Tres son las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Y cuatro las cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Todas ellas las aprendió el normando Christophe Haye cuando con 40 años recuperó la fe gracias a su mujer y se inscribió en catequesis para recibir la Confirmación. Esto le inspiró a lanzarse a una iniciativa de crear las ya conocidas en la zona como “cervezas virtuosas”. Produce siete tipos diferentes a las que ha puesto los nombres de las siete virtudes.
Como todos los viernes este francés deja su carpintería al mediodía para acudir a su microcervecería junto al santuario de La Chapelle-Montligeon, conocido por estar dedicado a las almas del purgatorio y al que acuden cada año decenas de miles de personas para rezar por sus seres queridos fallecidos.
Con la "ayuda" del Espíritu Santo
De momento, su trabajo principal sigue siendo la carpintería, aunque viendo como está funcionando la cervecería La Vertueux (La Virtud), no podía ser otro nombre, quizás pronto pueda dedicarse al que ha sido su gran sueño.
En sus instalaciones se pueden ver los tanques de cerveza de acero inoxidable junto a cajas de cartón con botellas y etiquetas en las que se puede leer “Templanza”, “Fuerza” o “Caridad”. “Comencé con la ayuda del Espíritu Santo”, afirma risueño este normando, que recuerda que desde los 10 años soñaba con hacer su propia cerveza. Mi madre es belga y cuando mis primos venían a visitarnos cambiábamos nuestras botellas de calvados (aguardiente típicamente normando) por cervezas artesanales”, cuenta a Famille Chretienne.
La conversión de su mujer abrió el camino
El punto de inflexión fue su 40 cumpleaños. Era ahora o nunca, se dijo este carpintero de Normandía, y por ello comenzó a recibir formación cervecera. Ya en casa, y gracias a sus dotes como carpintero, construyó una pequeña habitación, diseñó cuatro recetas de cerveza y produjo algunos litros para sus amigos.
La historia podría haberse quedado aquí, una afición ya satisfecha para el disfrute de la familia y amigos. Sin embargo, lo más grande estaba por pasar en su familia. En medio de aquel proceso cervecero, cuenta Christophe, “mi esposa Céline se convirtió. Cuando comenzó su catecumenado en Mortagne con los sacerdotes de la Comunidad de San Martín, me inscribí en Catecismo para prepararme para el sacramento de la confirmación a los 42 años”.
Este matrimonio que recibió con fuerza a Dios pronto se hizo amigo de los monjes de la abadía que les fueron acompañando en este camino de conversión. Uno de estos religiosos descubrió entonces aquella querida pequeña habitación-cervecería que Christophe tenía en su casa y le animó a que siguiera con este sueño y que incluso vendiera esta cerveza.
Mientras se sucedían todos estos acontecimientos, este carpintero escribió una carta a su obispo de cara a su confirmación. Éste le contestó exhortándole a “trabajar por el bien de la Iglesia”.
Las siete virtudes, y sus siete cervezas
Esta frase no paró de darle vueltas en su cabeza durante todo el tiempo. Y quería de verdad poder poner en práctica el consejo del obispo. En aquel momento, en sus clases de Catecismo conoció a otro compañero que también se iba a confirmar y que se dedicaba al diseño gráfico.
“Le conté mi proyecto y le expliqué que quería transmitir un mensaje cristiano. Mientras estudiábamos las virtudes teologales y cardinales sugirió que llamase a mi cervecería La Vertueux (La virtud) y bautice mis cervezas con el nombre de las siete virtudes. Solo tenía cuatro recetas, así que tuve que inventar tres más”, cuenta contento Haye.
Como si la providencia estuviera de su parte, mientras su sueño iba poco a poco materializándose los monjes de Montligeon le ofrecieron instalarse en los talleres Buguet, unas instalaciones creadas en 1888 por el abad Buguet, fundador del santuario, y que albergaba una imprenta que daba trabajo a muchos vecinos. Ahora, este lugar ha sido destinado por la comunidad monástica a empresarios y artesanos que aplican la Doctrina Social de la Iglesia.
Ahora La Virtud es uno de estos lugares, y en él se ofrecen las ya conocidas como “cervezas virtuosas”. En su proyecto, Christophe quiere que el etiquetado de las cervezas lo lleven a cabo personas con discapacidad del Instituto Médico-Educativo de la localidad.
Una oportunidad para hablar de Dios
Cuando trabaja en su cervecería el silencio es monástico. Sin radio ni nada que pueda molestarle hace su trabajo en presencia de Cristo, rezando y hablando con Él. Y así poco a poco su lengua se ha ido soltando con los clientes que van llegando a su pequeña cervecería, a los que ya puede hablar de Dios. Lo que no imaginaba es que sus cervezas “virtuosas” podrían ser un elemento de evangelización.
Cuando llegan a pedir, algunos clientes le dicen: “Deme una con la etiqueta verde y otra negra”. Pero Christophe les pide que especifiquen su nombre: “Tráigame Esperanza y Fe”, rectifican los clientes.
Y él obedeciendo a sus deseos no sólo le trae estas dos cervezas sino que les ofrece el regalo de la esperanza y de la fe. Se convierte en una oportunidad para hablar con ellos de Dios e invitarles a una Iglesia que ofrece en profundidad lo que anuncian las cervezas.
Pronto, las etiquetas también incluirán una pequeña cita del Evangelio que acompañará al nombre de la cerveza.
Christophe confiesa que para la cerveza “Fe” eligió la etiqueta en color negro para hacer un guiño a la sotana que utilizan los sacerdotes de la Comunidad de San Martín y que tanto bien han hecho a su familia estos últimos años.