Elisa Hereda es desde el pasado sábado nueva virgen consagrada en Sevilla, siendo ya más de 40 las presentes en esta archidiócesis. La ceremonia se celebró en la catedral hispalense y estuvo presidida por monseñor Rafael Zornoza, obispo de Cádiz.
El prelado recordó que la consagración es “una profundización de la alianza bautismal que el Espíritu Santo pide a algunos bautizados a quienes llama a un amor esponsal, absoluto, irrevocable y definitivo con Jesucristo, viviendo la virginidad por el Reino de los cielos”.
Asimismo, Zorzoza ha felicitado a la Archidiócesis y, especialmente, a la comunidad de Los Molares, origen de la nueva virgen consagrada, por esta vocación. Y dirigiéndose directamente a Eisa agregó: “Como a la esposa del Cantar de los Cantares, Él te ha pedido que le pongas como sello sobre tu corazón para amarle a Él en exclusiva, que grabes su nombre en tu brazo para que nunca olvides su elección de amor. Él te ha concedido el carisma de la virginidad, que es un don de Dios. Nadie puede aspirar a esta vocación si no la recibe de Él, pues supera las fuerzas del ser humano”.
“La virginidad –ha insistido- es, sin duda, un bien muy grande para toda la Iglesia. En las vírgenes consagradas, la Iglesia tiene uno de sus mejores tesoros, pues nos recuerda permanentemente a todos los fieles que nuestro Señor Jesucristo merece ser amado con el amor más grande, porque Él nos ha amado antes con ese mismo amor esponsal”.
Por otra parte, el obispo de Cádiz ha explicado el Orden de las Vírgenes: “Las vírgenes consagradas viven en medio del mundo. No son monjas, ni medio monjas. No pertenecen a ninguna familia religiosa, ni pierden su condición de laicas. Por ser personas seglares, no dejan su familia o su trabajo profesional. Consagradas al Señor, son una riqueza para la Iglesia, pues la edifican con su presencia, con su trabajo apostólico en la Diócesis o en la parroquia y, sobre todo, con su testimonio de amor a Cristo y a sus hermanos por amor a Él”. Y ha añadido que “Dios quiera que sean muchas las jóvenes que se sientan atraídas por su testimonio y sienta la llamada a consagrarse al Señor”.
En una reciente entrevista con la Archidiócesis, Elisa Hereda explicaba los motivos que la llevaron a elegir esta vocación:
-¿Cómo y cuándo fue consciente de su vocación? ¿Cómo ha sido el camino de discernimiento?
-Desde mi adolescencia he sentido la llamada del Señor a consagrarme a Él, pero no sabía cómo, pues ninguna forma de vida consagrada ni carisma que conociese coincidía exactamente con aquello que yo vivía, sentía y deseaba realizar. Adorando al Señor, mi enamoramiento alcanzó el punto más alto de mis posibilidades humanas y el deseo de responder a su amor con el don total de mi ser se convirtió en una necesidad de mi alma. Fue entonces cuando decidí ir a hablar con mi pastor, el arzobispo de Sevilla, en ese entonces, mons. Asenjo.
En los libros sobre el Orden de las Vírgenes Consagradas que él me dio, encontré por fin mi vocación. La Iglesia confirmó mi carisma y me ha dado todo lo que necesitaba para poder reconocer y realizar en esta preciosa vocación mi verdad y mi propia identidad. He tenido el gran privilegio de haber sido acompañada durante estos años por sacerdotes maravillosos que me han estado apoyando y llevando de la mano en este camino hacia mi consagración.
-¿En estos momentos qué significa vivir su vocación?
-La virginidad consagrada es un don que Dios me ha regalado, una llamada del Señor a ser totalmente suya para siempre y a la que yo, libremente y por amor, he respondido con un sí generoso en el que le he entregado mi vida entera. Vivir la esponsalidad con Cristo es sentirme una sola cosa con Él. Vivir en Él, por Él y para Él, totalmente poseída por su amor. Es comulgar con su corazón, asumiendo sus mismos sentimientos y compartiendo su estilo de vida, entregada completamente a su voluntad y con un celo incansable por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es también sentirme imagen escatológica, anticipando la realidad de la comunión definitiva con Dios a la que toda la humanidad está llamada a vivir en la eternidad y testigo del amor más grande.
