Bonnie Rapkin recuerda exactamente la primera vez que escuchó el nombre de Cristo: ella era una niña judía estadounidense de 5 años y no fue nada agradable.
“Puedo precisar el momento exacto en que oí por primera vez la palabra Cristo. Tenía cinco años (...) Estaba empezando a cruzar la calle hacia mi casa cuando un autobús escolar se detuvo cerca para dejar a los niños mayores. Había caminado cerca de la mitad del trayecto cuando siete u ocho niños, el doble de mi tamaño, vinieron corriendo hacia mí. Formaron un círculo alrededor mío, levantaron los brazos y me señalaron, gritando: «¡Tú mataste a Cristo! ¡Tú mataste a Cristo!» (…) Cómo podían decir que había matado a alguien. Ni siquiera sabía quién era ese tal Cristo. Estos chicos me aterrorizaron y empecé a llorar a gritos”.
¿Quién es ese Cristo?
La madre de Bonnie llevó a la niña a casa. La pequeña preguntó quien era ese Cristo. “Los gentiles creen que Jesucristo es el Hijo de Dios”, dijo su madre. Pero si “ni sabía que Dios tenía un hijo”, protestó la niña. ¿Y por qué la acusaban de matar a nadie? “Mi madre entonces trató de explicarme, lo mejor que pudo y desde una perspectiva judía, quién era Jesucristo y cómo se había culpado a los judíos por su muerte hace casi dos mil años (…) «No querían decir que lo mataste personalmente», continuó mi madre: Se referían a todos los judíos, como grupo. Y tú eres parte de ese grupo".
Bonnie explica a Coming Home Network que, según le contó su madre, Jesús “era un judío devoto, un hombre muy bueno, de gran inteligencia” y que por esto los gentiles creen que es el Mesías, el Salvador, pero los judíos aún esperan la llegada del Mesías.
- ¿Cómo sabemos que (Cristo) no es el Hijo de Dios? -planteó la niña
- Porque somos judíos -sentenció la madre con tono firme. Bonnie entendió por el tono que no tenía que preguntar más.
“Así comenzó mi búsqueda para saber quién era Jesús”, recuerda.
Al pasar los años, se vio que era una niña con inquietudes religiosas, estudiaba a escondidas el libro de oraciones con el que su hermano se preparaba para el rito adolescente del Bar Mitzvah, y aprendiendo las Escrituras escuchando las que él recitaba y memorizaba repitiendo en voz alta.
Amar a Jesús en Jesucristo Superstar
En 1970, cuando tenía nueve años, una vecina amiga la invitó a escuchar “el nuevo disco que acababa de comprar”. Era el musical Jesucristo Superstar.
Jesucristo Superstar, el musical con película de 1973 (no incluía la Resurrección)
“Escuchándolo, me enteré de una historia que nunca había oído antes (…) Lloré. Sentí amor por ese hombre; amé sus enseñanzas; amé su amor. De alguna manera, el amor que mostraba a los demás a través de las palabras y la música se sentía seguro y cálido dentro de mí, y yo quería estar envuelta por él”.
A Bonnie le desconcertó la escena de la muerte de Cristo. ¿Qué era eso de la crucifixión? ¿Por qué no se salvó a sí mismo si realmente era el Hijo de Dios? ¿Por qué la gente se volvió contra él? “Me quedé insatisfecha y empecé a pedirle respuestas directamente a Dios”, comenta Bonnie.
Al pasar los años, aunque en lo íntimo de vez en cuando pensaba en Jesús, se mantenía como judía devota. “Mi deber era abrazar mi fe judía y aprender todo lo que pudiera, haciendo a un lado esos sentimientos persistentes hacia Jesús”.
Un problema con los ojos
Durante su segundo año de secundaria, el día en que celebraban Yom Kippur (Día de la Expiación) la vida de Bonnie “dio un giro dramático”, recuerda. Su madre observó que la chica movía sus ojos adelante y atrás, de forma intermitente, extraña. Bonnie no era consciente.
Empezaron a acudir a oftalmólogos, neurólogos, oncólogos y otros especialistas, sin lograr un diagnóstico, claro. Los médicos sospechaban que podía referirse a un tumor cerebral. Luego rechazaron la hipótesis. Pasó más de un año padeciendo dolores, vómitos, mareos, junto a ese movimiento de balancín en sus ojos. “Muchas noches me acosté y recé a Dios, rogándole que me quitara todo esto (…) Finalmente, sintiendo que no podría soportarlo un día más, le supliqué a mi madre que me llevara de vuelta al médico. Al final ella aceptó (…) Hicieron arreglos para que fuera a la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota.
Crucifijos en el hospital: Jesús hace compañía
En la Clínica Mayo le practicaron varios exámenes “dolorosos e invasivos” que finalmente tuvieron éxito al identificar “un desorden neurológico congénito llamado Malformación Cerebral Arnold-Chiari”. La sometieron de inmediato a una cirugía que sería un éxito.
