Cristina Odasso es una actriz italiana de 38 años con una larga trayectoria en el mundo del cine, la televisión y el teatro. Enamorada de la interpretación esta artista realiza también papeles en obras de carácter religioso, pues ella misma descubrió la capacidad de acogida de la Iglesia y el amor de Dios ahí.

Gracias a un sacerdote y a la joven Chiara Corbella, la joven en proceso de beatificación que se negó a recibir quimioterapia para salvar la vida del bebé que llevaba en su seno, esta actriz pudo descubrir que la vida está en dar, darlo todo, como Chiara, y no en recibir.

Una actriz que aprendió que dar era mejor que recibir

“Cuando la vida parece desmoronarse, la proximidad del Señor es una certeza”, asegura en una entrevista con el semanario Credere, tras haber ella misma experimentado esto.

Cristina, ahora casada y madre de dos hijos, protagoniza la comedia Nido d´amore y recientemente ha rodado la película Mother Cabrini, sobre Santa Francisca Cabrini.  Reconoce que siempre ha sido una persona creyente pero no practicante. Nunca había cuestionado la existencia de Dios, pero tampoco se había interesado por Él. Vivía al margen de Dios.

Pero todo cambió, como le gusta llamarlo a ella, “la noche de mi comienzo”. Cristina cuenta que ya viviendo en Roma –es turinesa de nacimiento- aquella noche el hombre que consideraba el amor de sus vida le abandonó. “Fue terrible, me sentía en la total oscuridad, sola y abandonada. Habría dado cualquier cosa para cambiar la realidad, quería arreglar todo y que siguiera como estaba”, recuerda.

Una luz en la oscuridad

Una amiga suya sabiendo por la difícil situación que estaba viviendo fue a verla y la invitó a las catequesis que el conocido sacerdote Fabio Rosini daba sobre los diez mandamientos. Cristina explica que “no era la primera vez que me ella me proponía un camino espiritual, pero esta vez acepté porque tenía sed de paz y amor. Ese día descubrí el gozo de la cercanía de Dios”.

Nunca olvidará lo que escuchó aquel día. “La catequesis hablaba del amor de Dios –explica ella- y fue como quitarme un velo de los ojos. Por primera vez sentí que Dios estaba cerca y me amaba: mi vida también podía romperse, pero esto no me arrancaría la posibilidad de ser feliz porque Dios me amaría de todos modos, aunque la realidad de mi vida pareciera una locura”.

Cristina está convencida de que Don Fabio fue el “primer gran encuentro” que permitió que su fe se encarnara, pues “acercó a Dios a mi vida y mi corazón al Señor”.

Su encuentro con Chiara Corbella

El segundo gran encuentro con el Señor lo propició el conocer y tratar a Chiara Corbella Petrillo, la joven fallecida en 2012 que a través de una impresionante vida de fe (puede conocer aquí su historia) decidió no recibir la quimioterapia por un cáncer que la detectaron hasta no dar a luz a su hijo. Finalmente, el cáncer avanzó y falleció pero durante todo ese tiempo fue una evangelizadora arrolladora a través de su testimonio de vida.

“Me sorprendió su desprendimiento con respecto a las cosas: ella se donaba sin retener nada para sí misma, ni siquiera la vida misma. Yo siempre había luchado con la necesidad de posesión hacia las personas y los afectos. No era casualidad que a menudo entrara en crisis llorando porque ‘no me amaban lo suficiente’. Chiara cambió mi forma de pensar. Ella estaba en constante diálogo con Dios y repetía que la posesión era lo opuesto al amor. Era cierto, yo quería poseer a las personas y al final no las amaba”, confiesa esta actriz italiana.

Chiara falleció en el año 2012 y su proceso de beatificación ya está en marcha

Una afectividad mucho más ordenada

Esta búsqueda enfermiza del amor y de sentirse querida, explica Cristina, cree que “tenía que ver con la inquietud existencial”. Se crió en una familia amorosa que la quería, pero nunca era suficiente para ella. “Sólo cuando sentí el amor de Dios experimenté la felicidad plena”, asegura.

Antes buscaba el amor en hombres equivocados y en relaciones tóxicas, porque a veces –agrega- “buscamos el bien donde no lo hay”.

Finalmente, encontró al amor de su vida, pero no antes de que tuviera que pasar por un desierto personal de cuatro años que la ayudó a conocer lo que había en su corazón. Quería un esposo, pero éste no aparecía. “Admito que metí algo de prisa a Dios. Me preguntaba cuándo me haría encontrar a la persona adecuada, porque no había nada en el horizonte. Fue un periodo largo y difícil, pero útil: aprendí a aceptar la realidad tal y como es, sin querer cambiarla. Conocí la serenidad. En ese momento conocí a Antonio, y después de un año y ocho meses nos casamos”.

Tampoco faltaron las pruebas en su noviazgo, que además no fue demasiado largo. Cristina considera que “nuestra decisión no fue imprudente, después de sólo cinco meses de noviazgo tuvimos que enfrentarnos a una gran prueba, un problema de salud de mi esposo, afortunadamente resuelto de manera positiva forjó esta opción de estar juntos y acelerando nuestra relación. El sufrimiento y la enfermedad te hacen más sensible, te hacen ir al fondo de las cosas. Además, tanto Antonio como yo estábamos convencidos sobre esto. Tuvimos una ‘intuición’ de la eternidad’”.