María del Carmen Martín Astorga, conocida como Maricarmen, es una joven científica de 27 años que en estos momentos investiga sobre terapias celulares pero que a su vez es consagrada como misionera idente.
Hace poco más de dos años entró a formar parte de este instituto en cuya vocación sigue desempeñando su labor profesional, en este caso, en el ámbito de la ciencia.
En una entrevista que recoge la Diócesis de Málaga, esta joven cuenta que estudió Biotecnología, “una rama específica parecida a la biología (para entendernos) que actualmente está en auge y me dedico los últimos años a la investigación, ahora mismo concretamente en biología molecular y centrada, sobre todo, en desarrollar nuevas terapias que ayuden en un futuro a su aplicabilidad en humanos. Formo parte de un proyecto de investigación sobre terapia celular en medicina veterinaria en la Universidad de Málaga para evaluar el potencial de las células madre mesenquimales de diferentes especies y su aplicabilidad en diversas patologías en animales. Dado que los animales sufren patologías muy similares a las humanas, los resultados de esta investigación ayudará a desarrollar nuevas terapias de gran utilidad en la medicina humana”.
Para muchos puede parecer extraño que Maricarmen sea a la vez científica y consagrada, pero esto es algo común entre los misioneros identes. “Dios se presenta donde menos te lo esperas. Terminando mi carrera universitaria, conocí a los Misioneros y Misioneras Identes en un proyecto que se llama Parlamento Universal de la Juventud, y fruto de ello me enamoré. Seguí conociéndolos, y su examen ascético-místico, que es propio de su carisma, me hizo poco a poco enamorarme de Cristo y de esta institución. En la actualidad sigo investigando y vivo cerca de Cristo diariamente, compartiendo vida en comunidad”.
Esta joven consagrada recuerda la importancia de la fe recibida en casa, semilla que luego fue creciendo en su interior. De este modo, explica también en Aleteia que “desde muy pequeña me inculcaron los valores cristianos. Sobre todo fue con mi madre. Con ella iba a misa, a catequesis y también participaba como voluntaria en Cáritas parroquial. Allí pude ver desde muy joven las diferentes realidades de muchas familias y esto me ayudó a seguir creciendo en la fe y en el servicio a los demás”.
En un complicado último año de universidad, Maricarmen recibió de un compañero una oración realizada por el jesuita José María Olaizola, que decía:
Adéntrate en mi reino…
“Hijo mío, que estás en la tierra,
haz que tu vida sea
el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino
en cada paso que des,
en cada decisión que tomes,
en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mí, y conmigo.
Esa es mi voluntad
en la tierra y en el cielo”.
“En ese momento –explica esta joven- sentí cómo Dios Padre me invitaba a estar más cerca de Él y a vivir un mayor compromiso en mi fe”.
Y años después de aquel momento Dios lo es todo para ella. “Más que mi vida, diría que lo que ha cambiado radicalmente es mi relación con Dios Padre. Ahora, Él es el centro de mi vida, de mi oración y de mi entrega a los demás. Es vivir la santidad a la que todos estamos llamados, en el día a día, en nuestra profesión”, cuenta.
Ahora ya como consagrada sigue investigando en Biotecnología y además vive con su comunidad. Sobre su vocación en un mundo como el científico, Maricarmen cuenta a la diócesis andaluza que les extraña pero “hay que tener en cuenta que tenemos esa vocación universal a la que todos estamos llamados: la santidad. Cada uno debe ver dónde Cristo les dice que la realice. Cuando Cristo se hace presente en tu vida y te muestra su voluntad, todo lo mundano se queda corto, vacío. En estos tiempos de pandemia seguramente todos nos hemos planteado muchas cosas, y les animo a que se hagan esta misma pregunta: ‘Cristo, ¿qué quieres de mí?’. Y que respondamos generosamente a esa vivencia y le demos el sí que le dio María”.
A esta joven le está tocando vivir buena parte de su vida como consagrada en la era Covid. Según explica, en esta situación Dios “se manifiesta en lo pequeño, en lo sencillo: en una mirada, en un gesto, en una palabra, en una noticia, en la oración. Me emociona ver a tantas personas, a tantos anónimos, que dan su vida diariamente para que poco a poco vayamos superando esta pandemia. Y lo más importante es que Cristo se hace presente en mi fragilidad humana y me muestra que sin Él no soy nada y con Él lo puedo todo”.
Para conocer mejor su carisma como misionera idente, María del Carmen cuenta que “son un instituto de vida consagrada y nuestra misión apostólica se centra, fundamentalmente, en dos ámbitos: el primero, el diálogo con los intelectuales para la propagación y la defensa de la verdad revelada. Lo segundo es el apostolado con los jóvenes, jóvenes que han perdido la fe, que no la alcanzaron nunca o están en crisis. Esos dos pilares son la seña de identidad de nuestra institución y marcan mi día a día en ese diálogo con los jóvenes, en la universidad, donde trabajo, como misión dentro de este carisma”.