirán, el cáncer me ayuda a vivir el día a día, en dar gracias cada mañana de que estoy vivo y que puedo disfrutar de otro día más. Nunca sabemos cuándo no nos levantaremos por la mañana, ¿pero cuántas veces agradecemos el levantarnos cada mañana? Pues eso lo hago cada día, y es maravilloso poder disfrutar de cada instante como si fuera el último.
Otro motivo por el que no me rebelo es que Dios nos permite y nos envía acontecimientos para que nos encontremos con Él. ¿Estaría todos los días acordándome de Dios en cada momento si no tuviera cáncer? Es posible que no, y seguramente tampoco le estaría agradeciendo la viva que llevo vivida y la que voy viviendo diariamente. Es una bendición poder tener a Dios presente en todo momento del día, y no sólo para pedirle cosas sino para hablarle, darle gracias o simplemente para dejarme amar por Él. Porque es verdad, estando en esta situación Dios no me ha abandonado nunca y tiene muchos detalles de amor conmigo, por ejemplo, cuando crees que ya todo está perdido, va y te abre una ventana por la que entra aire fresco que me renueva. A mí, en situaciones difíciles, me ha enviado personas que no esperaba y a las que aprecio mucho, para que me visiten y me hablasen de parte de Dios. Han sido momentos vividos como caricias de un Padre que está pendiente de hijo cuando peor me encontraba.
Existen multitud de motivos más por los que no me rebelo contra Dios, pero el último que me gustaría decir es que Dios no me ha enviado una enfermedad muy grave para fastidiarme sino para darme la gran oportunidad de mi vida para hacer el BIEN. Para mí es una gran responsabilidad que Dios se fíe de mí y me encomiende esta gran misión. ¿Y cuál esta gran misión que me encomienda y con la que puedo hacer mucho bien? Muy fácil, tan simple como ofrecer mis sufrimientos por los demás, interceder por las personas y colaborar con la redención. Suena muy raro y difícil, pero es tan sencillo como rezar por los que sufren, ofrecerle a Dios cada sufrimiento diario (físico o psicológico) para la conversión de los pecadores y para la salvación de las almas. Es increíble y suena a fantasía, pero es totalmente cierto que esto es así. Hasta tal punto es verdad, que gente alejada de Dios y de la Iglesia me han dicho que han comenzado a rezar por mí, que se han animado a aprenderse el Padrenuestro y el Ave María tras oír mi testimonio, que se han llegado a plantear el bautizar a su hijo, que en momentos de sufrimientos que estaban viviendo se han visto animados y reconfortados por leer unas cartas que escribí, etc.
¿Cómo voy a rebelarme si Dios no para de hacer milagros físicos y espirituales?
La enfermedad no la deseo y me hace sufrir, pero tampoco puedo decir que sea algo malo en mi vida. Desde luego que es una cruz, pero es que en la cruz está Jesucristo con los brazos abiertos esperándome para darme todo su amor".