Normalmente son los padres los que transmiten la fe a sus hijos pequeños, pero en ocasiones son los propios niños los que acaban llevando a la Iglesia a sus padres. Este es el caso de Joel y Marina, que experimentaron una profunda conversión y transformaron sus vidas al encontrarse con Dios tras llevar a su hijo a la catequesis para hacer la comunión.
Joel había sido bautizado pero vivía completamente alejado de Dios. Marina, por su parte, había estado casada con anterioridad, y ambos vivían en pareja con hijos en común. Esta era la realidad que experimentaban cuando su hijo empezó las catequesis para recibir los sacramentos, el momento que también cambiaría sus vidas.
“Dios ha hecho tantos cambios en mi vida que a veces no sé cómo explicarlo”, cuenta Joel a El Centinela, periódico de la Archidiócesis de Portland. Confiesa que “Dios ha traído tanto amor y paz en nuestras vidas y es una experiencia muy bonita. Siento una paz muy profunda conmigo mismo”.
"Empecé a reflexionar acerca de su comportamiento"
Y es que Joel era una persona con heridas en su interior. Natural de México emigró muy jovencito a Estados Unidos como tantos millones de compatriotas. En este proceso abandonó completamente la fe de la que provenía y no pisaba la iglesia.
“Cuando mi hijo empezó sus clases de preparación para los sacramentos a veces iba a las clases para padres con mi esposa Marina y fue a partir de entonces cuando empecé a reflexionar acercar de mi comportamiento”, relata este hombre.
La familia Solano es feligresa de la parroquia de San Mateo de Hillsboro (Oregón)
Y es que precisamente lo que allí escuchó le abrió los ojos y el entendimiento, pues vio lo violento que era con su hijo y a la vez lo mucho que Dios lo amaba. De este modo, señala que “las explicaciones del hermano Esteban me ayudaron a darme cuenta de lo mal que trataba a mi hijo, a quien incluso algunas veces le di chanclazos y le dije malas palabras”.
Las preguntas del Señor que tocaron su corazón
En esa experiencia concreta, Joel afirma que empezó a preguntarse “por qué si nuestro Padre que nos da todo y nos acepta como somos, nos ama y nos perdona siempre, ¿por qué tenemos que tratar mal a nuestros hijos?, ¿por qué hacer eso si nuestro Padre no lo hace con nosotros?”.
Con lágrimas en los ojos, este padre asegura que “ese fue un momento muy duro y sentí mucho dolor, entonces, le pedí perdón muchas veces a mi hijo”. Esto le permitió reconocer algo de lo que no era consciente y era que pensaba que para corregir a su hijo debía “maltratarlo”.
Ese fue el punto de inflexión en su vida. “A partir de entonces –agrega- y gracias a mi esposa y a nuestro Padre que lo ha permitido, sentí más la necesidad de acercarme a Dios”.
Poner en orden sus vidas
Este avivamiento de la fe hizo que tanto Joel como Marina decidieran afrontar otros aspectos sin resolver en su relación. Convivían sin estar casados, y esta era una pregunta que también su hijo les formulaba.
“No fue fácil porque tuvimos que resolver varias situaciones. Ella se había casado en México y necesitábamos hacer el proceso de nulidad de su matrimonio. Yo no había recibido los sacramentos así que tuve que empezar por eso”, relata Joel.
Finalmente, ella solucionó su problema y Joel se preparó con las catequesis para adultos para recibir los sacramentos que le faltaban. El Señor les fue allanando los caminos y finalmente pudieron casarse.
"Ahora doy gracias a Dios"
“Ha sido algo maravilloso. Dios transformó mi vida y ahora ni yo mismo me reconozco. Antes mi vida estaba vacía, me levantaba como un animal, enojado, frustrado, era muy egoísta, no dedicaba ningún tiempo para agradecer a Dios”, relata el marido.
Este marido y padre asegura orgullos que “ahora doy gracias a Dios por un nuevo día de vida, por poder ver, caminar, le encomiendo mi familia, mi trabajo, mis hermanos en la Iglesia, soy una persona muy diferente, siento mucha paz y una alegría que no puedo explicar”.
Miembros activos de la pastoral
Lo mismo le ocurre a Marina, que afirma que “cada día me voy camino al trabajo en oración, le dejo en sus manos a mi familia. Es increíble la paz y confianza que Él me da de saber que todo va a estar bien. A veces mis compañeras de trabajo me preguntan, ‘¿con quién estás hablando? ¿Estás loca? ¿Estás hablando sola?’. Entonces, les respondo que no estoy sola porque ¡Dios está conmigo! Siento la presencia de Dios en mi vida y estoy en comunicación constante con Él.
Los frutos de esta conversión son ahora visibles: “Dios nos ha llamado a servir como ministros de hospitalidad en la iglesia de San Mateo y sentimos mucho amor y alegría de recibir a las personas y nos sentimos orgullosos de transmitir una sonrisa y dar la bienvenida a nuestros hermanos en Cristo”.