Macarena Magirena es una madrileña que en estos momento vive por y para llevar almas a Dios. Y lo hace llevando a gente donde ella misma experimentó el fuego abrasador: en Medjugorje. Allí, dejó una vida de adulterio, se convirtió profundamente y también ha encontrado la sanación a un cáncer. Cuenta su impresionante testimonio Ana Beatriz Becerra en Portaluz:
“Cuanto más tenía, más vacío sentía, vivía muerta. En Medjugorje recibí la gracia”
Nos reunimos con la española Macarena Magirena Varela a escasos metros de la Parroquia Santiago Apóstol de Medjugorje. No podía ser otro sitio para una mujer que suma ya 14 visitas a esta conocida aldea de Bosnia Herzegovina.
Nacida y criada en Madrid fue educada en un prestigioso colegio, disfrutando de bienestar económico y social en una familia católica, de misa dominical, pero donde también se habían creado “muchos muros y máscaras”.
Con el paso de los años ni su historia familiar, la formación recibida, los vínculos sociales, como tampoco su trabajo o el dinero que podía gastarse en lujos, fueron suficientes. "Cuánto más tenía, más vacío sentía, yo vivía muerta”, apostilla.
Sumando conflictos
Incluso aunque había tenido dos experiencias de voluntariado en Calcuta, dos veranos completos al lado de la Madre Teresa, al regreso del segundo viaje algo hizo crisis y se alejó del todo de la Iglesia. Hoy cree fue por no haber logrado “encajar lo que yo viví en la India con la riqueza material que yo vivía. Me alejé de la Iglesia, de Dios y de los sacramentos”.
Confusa espiritualmente la ansiedad explotó en una anorexia nerviosa y en esta condición se la pasó una década con el psiquiatra y psicólogo: “Me enfermé, fruto del desorden interior que yo tenía. Como me dijo un sacerdote: Dios permite que uno caiga, para reconstruir lo que Él realmente pensó para mí”.
El novio ateo, practicante de yoga y casado
En aquellos años vivió “en adulterio”, confidencia, vinculada afectivamente con un chico ateo, metido al yoga. “En pecado muy grave, porque él estaba casado; separado, pero casado” recuerda.
Un día que visitaban a los padres de Macarena, él se detuvo ante una imagen de la Virgen de Medjugorje “que estaba en el despacho de mi padre”, recuerda ella. Fue apenas un momento, pero lo suficiente como para que él se fijase en la frase que la imagen tenía impresa: ‘Si supieses cuánto te amo, llorarías toda la vida’…
Fue él quien quiso viajar a Bosnia Herzegovina para conocer la aldea de Medjugorje donde la Virgen continuaba apareciéndose regularmente, al decir de los videntes. “Como mi centro era él y no Jesús, la Virgen sabía que, si le invitaba yo lo seguiría como un corderito…”.
“Yo fui sanada en Medjugorje”
Viajaron juntos hasta la aldea de la Virgen un total de 14 veces; y entre las muchas gracias recibidas, como la conversión de este chico, también se fue sanando el vínculo que tenían. Tras las primeras visitas se mantuvieron juntos por cinco años, pero en castidad. “Íbamos a misa juntos, yo ya tenía padre espiritual, y recibí la gracia…”.
Se refiere Macarena a ese proceso que le permitió tener la claridad y voluntad para dar por terminada la relación con él pues no obtendría la nulidad del sacramento de matrimonio que había prometido ante Dios. El dolor de la pérdida daría paso a la paz.
Pero aún le quedaba una nueva experiencia del inmenso amor que Dios le manifestaba, por mediación de la Virgen, la Reina de la Paz. “Yo fui sanada en Medjugorje. Tuve cáncer, tuve metástasis, muchas operaciones en el cuerpo. En un momento dado dejé todo y fui a Medjugorje, para decirle un sí”.
Con ese sí de aceptación de su enfermedad, para reparar, para ofrecerse en sus dolores a Dios, Macarena ya no tuvo temor y enfrentó serena un mes de hemorragias, la primera operación, a los dos meses otra operación, a los seis meses una más.
Flores para la Virgen
“Mi cáncer fue mi bendición. El mejor médico es Jesús. Me daban tres meses, pero puse mi cáncer en los brazos del Padre. Yo andaba y sentía que estaba en sus brazos. Luego de eso, encontrarme con Él en la confesión fue disolviendo el orgullo, porque en el confesionario, aparte de tu pecado, está presente Dios”.
El vínculo con Medjugorje, dice Macarena, le ha llevado a gustar el rezo diario del rosario, varias horas de oración contemplativa al día, la comunión frecuente y la adoración al Santísimo Sacramento. Pero también a encontrar un sentido trascendente para su vida: “Un día estando aquí en Medjugorje en la adoración eucarística, yo no oí la voz del Señor como puedo oírte a ti cuando tú me hablas, pero Jesús habla claramente en el silencio. Y lo que oí, lo que sentí era: tráeme almas. Luego eso lo llevé a dirección espiritual y fruto del discernimiento a los meses empecé con una almita, luego dos, luego tres, luego ha sido como una flor, como un jardín, como el jardín de María. Ahora son grupos hasta de cien”.