Años de experiencias paranormales, sufrimiento y un sinfín de sectas fue el precio que Priscilla Locke (hoy, de la Cruz), tuvo que pagar por una mala decisión tomada con tan solo 12 años.
Entrevistada por El rosario de las 11 pm, relata que hasta entonces vivió por y para su "mundo", consistente en retiros espirituales en su colegio católico, el estudio del catecismo y la oración. "Me gustaba y también lo veía en casa en mi madre, piadosa, admirable y querida por su comunidad", cuenta. Su familia le transmitió una profunda fe, fue bautizada e introducida en los sacramentos y educada con su hermana en "los mejores valores que se pueden inculcar".
Sin embargo, a los doce años, "algo sucedió" en ella. Parecían simples dudas, curiosidades y preguntas que hacía en clase, pero eran en realidad los "primeros signos de una rebelión".
"La semilla del mal"
Pronto recordaría con nostalgia cuando, en el descanso, elegía ir a la capilla a rezar antes que jugar con sus amigas. Especialmente cuando se cambió a un colegio laico.
"Cayó en mis manos un panfleto de los Testigos de Jehová y empecé a encontrar que `refutaban´ todo lo que me habían enseñado. [Creí que] todo mi mundo era una mentira", pensó al leerlo.
Lejos de conformarse, decidió tratar de refutarlo leyendo la Biblia con solo 12 años y con una fe ya dañada. Pero ella "quería aprenderlo todo"… y siguió buscando "donde no debía".
"Me topé con esoterismo, mitología, magia negra, adivinación, viajes astrales… Hablaban de hechizos con los que se podía cambiar el mundo, que alguien actuase de una forma… Sentí que era un mundo nuevo por descubrir y que yo debía practicar", relata.
Priscilla sabía que la "semilla del mal" había entrado en su interior. Lo siguiente que hizo fue vaciar su cuarto de toda imagen religiosa. La devoción por la que destacaba desapareció en días con sus nuevas lecturas.
Pronto corrió la voz en el colegio de que leía las cartas. Y lo más sorprendente, agrega, "es que las predicciones se cumplían".
Las consecuencias de la ouija: "Me dio pánico"
Y llegó la ouija. Tenía 17 años cuando empezó a "jugar" en casa de su amiga. Pronto el juego mutó en "obsesión".
"Era todo lo que hacíamos. Llegábamos a casa, nos encerrábamos y nos poníamos a jugar", relata. Ella "pensaba que era un experimento más", pero cuando empezaron a obtener respuestas supieron que era mucho más que un juego.
Dejó de ser divertido cuando la amiga de Priscilla empezó a presenciar fenómenos en su casa -ruidos, luces que se encienden y apagan, cosas que se mueven…- y dejó de "jugar". Pero Priscilla pensó que solo era "una excusa" así que, por su cuenta, pidió como prueba de que el espíritu "existía" una lección.
"Al día siguiente vino y me dijo que habían empujado a su hermana de la cama por la noche", recuerda.
Priscilla pensaba que la ouija era una práctica más de adivinación: nunca previó las implicaciones que tendría en su vida.
Tenía entonces 17 años. La siguiente víctima de sucesos paranormales sería ella misma, cuando un día apareció en su casa la hija de su vecina y, sin explicación alguna, su voz dejó de parecer la de una niña de 5 años mientras citaba Mateo 8, 18-22: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". Según se fue la niña, recibió una llamada anunciando la muerte de su bisabuela.
"Era demasiada coincidencia. Me dio pánico", recuerda.
Con repulsión a la Iglesia, entregada al esoterismo
Fue solo el primero de una cadena de episodios paranormales que afectaron a su propia vida y que relata a lo largo de la entrevista. Y aunque dejó la ouija, en ningún momento renunció al esoterismo, la lectura de cartas o el péndulo mientras participaba en algunas oraciones y devociones católicas con su madre.
Aquella mezcla de "cristianismo y esoterismo" terminó por hacer que su fe fuese "irreconocible". No quedaba nada ya de la devota Priscilla, ya "no quería saber nada de la misa, le cogí repulsión y no quería ni ayudar a poner al niño [en el belén]. La rebeldía estaba en su pico y sentía que la religión era una opresión".
Así empezó un largo caminar por corrientes y tendencias que compartían siempre una raíz "antireligiosa".
Primero fueron sectas esotéricas, después se sumergió en las prácticas orientales como el yoga y más tarde en el feng shui, que afirma obtener hipotéticas "influencias positivas" a través de la "ocupación armónica" del espacio.
Hoy Priscilla admite que se sentía una estafadora por cobrar a sus clientes solo por colocar un espejo o letras chinas en su casa. Así que empezó a profundizar y hacer trabajos más técnicos "para justificarlo". Hablando con uno de sus clientes escuchó hablar por primera vez del reiki.
Durante aquellos años, dedicó su vida a profundizar en las terapias alternativas y, sin saberlo, "a arrastrar a muchos lejos de la Iglesia". Habla por ejemplo del yoga, como una disciplina "espiritual" asociada a la creencia "en muchos dioses" que, en realidad, son "demonios"… y que pasa factura.
