Eloy Gesto es conocido por muchos en Santiago de Compostela, donde impulsó una academia de hablar en público, trabajó un tiempo en la política e incluso fue concejal.

Pero su vida sentimental fue un desastre durante años y acumuló heridas emocionales. Lejos de Dios, intuía que no le bastaría con los libros de autoayuda. Un libro de María Vallejo-Nágera, Un mensajero en la noche, la historia de un criminal violento transformado por una experiencia religiosa, le sacudió y le llevó, sin saber muy bien lo que hacía, a la catedral de Compostela.

El peso de la familia

"Me llamaron Eloy por el santo patrono de los orfebres. Soy el cuarto hijo, el único varón, el heredero esperado por mi padre para continuar su oficio. Él fue todo un líder social, orfebre y joyero artesano. Fue un referente en la artesanía y el repujado de plata, le premiaron por una técnica que desarrolló con un compañero. Es muy recordado y en parte me crie con el peso de ser su hijo y lo que eso implicaba", detalla Eloy.

"Él era muy social y recto. De él aprendí generosidad y honestidad. Pero no era practicante. Tenía amigos sacerdotes, pero no íbamos a misa nunca. Él respetaba las tradiciones en su vertiente social. A mi Primera Comunión vinieron cien personas, por unir a la familia. No íbamos a misa, pero me parece que yo siempre creí que había 'algo más'".

Dos rupturas familiares

A los 23 años se casó. La familia de su esposa era católica, pero el hogar que formaron no lo era. Hubo tensiones fuertes. "La verdad es que yo quería una familia estable y luché por la familia, pero no lo logré". A los 32 años tenía dos hijos y estaba divorciado.

"Hice cosas en política, fui concejal, lancé una academia de hablar en público... En algunas empresas que estuve me iba bien, pero sentía un gran vacío. En otras me iba porque hacían cosas incorrectas y yo no quería participar en eso, cosas que me indignaban por lo que mis padres me habían enseñado. Estuve en el sector inmobiliario, en consultoría, en automoción... Pero también es cierto que tenía una familia, dos hijos que mantener".

En 2017 se casó por segunda vez. Y volvieron los problemas. "No teníamos a Dios. Acudimos a una terapeuta, clienta mía, con un marcado perfil New Age, incluso era tarotista. No funcionó. Mi segunda esposa se fue y esta vez mis dos hijos lo vivieron y sufrieron aún con más cercanía. Sentí que había fracasado otra vez".

Eloy Gesto en 2018, buen orador y formador de oradores, entre su segunda boda y su segunda ruptura.

En verano de 2020 Eloy se sentía hundido. Antes vivía en un sitio bonito, pero con la ruptura estaba en una casa pequeña, con sus hijos, con sensación de "caída en barrena, vacío, desesperanza". Su hermana, de práctica activa en el budismo, le dejó un libro del Dalai Lama. También tenía libros de inteligencia emocional y psicología, temas sobre los que a veces organizaba eventos. Y el país golpeado por el coronavirus, las incertidumbres.

Él sabía que un par de libros no le bastarían. "Yo intuía que mi problema no era solo psicológico, era más profundo. Hoy diría que era espiritual".

El amigo insistente y el libro cristiano

Hay cristianos que regalan libros cristianos a sus amigos. A veces resulta ser el inicio de un rescate, de un viaje hacia Dios. Así le sucedió a Eloy. Su amigo Avelino nunca le había hablado de Dios, aunque Eloy sabía que era cristiano. Pero esa Navidad de 2020 le regaló Un mensajero en la noche, un libro de María Vallejo-Nájera, la historia de un hombre violento transformado completamente por el poder de Dios.

"Qué horror de libro", pensó Eloy sin leerlo, mirando solo la portada.

Su amigo Avelino le llamaba y le animaba.

- ¿Has empezado a leer el libro? -le preguntaba el 23 de diciembre, y el 26, y el 29.
- No, Avelino, no tengo tiempo, tengo muchos libros pendientes.

En la tercera llamada, le confesó:

- Avelino, el libro no me atrae nada.
- Tú empieza, y si no te gusta, lo tiras a la basura -dijo su amigo.

Por su insistencia, y triste por la Navidad en soledad, empezó el libro el 29 de diciembre. El 1 de enero lo había acabado.

"El libro me enganchó como si fuera fuego", explica. "Me resonaba en el alma: 'gracias, gracias'. Sentía un gran agradecimiento y alegría. Quería compartir esa alegría y algo me llamaba a ir a la catedral de Santiago, a ir al apóstol".

Entró en la catedral, en la capilla lateral dedicada a la Virgen del Pilar, restaurada, y rezó como pudo. "Gracias, estoy muy agradecido", era su oración.

El poder de la confesión

Su amigo le recomendó un buen sacerdote para hablar. El sacerdote le regaló un Evangelio de Lucas restaurado y le bendijo una cruz familiar que tenía en casa.

- Si lo consideras bueno para ti, puedes confesarte - le dijo el sacerdote con delicadeza.
- Sí, sí, vamos... -se lanzó él. Fueron repasando un folleto.

"No me sentí juzgado en esa confesión, yo lloraba como un niño pequeño. Él me decía: '¡cuánta fe tienes!' Fue una acogida muy bella y humana. Este sacerdote tenía una mirada tierna y decía las cosas que yo necesitaba. Cuando hablaba con él, salía con mucha paz. Hoy diría que estaba asistido, como si Dios le dijera por el pinganillo qué palabras debía pronunciar. Él era muy delicado y yo no ocultaba nada".