“La Clínica Mayo tiene varias unidades, y yo estaba en la sala de pediatría St. Mary's. En la pared de cada habitación había un crucifijo (…) Cuando mis padres se iban cada día, yo estaba sola toda la noche. El único que me hacía compañía era Jesús en la cruz. Todavía no me había permitido hablar con él, pero estaba obsesionada con él. Recordaba su crucifixión descrita en Jesucristo Superstar. Pensé en el dolor y la soledad que debe haber sufrido, siendo abandonado por sus amigos; la humillación que había sufrido, siendo desnudado, escupido y burlado. Entonces, no me sentía tan sola".
Los niños que mueren... ¿y yo?
"Al entrar en St. Mary's, le había preguntado a Dios por qué permitía que esto me sucediera. Después, estando allí, al ver a tantos niños sufriendo de enfermedades incurables, de nuevo hice a Dios la misma pregunta, pero con un significado completamente diferente. ¿Por qué yo? ¿Por qué Dios me dejas vivir? Casi sin excepción, todos los niños que conocí en Mayo estaban muriendo o tenían una enfermedad dolorosa y debilitante que los acompañaría de por vida. Yo no sólo viviría, estaba completamente libre de dolor, sanada. ¿Por qué yo? A la edad de 15 años, de repente tuve una perspectiva muy diferente y me di cuenta de que la vida era verdaderamente un regalo de Dios. Fue esa experiencia la que me llevó, por primera vez, a meditar sobre la Pasión y la cruz de Jesús. Esa meditación me dio una pequeña idea del precio que Jesús pagó por mi vida”.
Recuperada, Bonnie volvió a su escuela secundaria. De vacaciones, sola en casa, encendió el televisor y vio “el segmento final de la película Jesús de Nazaret. Lo vi hasta el final. Para cuando terminó, estaba sollozando incontrolablemente. Corrí al baño y cerré la puerta. Mientras estaba allí sentada llorando, imaginando la imagen de Jesús colgado en la cruz, hice mi primera oración directa a Él en voz alta. Grité que lo amaba, que creía en Él y lo acepté como mi Salvador. Pero entonces, con las lágrimas cayendo sobre mi rostro, añadí: «¡Y nunca más podré volver a rezarte! No puedo hacer esto. No soy lo suficientemente fuerte. ¡Mis padres me matarán!»"
A misa con un amigo: Kadosh, kadosh, kadosh...
Mantuvo en secreto su amor por Cristo durante años. En la universidad, pidió a uno de sus amigos católicos si podía acompañarlo a misa. La misa le conmovió en muchos momentos y signos.
Por ejemplo, le conmovía ver que los fieles se arrodillaban en diversos momentos. “El concepto de humillarse ante Dios tenía sentido para mí, y aunque no me atrevía a participar, algo muy dentro de mí lo deseaba”.
También le sorprendió reconocer momentos litúrgicos de la Escritura y el culto hebreo. “Me sorprendió oír «Santo, Santo, Santo, Santo Dios», y lo reconocí como el Kadosh, Kadosh, Kadosh (…) Pero nada me había preparado para lo que escuché después. Todo el mundo empezó a cantar las palabras: «Cordero de Dios, quitas los pecados del mundo». Nunca había oído que se refirieran a Jesús como el Cordero de Dios. Pero un momento después hice la conexión; las palabras simple y honestamente me dejaron sin aliento. Tenía la piel de gallina y el rostro bañado en lágrimas. La verdad es que nunca había visto las cosas tan claras".
Bonnie explica la conexión de significados que hizo.
"En Éxodo, en la primera Pascua, un cordero fue inmolado, cuya sangre salvaría a todos los primogénitos de la muerte y liberaría al pueblo hebreo de la esclavitud. Pero ahora, una vez más en la Pascua, otro Cordero fue inmolado. Pero la sangre de este Cordero nos salvaría a todos nosotros, de cada nación, por toda la eternidad. Este sacrificio pascual, la Eucaristía (otra palabra desconocida para mí en aquel tiempo) era la comida pascual. Jesús se había convertido en el Cordero de la Pascua. Nuestra participación del pan y el vino en esta comida es el nuevo y eterno Pacto. ¡Jesús realmente era el Mesías y el catolicismo la verdadera culminación del judaísmo! Cada promesa que Dios hizo al pueblo judío se cumplió a través de Jesús y de la Iglesia Católica. Me di cuenta de que finalmente había vuelto a casa (…) Vi cómo experimentamos la plenitud de nuestra fe a través de los sacramentos de la Iglesia Católica, especialmente a través de la Eucaristía”.
En marzo de 1983 Bonnie Rapkin fue bautizada en la fe católica, recibió la primera comunión y el sacramento de la Confirmación. En estos treinta años ha servido a Cristo en la comunidad como cantante, catequista y dado testimonio por todo Estados Unidos. Hoy es Asistente Pastoral de la Parroquia Holy Trinity en Kewaskum, Wisconsin (U.S.A.).