“¡Este año me propongo ser santo… hay que empezar ya!”. Desde su juventud hasta su muerte con 41 años, el militar, empresario y padre de nueve hijos, Enrique Shaw, buscó la santidad en su trabajo, vida pública y familia. Con un avanzado proceso de beatificación a 55 años de su muerte, está cerca de lograrlo.
Una infancia feliz: delicadeza, buen ambiente y alegría
“Mis padres fueron novios dos años y medio, pero como él era militar en la Armada, estaba mucho tiempo embarcado. En ese tiempo, los dos eran muy jóvenes, pero se planteaban cosas importantes, rezaban juntos el rosario y leían a San Francisco de Sales”, cuenta su hija Sara en Portaluz, que ahora está transcribiendo las cartas que se enviaban los jóvenes novios. “Ambos veneraban el tema de la familia, el hogar y la vida en familia”.
Sara recuerda una infancia feliz. “Siempre que recuerdo mi infancia y la alegría que él tenía, pienso que era un fruto del Espíritu Santo. Ser alegre y no incomodar a los demás con el mal humor es lo que más recuerdan muchos testigos. Después de 55 años”, explica Sara, “mis amigas recuerdan la amabilidad de mi padre, la sonrisa, como les prestaba atención… todo lo hacía con mucha delicadeza, poniendo buen ambiente y alegría en casa”.
Transmitía la fuerza de la oración en familia
Sara y uno de sus hermanos, el sacerdote Miguel Shaw recuerdan cómo rezaba con ellos. “Me encantaba como hacía la acción de gracias después de comulgar. Eran dos minutos, pero sentía la fuerza de la oración y la comunión. Me daba mucha alegría”. Y añade el sacerdote en la web dedicada a su padre: “se arrodillaba, abría los brazos, nos abrazaba a todos y rezábamos Oh buen Jesús, Alma de cristo y una Salve. Cuando íbamos al colegio, entrabamos en un coche chiquito, y rezábamos el Ángelus y el Bendita sea tu pureza”.
“Todos los días rezábamos el rosario antes de la cena, y a él le encantaba que cada uno dijera las intenciones por las que rezaba. Siempre rezaba para que se convirtiese fulano, para que se convirtiese no sé quién”, explica. “Las familias de nuestros padres no eran muy piadosas, y nosotros sabíamos que el abuelo materno no iba a misa. Siempre que mi padre decía eso, los hermanos respondíamos: que se convierta el abuelo”.
Enrique Shaw durante su periodo como marino y en el momento de su matrimonio
3.000 empleados y 9 hijos... ¿cómo lo hacía?
Poco después de su matrimonio con Cecilia Bunge, Enrique dejó la Armada con el propósito de evangelizar desde el mundo empresarial. “Dejar la armada fue para él un enorme sacrificio, tenía pasión por el mar”, explica su hijo sacerdote, pero su vocación social estuvo siempre presente. "Cuando puedo" escribió en su diario de la Armada, "charlo con los marineros para ir conociendo los deseos del pueblo".
La decisión de abandonar el mundo naval le acabó llevando a dirigir una organización de 3.000 empleados, Cristalerías Rigolleau, compaginando la entrega a sus nueve hijos con la participación en Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano de Buenos Aires. “No sé cómo lo hacía, pero lo conseguía”, cuenta el Miguel. “Recuerdo que él llegaba a casa muy tarde, y cuando abría la puerta saludaba con un silbido. Todos salíamos corriendo a abrazarlo, y poníamos cara de angelitos demostrando que nos habíamos portado bien. Rezaba mucho por nosotros”, recuerda.
“En la Universidad Católica de Argentina fue el primer tesorero y fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE)” cuenta Sara. “Tras la Segunda Guerra Mundial, le encargaron la misión de enviar alimentos, y le gustaba mucho ayudar en obras sociales. Como directivo, en lugar de buscar que nadie le incomodase, iba y preguntaba si había problemas en los que ayudar”, comenta. “Era trabajador y de una alegría basada en lo sobrenatural, siempre estuvo identificado con la voluntad de Dios”.
Encarnar a Cristo en la empresa
Tal y como cuenta el mismo Shaw, veía como un deber “aplicar la doctrina y el mensaje de Cristo a los problemas concretos de la empresa. El empresario ha de encarnar a Cristo en la empresa y la forma de hacerlo es aplicar sus enseñanzas. El problema más agudo es la carencia de gente cristiana capaz de actuar en los niveles más altos de las empresas”.
“Hay que humanizar la fábrica. Para juzgar a un obrero hay que amarlo”, decía Shaw. Consideraba que “como empresario, hay que sembrar esperanza, ver la realidad y renunciar al beneficio del momento”.
La práctica diaria de esta entrega a sus trabajadores motivó que, durante el padecimiento del cáncer al final de su vida, sus propios empleados le mantenían con vida donándoles su propia sangre: “no se trata de expresar mi agradecimiento por el obsequio de un objeto”, les decía Shaw, “sino de algo tan vital como es su propia sangre para ser transferida a mis venas”.
Solo se enfadó una vez… y pidió perdón
Desde 1961, Enrique enfermó de un tumor que acabaría con su vida un año después. En toda su vida, su padre solo se enfadó una vez, recuerda Sara.
“Yo tenía 15 años y le empujé a la piscina vestido, todavía me duele recordarlo porque él estaba operado y por eso no se tiraba. Cuando salió del agua, vi que estaba enfadado, y yo me enfadé también porque para mí había sido una broma”, explica. “En vez de pedir perdón, me fui corriendo mientras él me decía: `Sara perdón porque te grité, lo que pasa es que caí encima de un chico´”, le dijo su padre. “¡Era él quien me pedía perdón a mí!”, exclama Sara. “Pienso en eso y todavía me arrepiento”.
¿El primer santo empresario?
"Creo que la vida de Enrique merece la apertura de una causa". Estas palabras del cardenal Argentino Jorge Mejía en 1997 dieron paso a la fase diocesana de canonización que concluyó en 2013.
Desde marzo de 2019, un tribunal examina el milagro atribuido a Enrique Shaw por el que podría ser declarado beato: la sanación de un niño golpeado por un caballo al que habían diagnosticado pocos días de vida. Los padres del niño, empleados de Enrique, pidieron su intercesión por la salud del niño, tras lo cual quedó curado sin secuelas.
De confirmarse, la postuladora de la causa Silvia Correale afirmó que Enrique Shaw sería “el primer santo empresario como figura contemporánea”.
Sara, una de los 9 hijos de Enrique Shaw habla de la fe y vida de su padre