"Lo más vil que pude haber hecho"
"A medida que uno se mete en eso se aleja de la religión, deja de acudir a misa y de frecuentar los sacramentos. Y yo estuve así, alejada, haciendo todo tipo de rituales pero, sin embargo, no tenía ninguna paz. Era insoportable, solo quería estabilizarme", lamenta.
En plena caída libre, recuerda como una "bendición de Dios" quedarse embarazada. Por influencia de su madre y al retener su educación de la infancia, consagró a su hija a la Virgen durante el embarazo y la bautizó "debido a lo paranormal" de su juventud.
La madre de Priscilla era "como una contención" a sus aficiones y la única que trataba de que retomase la fe. Por eso, cuando murió, la forma de orientar su pérdida no contribuyó a mejorar.
"Agonizante, me pidió que volviese a la Iglesia. Le dije que no volvería a eso, que no creía lo que se decía ahí. Fue lo más vil que pude haber hecho", recuerda.
Con su muerte terminó de venirse abajo, mientras contemplaba impotente como simplemente al escuchar el rezo del avemaría "sentía repulsión".
Atea militante y en campañas de apostasía colectiva
Desde entonces, las "bendiciones de Dios" se dieron con tanta frecuencia como los rechazos de la joven por la fe. Así, poco después de encontrar al que sería su esposo, Priscilla negó formalmente a Dios y paso a integrar las filas del ateísmo militante.
Al principio, muchos la invitaban a los encuentros y reuniones, auténticas "bacanales" que alternaban "parrilladas en viernes santo" con burlas a la religión y fumar marihuana.
Priscilla formó parte del ateísmo militante promocionando campañas de apostasía colectiva.
"Nos jactábamos tratando de demostrar cómo ser buenas personas sin necesidad de Dios, hicimos una campaña de apostasía colectiva y renuncia a los votos bautismales. También tenía un blog antireligioso y de nueva era", recuerda.
Sin embargo, su marido le puso contra la espada y la pared, pues él sabía que continuaba practicando rituales y que, en realidad, "no podía seguir siendo atea".
Priscilla continuó buscando, necesitada de dar con la verdad y la fuente de paz espiritual.
Cambiando las cartas por la Biblia
"Volví de golpe al paganismo, la lectura de cartas y finalmente caí en el chamanismo. Empecé a consumir LSD, marihuana y fui a ceremonias de ayahuasca. Hice muchas cosas en el chamanismo, pero nada que fuese de ayuda. Tarot, introspección… nada resultaba", recuerda.
También integró las filas de una agrupación de brujas wiccanas. Pero entonces era 2020, cuando llegó la pandemia, todo cerró… y ella abrió los ojos.
"Me dio rabia darme cuenta de que nadie lo había visto venir. Ninguna de las brujas que nos reuníamos a leer cartas y runas. Éramos supuestamente wiccanas… ¿y nadie lo vio venir? Todas dijeron que 2020 sería viaje, apertura y expansión… claro", lamenta irónica.
Aquel episodio le llevó a renunciar al esoterismo de forma prácticamente definitiva, cambiando las cartas por una antigua Biblia que compró en un anticuario y que resultó ser una "señal de Dios".
Una noche, sin poder ver a su familia por las restricciones y sumida en una profunda soledad escuchó una voz que decía su nombre.
Respondiendo a Jesús
"Aquí estoy", respondió. Aún le cuesta explicar la experiencia, en la que aseguró ver la imagen de Jesús, mirándola.
"Me puse a llorar… ¿Por qué a mí? Yo era malísima, hacía cosas horribles, me burlaba de todo… y Él tuvo misericordia de mi en ese momento tan triste, abrazándome. Solo su misericordia me pudo haber sacado de ese vacío", recuerda.
Priscilla se fue corriendo a su habitación y rezó insistentemente el rosario, la única oración que recordaba a la perfección desde su infancia, tras más de una década sin pronunciar oración alguna.
Desde entonces no paró de rezar el rosario cada día, convencida de "no merecer aquella experiencia" y de que su único deber hoy es "agradecer a Dios esa bondad y misericordia que tuvo: le ofendí desde tan pequeña y Él no se cansó de buscarme".
En agosto de 2022 fue su primera confesión de vida tras 20 años, cuando estaba embarazada de su hija.
Desde entonces, afirma "ser feliz" y se esfuerza por devolver "el talento recibido del Señor para escribir" mediante devocionales a la Virgen y Jesús así como con un libro donde desvela las mentiras y funcionamiento de la Nueva Era.
Antes de concluir, dirige un sentido mensaje a su audiencia y seguidores, lamentando el que considera "el peor error" de su vida, "no haber hecho conocer a Jesús" a su hija. "Les ruego que recen por ella. Ahora soy sierva de Cristo pero no siempre fue así y no enseñé a mi hija a amarle. Si hay algún familiar por el que sufráis al verle alejado de la Iglesia, llévalo al Santísimo aunque sea una vez. Reza sin cesar por esa persona", concluye.