Chitina Moreno-Torres es la nieta de un mártir de 1936, el notario Antonio Moreno Sevilla, asesinado en Bujalance (Córdoba), que forma parte de un grupo de 127 mártires de Córdoba aprobados para beatificar por decreto del Papa Francisco. Hablamos con ella de la historia de su familia y su abuelo mártir.
Una muerte primitiva en época de electricidad
Ella trabaja en comunicación en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y a menudo tiene que hablar de cráneos antiquísimos. "Tenemos el cráneo de Miguelón, por Miguel Induráin, que era un pre-neardental de hace medio millón de años. Todo el que pasa por el planeta deja su historia", comenta.
Muchos mártires de los años de la Guerra Civil murieron fusilados, pero se da el caso de que a su abuelo lo mataron de un hachazo en la cabeza, después de mantenerlo preso 20 días. No hay testigos, pero se ve por la herida en su cráneo. Un arma primitiva y una agresión primitiva, en una época de gasolina y electricidad, en nombre de la revolución anarquista y de la sociedad sin clases.
Chitina dice que algunos compañeros de trabajo se asombran cuando cuenta que su abuelo va a ser proclamado mártir. "Cuando lo iban a nombrar venerable, lo comenté a una persona que me respondió que su abuelo también murió en la guerra... Entendí que los que han visto fallecer injustamente a un pariente necesitamos un reconocimiento o homenaje para él, que nos dé consuelo".
Chitina Moreno-Torres, al empezar su trabajo de comunicación en Atapuerca
Chitina estudió derecho (como casi todos sus tíos, los huérfanos que dejó Antonio), después traducción e interpretación, luego periodismo... Trabajando como periodista, el padre de ella, que tenía 14 años cuando se llevaron al mártir, sintió el deseo de empezar a hablar de la guerra. Y así, hablando con su hija, salió un libro.
"De niña en mi casa se hablaba muy poco de la guerra. Yo de niña pensaba que 'los rojos' eran pieles rojas y que la huida de la familia en carros eran carromatos del Oeste. Tardé en enterarme que esos rojos eran españoles", explica la nieta.
Investigando la historia
"En el año 2000 yo hacía prácticas de periodismo en El Ideal de Granada, y mi padre quiso investigar y saber más sobre algunos episodios de la guerra, como la muerte de García Lorca, y ciertos hechos en Sierra Nevada de una noche muy fría. Me pidió que buscara en los archivos y él luego decidió escribir su versión de esos años. Viajamos a Córdoba, a Bujalance y lo acompañé a la casa donde mis abuelos y todos sus niños habían vivido. Hablamos con el alcalde de Bujalance, que nos enseñó el lugar donde se habían escondido los últimos vecinos amenazados por los milicianos. Hablamos con gente del pueblo que habían sido compañeros de escuela de mi padre".
"Mi padre empezó a hablar de aquella época con sus hermanos, con algunos primos. Por ejemplo, del caso de un primo secuestrado luego por los maquis... Mi padre distinguía entre nacionales, republicanos y rojos... llamaba rojos a los anarquistas y milicianos que mataban a quien querían, que es lo que pasó en Bujalance", añade.
Así, Valeriano Moreno Torres, el padre de Chitina, publicó en 2005 su libro de memorias La guerra civil de un niño de 80 años. Allí está la familia, el notario y mártir Antonio Moreno; su esposa, Rosario; los siete hijos que ella crio viuda, con la ayuda de otros parientes: Antonio, Valeriano, Fernando, Manolo, José Luis, Miguel y Vicente. Vivía con ellos además una sobrina a la que acogían como una hija más, Carmen.
El notario Antonio Moreno Sevilla, mártir a los 46 años
La viuda, Rosario, siempre educó a sus hijos en que no debían tener odio ni rencor ni "remover nada" sobre el tema.
"En 2019 murieron 4 de ellos, y en enero, mi padre. Qué pena. No han podido ver la beatificación pero sí acudieron en 2010 a la ceremonia en la catedral de Córdoba cuando fue declarada venerable. Están vivos mi tío Miguel, jurista militar, de 90 años, y Manolo, registrador de la propiedad, que creo que tiene más de 93 años. Entre mis tíos casi todos se dedicaron al derecho, excepto el mayor, ingeniero. Mi padre era corredor de comercio, otro era inspector de Hacienda, otro letrado de las cortes..."