- Eloy, deberías valorar su sería bueno para ti empezar a ir a misa... -le planteó el sacerdote. Y empezó a ir a misa, y le gustó.

Familia y amigos sorprendidos

Eloy se puso a leer más libros de María Vallejo-Nájera. Primero, "de María a María". Después, "Paseando por el Cielo". Y un Evangelio comentado, "gordo, jamás pensé que leería algo así".

"Mis hijos entonces tenían 13 y 14 años, atravesaban su propia experiencia de duelo por las rupturas. Mis amigos y mi familia no entendían nada, especialmente mi hija, no entendía nada. Escuchaba cosas como: 'Eloy se ha vuelto un fanático'", recuerda.

Al leer el libro de María Vallejo-Nágera, Paseando por el Cielo, quedó fascinado por los testimonios. "¿Dónde habrá una capilla de esas de adoración?", le preguntó a Avelino. Así llegó a la parroquia de San Fernando y su capilla de Adoración Perpetúa. 

Él empezó a ir a la adoración perpetua de la parroquia de San Fernando. "Entré solo, y al entrar sentí una intensidad espiritual enorme, una presencia grande. Era como estar en un trozo de Cielo en la misma tierra. Y un tiempo después, estando en esa adoración, sentí un mensaje -unas palabras pero no una voz- que me decía: 'llama a la madre de tus hijos y pediros perdón'. Así que salí, la llamé por teléfono, le dije 'ha pasado esto y esto' y 'te pido perdón'. La invité a venir a la adoración esa misa tarde-noche. Y cuando vino oramos juntos, y en el fondo de la capilla hablamos, nos pedimos perdón mutuamente y nos dimos un abrazo. Y salimos de la iglesia en paz".

En mayo de 2021, cuando llevaba 5 meses de cristiano, se atrevió a hablar por primera vez con una persona que salía de la Adoración, y le acabó preguntando por Medjugorje, que conocía sólo por los libros de María Vallejo-Nájera. Apareció una plaza en un grupo, estaba todo completo

En Medjugorje, la Virgen como madre

En mayo de 2021, cuando llevaba 5 meses de cristiano, se atrevió a hablar por primera vez con una persona que salía de la adoración. Le preguntó por Medjugorje, que conocía sólo por los libros de María Vallejo-Nágera. Se apuntó a un grupo que participaría en el Festival de la Juventud, en el que quedaba sólo una plaza. Salió de Madrid hacia Dubrovnik. "Habitualmente tengo miedo a viajar, y nadie entendía que hacía yo viajando solo con desconocidos, pero es verdad que soy social y hablador, y la gente me acogió siempre bien, sin juzgarme. Sólo sabía que yo quería ir a ver a la Virgen".

"En Medjugorje sentí una gran presencia. En nuestra visita a Tijalina, donde está la imagen de la Virgen de la Paz de Medjugorje, me aparté del grupo, y me rendí a sus pies. me parecía que la Virgen me miraba, me abrazaba. Ante ella podía llorar de forma liberadora.  En misa lloraba y me pasaban clínex. Lo que yo sentía es que la Virgen me acogía como madre. Es como si en ese viaje Dios me pusiera una alfombra roja de bienvenida", recuerda.

De la Virgen como Madre, Eloy recuerda una enseñanza de Madre Teresa que recomendaba rezar así: "María, Madre de Jesús Misericordia, sé madre para mí ahora". "Te das cuenta de que ella es la mayor intercesora, nos protege y cuida tus detalles. ¡Como una madre!"

Madurar en la vida cristiana

Es interesante ver los pasos hacia la vida cristiana de Eloy, que nunca fue hostil a la fe pero que venía de muy lejos de ella. Además de las lecturas, se apoyó en los grupos de oración. "Empecé a ir al grupo Shekináh, de Renovación Carismática en mi parroquia. Mi parroquia está muy viva, ofrece de todo, para mí funciona como una comunidad. Y me apoyo en mi director espiritual, los cristianos hoy no podemos ir solos", dice.

También le parece que la Virgen le envía "personas maravillosas con fe", que le han ayudado a crecer, entre ellos el cineasta y converso Pietro Ditano, el escritor José María Zavala o Alicia Beauvisage, salvadoreña que vive en Francia y difunde la devoción al Sagrado Corazón. Pudo entrevistarlos en distintas ocasiones.

Compara su cambio con un gusano que da pasos hacia la mariposa, o un "reinventarse, redescubrir la vida, ahora en clave cristiana, como una vida nueva".

Se confiesa con frecuencia, cada semana, porque no le cuesta hacerlo, dice, y siente asco ante el pecado. Dice que le cuesta dejar las cosas en manos de Dios, por su personalidad peleona, pero gana paz dándole al Señor el control de su vida.

A las personas que sufren, que se encuentran atascadas en relaciones heridas, les pone el ejemplo de Santa Mónica, la madre de San Agustín, por su paciencia y oración perseverante. La fe alimenta la paciencia.

Ahora se da cuenta de que necesita paciencia al tratarse con los que aún no han tenido esa experiencia del amor y la fe. "Hay que tener pasión, pero también medir los tiempos. Y mostrar nuestra alegría, los cristianos no debemos acomplejarnos ni renunciar a la alegría", insiste.

Eloy contó su testimonio también a Refugio Zavala, hace un año (vídeo de 35 minutos).