En la madrugada de este domingo 17 de septiembre fallecía a los 80 años de edad una de las voces más reconocibles de la radio española, la del locutor deportivo, y anteriormente también musical, Pepe Domingo Castaño.
El veterano periodista ha muerto en el Hospital de la Zarzuela de Madrid, tal y como ha informado la cadena COPE, emisora en la que trabajaba desde 2010 en el programa deportivo Tiempo de juego.
“La radio ya nunca volverá a sonar igual sin ti”, ha despedido el programa en el que trabajaba en su cuenta de Twitter al que fuera uno de sus principales animadores. Antes de Tiempo de juego, el programa que narra en directo cada fin de semana la jornada deportiva, había sido uno de los principales protagonistas del Carrusel Deportivo de la Cadena SER, junto a Paco González y Manolo Lama.
Lo que menos conocen es la profunda vinculación que Pepe Domingo Castaño tenía con los dominicos, donde llegó a ser novicio siendo muy joven, aunque acabaría dejándolo por falta de vocación. Aún así, se siente muy agradecido por todo lo recibido por la Orden de Predicadores. Así lo confesaba en una entrevista con la Orden el pasado mes de julio.
Pepe Domingo Castaño y su hermano, en su juvenil etapa de noviciado.
¿Qué aprendió de los dominicos?, le preguntaron. Y su respuesta no deja lugar a dudas: “Todo. Mi formación viene de ellos, de cada uno de ellos. Aprendí a ser persona, a respetar a los demás, a darle una oportunidad a la gente, a creer que lo más importante en la vida es la verdad, a respetar a mis padres, a repartir cariño, a tener un bagaje cultural brutal que no tenían otros chicos de mi edad, y prueba de ello es que todo eso me sirvió para ser lo que he intentado y he luchado por llegar a ser”.
“En Padrón había un convento de dominicos y me hice muy amigo de los frailes. Era monaguillo y me llevaron a Corias, en Asturias. Allí estuve cinco años y luego mi curso inauguró el colegio de la Virgen del Camino. Estaba sin terminar todavía y recuerdo que nos fuimos de Corias, a casa, en vacaciones y volvimos ya a la Virgen del Camino. O sea, que en la Virgen del Camino estuve un año y cinco en Corias”, relataba Castaño apenas dos meses antes de morir.
De hecho, su afición a la radio le llegó por esta influencia dominica. Contaba que “había un padre muy simpático que nos daba clases de literatura, el padre Felipe Lanz, que fue el que me animó a escribir, y había otro, el padre Paraguirre, que era un cachondo de la vida, un tío que vivía muy feliz, que transmitía mucha felicidad, y un día se le ocurrió la idea de montar una emisora y pidió voluntarios. Yo, lógicamente, me presenté como locutor. Hicieron unas pruebas pequeñitas, me aceptaron y montamos una emisora que se llamaba Radio Cauriense, de Corias. Y ahí empezamos a hacer cositas, leíamos poemas, trozos de libros, hacíamos concursos, todo muy pequeñito, una niñería, pero bueno, tuvimos mucho éxito”.
Pese a tener 80 años todavía esta influencia en su infancia era palpable. Castaño recalaba que recordaba con especial cariño al padre Lanz. “Guardo de él un comentario a una redacción que nos pidió, y ponía: "Es usted muy bueno, pero no se preocupe de ser brillante, sea sencillo. Escribirá mejor, pero tiene usted madera de escritor". A mí aquello, con 10-11 años que tenía, me animó muchísimo y me dediqué a escribir poemas con aquel estilo mío de entonces, y nunca dejé de hacerlos, todavía sigo escribiendo”.
Y aunque empezó el noviciado su vocación no prosperó, pues asegura que en realidad nunca la tuvo. Aseguraba que se dio cuenta del todo “cuando me empezaron a llamar fray Castaño, cuando me pusieron el hábito en Palencia, en el colegio de San Pablo. Con el hábito me pusieron una responsabilidad tremenda. Me miraba al espejo, me veía con aquel hábito y no me lo creía y me decía: ‘¿Qué pinto aquí si realmente yo he venido aquí a estudiar?’. Cuando me dijeron que podía ir a Corias a estudiar era a eso, a estudiar. Yo nunca pensé en ser fraile, por lo menos no tenía esa intención, pero claro, el contacto con ellos, luego ya el noviciado, estás allí todo el día rezando, haciendo cosas que tenían poca relación con el estudio. Y me di cuenta de que me costaba y se lo dije al padre maestro, que era el padre Merino, que era un santo varón increíble y me dijo ‘piénsatelo, piénsatelo’. Me lo pensé, volví y le dije que me iba”.