La graduación en la universidad es uno de los momentos que marcan la que muchos dicen que es “la mejor etapa de la vida”. Una de las personas que pueden confirmarlo es Reginaldo Menene Oluy, o sólo “Menene”, como le gusta que le llamen. Este estudiante guineano de 26 años puede, además, añadir que su felicidad por este momento “no es un mérito propio, si no un agradecimiento a todo lo que he recibido”, tal y como recoge el periodista de la cadena COPE, Pablo Valentín-Gamazo. Su vida está siendo una odisea que comienza en una humilde población de Guinea Ecuatorial, pero en la que Dios se ha hecho presente de muchas formas a través de la fe trasmitida por su bisabuela, con muchos y buenos sacerdotes y catequistas, hasta que un grupo de misioneros llegó a su diócesis de Ebibeyin y le animaron a venir a España a seguir estudiando.
Lo cierto es que después de cuatro años, Menene recibió la beca de graduado en ADE y Relaciones Internacionales por la Universidad Francisco de Vitoria el pasado viernes. El universitario llegó a nuestro país en enero de 2015 y este reconocimiento académico le hace acordarse de cuando rezaba en Guinea Ecuatorial, su país natal, para poder salir adelante.
“Señor, quiero tener una buena formación, ayúdame”
Esa era la oración que hacía Menene cuando preparaba la selectividad en Guinea Ecuatorial. Esa petición tuvo respuesta en 2013... y más de la que quizá se esperaba en un principio. La respuesta vino a su país en forma de jóvenes, sacerdotes y consagradas con algo en común: un pañuelo misionero al cuello y ganas de darse a los demás.
Menene conoció a estos misioneros del Regnum Christi cuando vinieron a ayudar a su diócesis en Guinea, la de Ebibeyin. Él y otros jóvenes pudieron ver lo que hacían y decidieron echar una mano. “Nos impactó mucho la experiencia misionera y nos sumamos a la iniciativa”, explica.
"Nos impactó mucho la experiencia misionera y nos sumamos a la iniciativa", explica Menene
Así fue como conoció al P. Miguel Segura. En el caso de Menene, comenzaron a hablarle de palabras que no controlaba: becas, ayudas, expedientes, etc. El religioso quería que pudieran estudiar en España, aunque, en un principio, no pudo darles ninguna garantía.
Sin embargo, la realidad es que el 26 de enero de 2015, Menene estaba en España. Iba a estudiar un doble grado en la UFV y tenía una beca de estancia en el colegio mayor de la propia universidad. Hoy, todavía se pregunta: “¿Cómo he llegado yo hasta aquí?”.
Él mismo reconoce que la oración es la respuesta. “Esto no me ha caído del cielo, lo considero un fruto de la oración”, afirma.
La importancia de la oración y la actitud de abandono
Las palabras y expresiones que más repite Menene en la conversación son “gracias”, “agradecido”, “lo recibido”, “oración”, etc. Desde que rezó en Guinea para pedir una buena educación, su camino ha sido un agradecimiento constante. Esa petición que elevó al cielo, para alguien como Menene y en un país como Guinea Ecuatorial, no era pedir poca cosa.
El recién graduado explica que la posibilidad de acceder a formación fuera del país es una oportunidad reservada a unos pocos. “En África lo que está de moda es salir y formarte fuera, porque eso sólo lo pueden los hijos de las familias que tienen petróleo. Para las familias de las periferias -como la suya- eso sólo es un sueño”, asegura.
Dios, a través de las personas
Esa constancia en la oración por esta causa tan importante para él tiene origen en su familia. Su bisabuela fue quien le formó en la fe y en el hábito de rezar. Con esa buena costumbre está “muy contento, no como para sacar pecho, sino en actitud de agradecimiento por lo que sigo recibiendo”.
“Dios se ha hecho presente a través de muchas personas ¿De quién iba a venir todo esto si no?”. De hecho, otra de sus oraciones típicas en estos años ha sido: “Dios, quítamelo todo y ven a vivir en mí”. Esa actitud de abandono le ha acompañado a mejorar su relación con Dios y le ha ayudado a mirar la vida de otra manera.
“Las preocupaciones duran muy poco cuando estás en actitud de abandono”
En ese “abandono”, se ha visto colmado en estos años de amistades y de oportunidades por las que sigue dando las gracias. Como él lo expresa: “Dios se ha hecho presente a través de muchas personas. ¿De quién iba a venir todo esto si no?”.
“Vengo de un entorno muy limitado a nivel de seguridades materiales. Por eso, te abandonas, en el buen sentido. Ahí entiendes lo de ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’ y las preocupaciones duran muy poco cuando estás en actitud de abandono”, cuenta Menene.
Menene recibe a su abuelo Isidoro, de 78 años, que pudo acudir a su graduación gracias a una campaña de micromecenazgo
Un regalo y una promesa de graduación
La graduación es un acto académico en el que la familia es co-protagonista. En el caso de Menene... lo ha sido también. Gracias a un crowdfounding de sus amigos y un arduo trabajo burocrático, estará su abuelo entre el público para aplaudirle cuando recoja el título.
Isidoro, de 78 años, es una de las personas más importantes para Menene, el que le ha cuidado y ha sido su referente paterno. Su abuelo pertenece a la generación que conoció a Guinea Ecuatorial como parte de España y “el haber venido aquí es lo máximo que le ha podido pasar”. De hecho, sus primeras palabras al bajar del avión -según Menene- fueron: “¡Me iba a yo a morir sin conocer estas tierras!”.
Después de graduarse, Menene tiene como siguiente objetivo un postgrado antes de volver a Guinea Ecuatorial. ¿Por qué? “Porque siento que he recibido tanto, que tengo que volver. Siento esa responsabilidad de dar”, contesta.