El misionero Giuseppe Ghirelli, sacerdote fidei donum, cumplió a los 60 años su sueño de la infancia de ir a las misiones. Ahora es el único sacerdote católico de un vasto territorio en la prefectura apostólica de Robe, en Etiopía, y situada en la frontera de Somalia.
Su territorio comprende 20.000 kilómetros cuadrados, lo que equivaldría más o menos a las regiones españolas de Asturias, Cantabria y País Vasco juntas, o al territorio de un país entero como es El Salvador.
Un lugar sin apenas católicos
Esta región de Oromía es predominantemente musulmana, después aparecen los cristianos coptos y en este enorme territorio este misionero apenas tenía 900 católicos, a los que se suman los 50 bautizados que ha realizado este sacerdote desde que llegó a la misión en África hace algo menos de cinco años.
Tras más de treinta años como párroco en el Lazio italiano en la diócesis de Anagni-Alatri su ministerio dio un vuelco completo cuando al fin su obispo aceptó su solicitud para anunciar el Evangelio en un lugar donde muchos no han escuchado hablar de Cristo.
Lo primero que hizo fue estudiar inglés y el idioma del grupo étnico oromo. En la parroquia recibe la ayuda de cuatro misioneras de la Caridad, que le ayudan en el servicio pastoral y llevan un hogar para huérfanos, del que este sacerdote es ahora el responsable.
“Estoy en un área donde el Evangelio aún no ha llegado, es uno de los muchos rincones del mundo donde aún no se conoce a Cristo”, afirma.
"Dar testimonio"
¿Cómo se puede proclamar el Evangelio en una tierra donde apenas hay católicos? Según explica a Avvenire, el padre Ghirelli afirma que hay que hacerlo “con simplicidad, compartir la vida cotidiana con aquellos que necesitan cuidado o educación, y que son muy pobres. Y dar testimonio del servicio de la vida del Evangelio”.
Y es que entre las guerras y la pobreza la situación es complicada en esta zona, que además está situada a más de 2.200 metros de altura donde menos del 20% de la tierra es cultivable.
La Iglesia, un punto de referencia
Según explica este misionero, “la Iglesia Católica tiene una presencia numéricamente pequeña, pero es un punto de referencia seguro para todos, respetando las culturas locales. La parroquia nació donde no había nada. Hoy cuenta, además de la guardería y la escuela primaria con 900 estudiantes, con un Hogar Familia para huérfanos”.
Este orfanato es precisamente mantenido gracias a la ayuda de los niños españoles de Infancia Misionera. “En ese hogar –explicaba el padre Ghirelli- viven once niños, de entre 8 y 16 años. Los cuida una mujer viuda, que es como una madre para ellos. Estos niños no tienen padres, o si los tienen no pueden hacerse cargo de ellos”.
Los pequeños misioneros
Estos niños huérfanos van al colegio de la misión. Este sacerdote explica que “allí no hay clase de Religión, porque en la zona los católicos son minoría. De hecho, nunca había habido misioneros hasta 2001. Hay sobre todo musulmanes y cristianos ortodoxos”. Sin embargo, estos niños que sí son todos católicos participan en un grupo de Infancia Misionera con otros alumnos del colegio. “Yo me reúno con ellos una vez a la semana por la tarde, después de clase. Les explico el Evangelio y les enseño alguna imagen de la vida de Jesús”, relata el misionero.
Pero lo que ha conseguido este religioso es convertir a estos niños también en misioneros. Ahora van a un pueblo cercano donde también hay algunos católicos y les cuentan las historias de Jesús. Luego juegan juntos.
Desde entonces, recoge Alfa y Omega, lo repiten cada semana. Estos pequeños misioneros hablan de Jesús a sus amigos católicos, pero también a los ortodoxos y a los musulmanes.
Pero además, esta misión se ha convertido en un foco de paz a través, precisamente, de los niños. El campo de fútbol, único en la zona, se ha convertido en un recurso educativo en un país en el que la mitad de la población tiene menos de 20 años. “Es raro que se vean compatriotas de distintas etnias viviendo juntos como hermanos, como sucede con nuestros jóvenes”, explica.