Un choque cultural, diferencia de clase
En su libro, escrito con Chitina, Valeriano recuerda que notó un cambio cuando en 1931, con casi 9 años, dejó Puebla de Almanzor, en Almería, donde había crecido, y llegó a Bujalance, el mismo día de proclamación de la Segunda República. En Puebla no había distinción entre niños pobres y ricos, y todos jugaban juntos. En Bujalance sí había una fuerte distinción entre clases sociales, incluso entre niños. Al notario y su familia los miraban "como señoritos", aunque el notario era un simple funcionario de nivel medio.
La Iglesia tenía una escuela, con dos entradas: una para los niños que pagaban y otra para los que no pagaban. Con las cuotas de los que pagaban se podía escolarizar a los niños más pobres. "Las religiosas tenían clases todo el año, también en pleno verano, para seguir ingresando esos meses. Mi abuela Rosario hizo amistad con las señoras de clase alta del lugar, pero no encajaba del todo. Le hacían bromas como decirle: 'a ver si te regalamos unos olivos...'". Con tierras y olivos uno pasaba a tener otra categoría.
Casi nadie iba a la iglesia, ni los señoritos
En Bujalance había dos grandes iglesias, y Valeriano y sus hermanos recuerdan que estaban casi vacías incluso en misa. "Iba muy poca gente, no iban ni los señoritos. Por eso enseguida llamaron a mi abuelo 'el notario católico', porque iba a misa, con toda la familia", señala Chitina.
En casa rezaban el Rosario con asiduidad, aunque no cada día. "Cuando se prohibió la misa, la familia leía en casa las lecturas del día", detalla. Los lectores que hayan vivido algo así en el confinamiento de 2020 pueden empatizar con ellos.
Después llegó la revolución, se declaró un Estado anarco-sindicalista, se repartía "moneda anarquista"... y el 23 de agosto se llevaron a Antonio, al que habían ido a buscar varias veces. La familia supo que Antonio organizó en la prisión el rezo del rosario entre los otros detenidos allí.
La esposa del notario y la esposa del jefe anarquista
Rosario trataba de mantener diálogo con la esposa de uno de los jefes anarquistas, del famoso clan llamado "los Jubiles". Esta mujer le aseguraba que todo iba bien, que a su esposo le iría bien. Pero al cabo de 20 días, cuando su hijo Manolo le llevó la comida, le dijeron que se lo habían "llevado a Jaén". Nadie les confirmó que lo habían ejecutado... pero ella vio que en una de las listas de reparto de moneda anarcosindicalista ella figuraba como viuda. Con el notario ya muerto, asesinado en otro pueblo, quizá por mala conciencia, en Bujalance les trataron un poco mejor. En cuanto pudieron, se fueron de Bujalance, a apoyarse en otros parientes.
«La cruda realidad era que mi padre había sido conducido la noche pasada al cementerio del cercano pueblo de Cañete de las Torres, donde lo mataron a hachazos. Allí mismo lo enterraron junto a dos jóvenes sacerdotes. Mi padre tenía 46 años», escribe Valeriano en su libro. Tras la guerra Rosario recuperaría una medallita y algún objeto más de los restos de su marido. Los sacerdotes eran los mártires Bernardo Suárez Jurado, de 26 años, y Antonio Huertas Vargas, de 50 años, que eran sacerdotes en Cañete. También ellos van a ser beatificados.
Dinero anarquista en Bujalance
Preparándose para la celebración
Uno de los hijos de Antonio querría ir a la beatificación, si lo permite la salud y el coronavirus. Otro no quiere afrontarlo: "creo que le emociona pero no quiere revivirlo", comenta Chitina. Cada uno de los 5 hijos que ya han fallecido estará representado al menos por un pariente de su casa.
¿Es la sangre de mártires semilla de cristianos? Pese a su orfandad, todos los hijos de Antonio llegaron a ser buenos profesionales, ciudadanos muy respetados. Pero no todos heredaron su fe fuerte.
"Mi tío Fernando, que murió en 2008, era muy religioso. Mi padre lo era menos, más pragmático. Pensemos que tuvieron a su padre muy poco tiempo, mi padre quedó huérfano a los 14, perdió su ejemplo de religiosidad, aunque mi padre era buena persona y vivía los valores cristianos. Además, se criaron quizá en una religiosidad de su época, que algunos sintieron como falta de libertad", detalla Chitina.
¿Y ella, la comunicadora que intenta acercar al público la vida de nuestros ancestros más antiguos? "Yo soy muy respetuosa con las creencias y con la gente que tiene mucha fe. Me formé en un colegio religioso. La fe es un regalo. Yo soy muy de cuestionármelo todo. Sin duda, la fe ayuda. En los momento difíciles rezo y pido respuestas. Quizá aún no he recibido las respuestas que necesitaba de verdad", comenta con ReL.