Con el anuncio realizado por la Santa Sede el pasado 13 de octubre del milagro reconocido por intercesión de Juan Pablo I quedaron en un segundo plano el resto de decretos de la Congregación para las Causas de los Santos aprobados por el Papa en aquella jornada.
Pese a ello sus historias son igualmente increíbles y dignas de remarcar. Una de ellas es la de la religiosa colombiana María Berenice Duque Hencker, fundadora de las fundadora de las Hermanitas Anunciadoras. Fallecida en 1993 a los 94 años será beatificada tras la curación inexplicable por su intercesión de un adolescente al que dieron tres meses de vida.
Aquel niño es hoy ya adulto. Se llama Sebastián Vásquez y es natural de Medellín. Con 7 años comenzaron una serie de problemas que se tornaron en una parálisis que le llevaba a la muerte. De hecho, fue enviado a casa con cuidados paliativos a la espera de su fallecimiento. “Me habían dado tres meses de vida”, afirma este hombre que tanto le debe a la futura beata colombiana.
En El Tiempo este joven de 34 años relata esta curación tras rezar a la Madre María Berenice. “Yo he estado tres veces muerto clínicamente, dos veces en estado de coma, a los 9 años me mandaron a morir a la casa, me dieron tres meses de vida, desahuciado. Los médicos no se explican por qué estoy caminando si no hay sensibilidad, no hay posibilidad de que estuviera caminando, científica tampoco, pero la fe siempre lo ha podido todo y hasta el momento sigo aquí”, afirma Sebastián, que únicamente necesita un bastón para ayudarse al caminar.
Los médicos no conocían su enfermedad, era una de las conocidas como enfermedades raras, y sólo había siete casos en todo el mundo. “Me afectó al sistema central simpático y parasimpático”, comenta.
De este modo, recuerda que “la conexión con la hermana María Berenice se dio porque yo terminé de estudiar, en silla de ruedas, y mi caso lo empezaron a comentar mucho por todo Medellín. Me regalaron una estampita y un vitralito de la hermana María Berenice”.
Hasta los 7 años Sebastián Vásquez vivió lo que se puede denominar como una infancia normal. Pero poco a poco se fue alterando su sistema digestivo, el cardiaco, el urinario y parte del hepático, lo que le produjo una paraplejia.
Estos hechos –cuenta el protagonista del milagro- le provocaron que empezara a marearse “continuamente, a comer y todo lo que comía lo vomitaba…”. A partir de entonces las hospitalizaciones fueron una rutina más de su vida y acabó Bachillerato ya en silla de ruedas.
“Yo estaba discapacitado, y durante todo ese tiempo, no podía comer nada por la boca, pero la fe siempre la tuve, la he mantenido ahí”, insiste.
En su billetera todavía guarda plastificada la estampita de esta monja colombiana que le dio una profesora, diciéndole que le rezara a ella para que se obrase el milagro de su curación. “Todos los días sacaba la oración y le decía las sencillas palabras: “Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, si la vida y caridad de nuestra sierva Madre María Berenice os fue aceptada y grata atended a nuestra presente necesidad”, recuerda.
Sebastián cuenta lo que hacía en aquel momento de sufrimiento: “yo le dije Madre María Berenice, vos que estás más cerquita de Dios, andate por un ladito y codéalo y le haces así, y decile señor, mira a este joven, mira a este niño, que lleva tanto tiempo, tantos años, ya desahuciado, lo mandaron a morir a la casa, le dieron 3 meses de vida, no va a volver a caminar, no puede volver a comer nada, vos que podés, darle vida a sus piernas y salud a su cuerpo. No fue nada más”.
Y entonces se produjo el milagro. Estando en su casa, cansado y a punto de irse a la cama, se retiró de donde veía televisión con su familia a su habitación, sobre la silla de ruedas. Sebastián Vázquez cuenta que escuchó el nombre de la nueva beata muy fuerte y claro "Madre María Berenice Duque”, momento en el que decidió ir por la oración que le habían regalado.
“En ese momento vi cuando del cielo raso, de la habitación mía, se desprendieron dos destellos de luz y cada uno se posó uno en el hombro derecho y otro en el izquierdo y se quedaron ahí fijas, como los hilos de un títere. De un momento a otro -yo estaba sentado en la silla de ruedas- sin ninguna razón sentí un impulso que me jaló y eran los dos halos de luz, fijos y fuertes, y me jalaron y estaba de pie, pero yo no me explicaba por qué”, añade sobre aquel momento.
Uno de sus hermanos lo vio de pie, y luego, llamó a su padre, quien le recomendó rezar en ese momento: “Yo cerré los ojos y con mi ojos cerrados le dije señor, gracias. Si es tu voluntad dale vida a mis piernas y salud a mi cuerpo y si no, déjame aquí, así como estoy, que hasta el momento he sido muy feliz y lo seguiré siendo. Y con mis ojos cerrados y sin darme cuenta, en ese momento di cuatro pasos hacia mi papá y nos abrazamos, caímos los dos al suelo, arrodillados”. Como en otras ocasiones los médicos no daban crédito a que el chaval al que le quedaban tres meses de vida ahora pudiese andar.
“Siento una gran alegría, no tengo palabras… saber que ella va a ser la otra próxima santa colombiana, después de la madre Laura y que la he podido hacer y alcanzar estos logros con la fe y el amor a Dios”.
Quién es la Madre María Berenice Duque Hencker
Conocida también con el nombre de Ana Julia. Nació en Salamina - Caldas, el 14 de agosto de 1898, hija de Antonio José Duque Botero y Ana Verenice Hencker Rister. A los 19 años inició su vida religiosa con las hermanas de la Presentación, donde permaneció por 33 años; el 14 de mayo de 1943 fundó la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación. Murió en Medellín - Antioquia el 25 de julio de 1993.
Promovió el amor al Corazón Eucarístico de Jesús y María en el Misterio de la Anunciación. Fomentó la evangelización y la promoción social de niños y jóvenes, a partir de la familia, lo que ha llevado a su congregación a fundar guarderías, preescolares, escuelas, colegios, misiones y movimientos laicales en pequeñas ciudades, barrios marginales y sectores rurales.
En una época en que las diferencias de clase y raza eran socialmente muy pronunciadas, ella insistía en servir a todos sin distinción de razas, ni condición social y en acoger vocaciones llegadas de muy distintos ambientes.