Klaus Kinzler es uno más del cada vez mayor número de víctimas de la cultura woke. Este profesor de alemán que desde hacía más de dos décadas enseñaba en el Instituto de Estudios Políticos (IEP) de Grenoble (Francia) ha sufrido durante el último año y medio una tremenda persecución con insultos y amenazas, hasta incluso ser suspendido por la propia institución educativa para la que trabajaba y necesitar protección policial.
¿Qué hizo? Cuestionar el concepto de “islamofobia” en un correo privado con otro profesor en el que debían organizar un debate con alumnos sobre racismo, antisemitismo e islamofobia. Kinzler aseguraba en ese mail que este último concepto era poco claro y no estaba en Francia a la altura de los otros dos. Pero sus palabras fueron filtradas a un sindicato de estudiantes, que desde ese momento comenzó la caza contra él tachándolo públicamente de “fascista” e “islamófobo,” colocando fotos suyas por el IEP y en redes sociales e informando de su nombre. Su caso llegó incluso a las más altas instancias políticas.
Se inició una caza contra este profesor con el objetivo de que fuera cancelado y borrado de la esfera pública. Pero este señalamiento pudo tener consecuencias mucho más graves contra él. Al ser acusado de islamófobo le convertía en objetivo de grupos islamistas, pocos meses después de que otro profesor, Samuel Paty, fuera asesinado en Francia tras haber sido igualmente acusado de islamofobia.
El IEP de Grenoble ha tenido que levantar la suspensión del profesor Kinzler, que en principio podría volver a las clases en septiembre, aunque se le ha hecho ver que no es bienvenido. Ahora acaba de publicar sus experiencias de estos casi dos años en el libro L’islamogauchisme ne m’a pas tué (El islamoizquierdismo no me mató).
En el IPE de Grenoble estudiantes hicieron pintadas, colgaron carteles y amenazaron al profesor Kinzler.
El profesor denuncia el fin de la libertad de expresión llevada a cabo por la cultura woke y la permisividad de los responsables académicos con estas tácticas de ataque contra el disidente. "Dejamos a los estudiantes extremistas del IEP de Grenoble bañados en total impunidad, incluso con el sentimiento de 'omnipotencia'", denunciaba en una entrevista con el digital Atlantico.
En este tiempo, el profesor ha criticado que este centro de estudios superiores haya cedido al chantaje de los grupos de estudiantes más extremistas. Por ello, tal y como recoge Le Parisien, Klaus Kinzler no se achantó y en los medios de comunicación calificó la institución como un instituto de “reeducación política”, acusando a un “núcleo duro” de sus colegas de adoctrinar a los estudiantes en la cultura del "wokismo".
De la noche a la mañana, su vida tranquila como docente cambió: oleada de odio en las redes sociales, amenazas de muerte, protección policial diaria, investigación abierta por "insulto público", intervención del gobierno, ausencia de apoyo de la dirección del IEP, etc. Pero también recibió cientos de mensajes de apoyo, lo que le impulsó a escribir este libro.
En una entrevista con Famille Chretienne a raíz de su publicación, Kinzler recuerda lo que pasó:
“Me invitaron a participar en un debate titulado ‘Racismo, antisemitismo e islamofobia’. Lo que me molestaba era esa falta de rigor, a nivel intelectual, consistente en resaltar el antisemitismo y el racismo por un lado, y la islamofobia por el otro. El antisemitismo y el racismo, sabemos muy bien lo que es, han sido estudiados por historiadores, filósofos, sociólogos. ¿Pero islamofobia? Es un término muy reciente, un concepto muy vago del que no sabemos a qué se refiere exactamente. ¿Es esta hostilidad a la religión musulmana perfectamente legítima y legal en Francia? Entre los propios musulmanes, ¿quién caería bajo el delito de racismo? No se sabe. Me hubiera gustado discutirlo sobre todo porque, en este caso, percibí un deseo de banalizar la Shoah y una victimización de los musulmanes franceses, supuestamente los nuevos judíos. No me dejaron tiempo para ello... Fui atacado, insultado por carteles y publicaciones en las redes sociales...”, cuenta el profesor.
Estas diferencias las mostraba Kinzler por correo electrónico con otro profesor mientras se organizaba el debate. En copia estaban también algunos alumnos que debían también organizar esta jornada. Y fue entonces cuando esta conversación privada estalló en redes sociales y en carteles pegados en el IPE de Grenoble.
Este profesor denuncia el poder otorgado a esta izquierda woke en la universidad. En su opinión, se encuentra “particularmente en las ciencias sociales. Y no son sólo los estudiantes, también son los docentes-investigadores, que han importado teorías de Estados Unidos sobre el género, la raza o el ‘decolonialismo’, que no sería un problema si accedieran a discutirlo. Pero quieren imponerlas por la fuerza. La tolerancia y el debate están desapareciendo. Si contradices estas teorías, inmediatamente se te considera el enemigo a vencer. Me hubiera gustado hablar de la islamofobia, pero me negaron este debate y me insultaron. Lo peor es que rechazamos el debate en nombre de la ciencia, una ciencia militante. En cuanto a los estudiantes, o se declaran 'ofendidos' o se vuelven agresivos".
Kinzler ve este “hipócrita” este posicionamiento porque “los que dicen sentirse ofendidos, por ejemplo por la islamofobia, son los mismos que al minuto siguiente muestran una enorme agresividad atacándote y difamándote con violencia”.
Volviendo al problema de la universidad, el todavía profesor del IPE de Grenoble denuncia igualmente que el nivel intelectual de las ciencias sociales ha bajado considerablemente. Asegura que los artículos sobre temas de género, raza o decolonialismo “suelen ser extremadamente pobres. Sus autores han leído poco, son muy especializados y no dominan una disciplina sino que se contentan con ‘estudios’ en los que inventan palabras complicadas y por tanto atractivas”.
Lo mismo ocurre, en su opinión, con los estudiantes. “Su nivel también ha bajado enormemente. Tampoco han leído las grandes obras de literatura. Llegan pensando que lo saben todo, esperando que sus profesores les den el barniz científico que adornará sus prejuicios”, agrega.
Y deja un punto muy interesante sobre este aspecto: “Además, en un mundo sin Dios, creo que detrás de todo hay una búsqueda de espiritualidad”.
Klaus Kinzler afirma que todas estas creencias de alumnos y profesores y que son “sólo ideologías” reemplazan “a ese Dios que murió desde Nietzsche”. Y lo explica: “mis alumnos tienen padres que ya no van a la iglesia, no conocen los evangelios, no saben lo que es la fe… La utopía del comunismo también está muerta. Al mismo tiempo necesitan creer en algo. Los hemos convencido de que nuestra democracia occidental es terriblemente injusta. Creen en la necesidad de salvar el planeta y que para eso es necesario abolir el capitalismo… En fin, se niegan a cualquier debate racional, víctimas que son de un estrecho dogmatismo; su lucha tiene algo de religioso, en el peor sentido del término. Así que la crítica de sus creencias es sentida por ellos como una blasfemia”.
Aunque injusto cree que su caso tiene algo de positivo, mostrar a la sociedad lo que está ocurriendo: “la imposibilidad del libre debate, la amenaza a la libertad de expresión, el adoctrinamiento que allí reina: todo eso hay que saberlo”.