La película El exorcista, dirigida por William Friedkin en 1973, está basada en el libro del mismo título escrito dos años antes por William Peter Blatty. Éste tomó la idea de un caso real que leyó en un artículo de Bill Brinkley en el Washington Post en agosto de 1949, cuando era estudiante en Georgetown: la posesión diabólica y exorcismo de un niño de 14 años que aparecía en la noticia con el pseudónimo de 'Roland Doe' y vivía en Maryland.
Su identidad real, solo conocida por los sacerdotes que participaron en el exorcismo, había sido descubierta por algunos investigadores en los años 90, pero por motivos legales la mantuvieron en secreto. Tras la muerte el año pasado de 'Roland Doe' desaparecieron las razones que aconsejaban ocultarlo, y recientemente su nombre fue revelado por otro investigador, JD Sword (por cierto, confeso miembro de la Iglesia de Satán), quien retomó la historia en su blog y la verificó de nuevo.
El espiritismo de la 'tía Tillie'
Aquel adolescente se llamó Ronald Edwin Hunkeler. Nació el 1 de junio de 1935 y murió el 10 de mayo de 2020, y fue un notable ingeniero de la NASA, donde trabajó durante casi cuarenta años hasta su jubilación en 2001, temeroso siempre de que alguien descubriese su pasado. Patentó una tecnología con la que fabricar paneles resistentes a temperaturas extremas para lanzaderas espaciales y colaboró con las misiones Apolo de los años 60, que entre otros logros permitieron llevar al primer hombre a la Luna en 1969.
Pero mucho tiempo antes de eso, cuando era un adolescente, Ronald había sido instruido en la comunicación con los muertos a través de la ouija por su 'tía Tillie', cultivadora del espiritismo. Al cabo de un tiempo, en enero de 1949, empezaron a suceder en su habitación los fenómenos que la película hizo célebres: su cama se sacudía y elevaba cuando él se acostaba, por el cuarto volaban los objetos y unos ruidos terroríficos se escuchaban desde fuera.
Los Hunkeler eran protestantes, así que, ante estos hechos, la madre de Ronald acudió al pastor de su comunidad, Luther Schulze. Éste les aconsejó visitar a médicos y psicólogos, que no encontraron en el chico nada extraño. Schulze trasladó también el caso al laboratorio de Parapsicología de la Duke University, en Carolina del Norte. Finalmente sugirió a la familia acudir a un sacerdote católico, el jesuita William Bowdern, quien, una vez confirmado el criterio clínico negativo, procedió a los exorcismos. Empezaron en marzo de 1949, fueron veinte durante dos meses, y concluyeron con la liberación completa de Ronald, quien afirmó haber visto al arcángel San Miguel sosteniendo una espada flamígera.
Hasta catorce testigos presenciaron las sesiones, entre ellos los jesuitas Walter Halloran, Raymond Bishop y el padre Hughes.
La investigación
El periodista Mark Opsasnick, al comenzar sus pesquisas en el barrio donde se suponía vivía Ronald, conoció a un vecino del barrio que era amigo del padre Hughes y le llevó hasta él. El periodista logró sacarle al religioso dónde había vivido el joven (Cottage City) y el instituto donde había estudiado (Gonzaga High, un centro de la Compañía de Jesús). Calculando las fechas fue posible localizar la calle donde había vivido Ronald y descubrir su nombre. Todo concordaba, incluso la existencia de una hermana de su madre que respondía al perfil del relato: Mathilda Hendricks, la ficticia 'tía Tillie'.
Tanto el padre Bowdern como el padre Bishop llevaron un diario de los acontecimientos, que fueron publicados años después, y algunos detalles encontrados en ellos fueron cruzados con el resultado de la investigación, que quedó así confirmado.
Ronald Hunkeler, según la fotografía ofrecida por JD Sword.
¿Qué se pudo averiguar sobre su vida? Durante su exitosa carrera profesional en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA nadie sospechó esa singularidad de su adolescencia. Pero él sí vivía atemorizado por la hipótesis de ser descubierto. "Tuvo una vida terrible de preocupación" por este motivo, afirma la mujer que fue su pareja durante 29 años. Tanto, que al llegar Halloween se iba de casa, por si acaso alguien aprovechaba esa festividad para presentarse allí, desvelar su secreto y robarle para siempre la paz.
Según esta fuente, que cita el New York Post de forma anónima en un reportaje donde completa esta historia, tuvo dos hijas y un hijo, pero estaba distanciado de ellos y cuando murió y fue incinerado ninguno asistió al funeral.
¿Quién llamó al sacerdote?
La compañera de Ronald afirma que Ronald nunca creyó haber estado poseído y rechazaba la religión. Él decía que todo había sido una invención: "Simplemente, yo era un mal chico", comentaba.
Pero hay un suceso contradictorio con esta teoría, que ella no puede explicar. Poco antes de que Hunkeler muriera a los 86 años, a consecuencia de un derrame cerebral, un sacerdote católico se presentó en la casa para administrarle los últimos sacramentos. Ella no le había llamado: "No tengo ni idea de cómo el padre supo que tenía que venir, pero llevó a Ron al cielo. Ahora Ron está en el cielo con Dios".