- ¿Qué novedad descubre a día de hoy, de su carisma y de la espiritualidad?
-La entrega total, irrevocable y definitiva a Dios hoy en día en una sociedad tan secularizada, erotizada, en la que predomina el egoísmo, el individualismo y el materialismo.
-¿Cuáles son los pilares de su fe?
-El pilar principal en el que se fundamenta mi fe y que sostiene mi vida es el amor de Dios. El amor de un Dios vivo que mora en mí y que me llama a vivir con Él para siempre. El sentirme hija amada de mi Padre, esposa de Cristo, mi único y verdadero amor, Señor y Salvador y templo del Espíritu Santo. Junto al amor de Dios su Palabra, su misericordia infinita, las Sagradas Escrituras, de una manera muy especial la Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación, la adoración y la alabanza, la oración de la Iglesia, la caridad y su Madre, La Virgen María.
-¿Cómo vive la fe en la cotidianidad? ¿Pertenece a alguna parroquia o movimiento?
-Puedo decir que mi vida es una oración continua, pues el Señor ocupa el centro de mi corazón y está siempre presente en mis pensamientos, en todo lo que hago, en todos los momentos y circunstancias de mi vida y en mis hermanos. La virgen consagrada es una contemplativa en medio del mundo y debe de ocuparse de las cosas de Dios. La oración es una necesidad prioritaria y primordial en mi vida cotidiana, pues a través de ella permanezco unida a mi Esposo y me lleno de Él para después poderle llevar a los demás. La oración es el manantial de mi fidelidad y de mi aspiración a la santidad. Busco siempre un momento en el día para rezar el Santo Rosario y unir mi voz a la de la Iglesia para alabar al Señor e interceder por el mundo entero con el rezo de la Liturgia de las Horas. Amo el silencio contemplativo, la meditación de la Palabra de Dios y el estudio profundo de las Sagradas Escrituras, adorar al Señor en el Santísimo Sacramento y la Eucaristía diaria es el momento más deseado por mi alma. Las obras de caridad acompañan siempre mis actividades de cada día. Pertenezco a la Parroquia de Santa Marta de Los Molares donde colaboro ayudando en la Sacristía, en la preparación de la Liturgia y en la catequesis de Confirmación.
-¿Cómo describiría la maternidad espiritual?
-La Virgen María es Madre porque por medio de Jesús nos ha dado la Vida y la Iglesia también lo es porque por medio del Bautismo engendra hijos en la fe. Pues la virgen consagrada es como María y la Iglesia, virgen y madre, renuncia a la maternidad física para ejercer la maternidad espiritual llevando a Jesús, que es la Vida, a los demás y convertirse así en madre de todos los hombres.
-¿Cómo se diferencia esta vocación de cualquier otra mujer soltera que viva intensamente su fe y servicio a la Iglesia?
-La virgen se presenta para que la consagre la Iglesia. La Iglesia, por medio del obispo diocesano y a través del Rito de Consagración que se celebra durante la Misa, opera la consagración a Dios de la virgen por la suprema gracia de Dios y la infusión del Espíritu Santo, constituyéndola pública y oficialmente como persona sagrada en medio de la Iglesia y esposa de Cristo. La virgen entra a formar parte del Orden de las Vírgenes Consagradas, un grupo eclesial con características propias y bien definidas y con un estatus jurídico en el Canon 604 del Código de Derecho Canónico y en la CIVCSVA (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica).
-¿Qué les diría a aquellas personas que se están planteando su vocación y por temor desisten o posponen iniciar el camino?
-Les aseguro que no hay nada en el mundo que les podrá hacer más feliz que llevar a cumplimento el plan de Dios sobre sus propias vidas, porque en él es donde se halla escondida su verdad, la verdad que les hará verdaderamente libres y felices en el corazón. Que no duden, que consideren la felicidad que les aguarda la entrega total a un Dios fiel que los ama con locura y que les llama. “Venid y veréis” (Jn 1, 39). El Señor capacita a sus elegidos y les promete que recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna (Mt 19, 29). En el amor no hay temor, dice San Juan. Vale la pena dejarlo todo por ganar a Aquel que lo es todo. Que sean valientes y sobre todo que no caminen solos, que busquen siempre acompañamiento dentro de la Iglesia.