Paolo Rossi es una de las leyendas vivas del fútbol italiano. El que fuera delantero centro de equipos como la Juventus, el AC Milán o el Vicenza será siempre recordado como el futbolista que consiguió dar el Mundial de España 1982 a Italia siendo el máximo goleador del torneo y gracias al cual recibió el Balón de Oro. También logró otros muchos títulos como la Copa de Europa, la de la UEFA así como varias ligas italianas.
Ahora a sus 63 años, el que era conocido como el “bambino d´oro”, es manager deportivo y comentarista para televisiones como la Rai y Sky. Pero ante todo, Rossi es un hombre de familia, casado con la presentadora Federica Cappelletti y padre de tres hijos.
La fe, un ancla en su vida
Además, la fe ha sido un elemento muy importante de su vida, antes el fútbol, durante su vida de éxito futbolístico y tras su retirada. Esto le ha ayudado a mantener los pies en la tierra, aunque no ha estado exento de cometer errores.
Paolo Rossi, con Pelé, considerado por muchos como el mejor jugador de la historia del fútbol
Una de las revelaciones que Paolo Rossi ha realizado al semanario Credere es que Italia pudo no haber tenido a este delantero centro y sí a un posible sacerdote. Y es que llegó a probar en un seminario pues aunque en realidad confirmó que no estaba llamado a esta vida admiraba a los religiosos con los que se había criado en la infancia.
Su prueba en el seminario
“Desde que era niño asistía a la Iglesia: era monaguillo y en ese momento en mi pueblo, Santa Lucía, la parroquia era el principal lugar de reunión: ¿sabes que fue allí mismo donde descubrí mi pasión por el fútbol? A las 10 estaba siempre jugando en el equipo creado por don Sandro”, relata.
Rossi recuerda esta relación con el seminario al confesar que “crecí entre los sacerdotes y era casi natural tener curiosidad por ver cómo era un seminario: qué hacían, cómo eran los días… No tenía vocación al sacerdocio pero quería hacer, digamos, una pequeña prueba dictada por la gran simpatía que sentía hace ese mundo. Así que asistí al seminario durante una semana, pero me quedó claro de inmediato que no era mi camino”.
De este modo, esta antigua estrella del fútbol explica que “la mía fue una generación en la que los valores cristianos aún eran importantes: eran una parte integral de nuestra cultura e impregnaban nuestro comportamiento”.
"La fe me ha ayudado mucho"
De hecho, Paolo Rossi asegura que “personalmente, la fe me ha ayudado mucho, especialmente en tiempos de dificultad”.
“Creo firmemente que estamos de paso por esta Tierra y que todo no termina después de la muerte. Entre otras cosas, desde el punto de vista futbolístico, jugué durante cuatro años en un equipo de Florencia, que se llamaba Cattolica Virtus de la comunidad juvenil de San Miguel; era una realidad competitiva altamente calificada a nivel regional y administrada por dos sacerdotes. Uno de los dos era don Ajmo Petracchi y luego me mantuve en contacto con él hasta que murió en 2001”, comenta Rossi.
Sobre la estrecha relación de amistad con este sacerdote asegura que debido a la vida que llevaban era difícil que se vieran en persona. Él futbolista y el sacerdote se convertiría en secretario del cardenal Benelli y luego del cardenal Piovanelli. “Nos escribíamos, me enviaba cartas y libros para leer”, señala. Y Rossi recuerda con gran cariño aquel equipo llevado por dos clérigos: “crecí allí no sólo desde un punto de vista técnico sino también humano. Siempre me ha gustado el ambiente que se respiraba en aquel equipo”.
Cómo sobrevivir al éxito y la fama
Sobre cómo consiguió mantenerse con los pies en la tierra tras tantos éxitos, Paolo Rossi responde con claridad: “La educación recibida fue decisiva, al igual que la fe y mi familia, lo que siempre he visto como un refugio seguro”.
Además, considera que “siempre he estado convencido de que el éxito fue algo efímero. Gracias a Dios, logré resultados importantes, estaba muy satisfecho con mi trabajo y gané todo lo que podía ganar, pero al final siempre encontré más satisfacción en estar con mis amigos, mi familia y con mi esposa. Estas son las cosas sólidas que se mantienen con el tiempo: esta es la verdadera felicidad. El éxito y la fama son cosas hermosas, que explotan de manera atronadora y se van con la misma rapidez. El camino que te lleva a la felicidad es otro y es diario”.
En su opinión, “desde la década de 1990, el mundo del fútbol ha cambiado profundamente. La mía fue probablemente la generación que rompió el hielo: más tarde las empresas entraron en el negocio del fútbol de manera abrumadora y los campeones se convertían en ricos y famosos. Honestamente, no los envidio: probablemente ganamos menos, pero vivimos una era en la que el fútbol todavía tenía algo de romántico y también de amistad”.