Desde sus veinte años y durante las dos décadas siguientes, la vida de Bob Blundell fue una continua lucha interna por alejarse de un Dios que, por mucho que rechazaba, parecía perseguirle. Cansado, se disponía a renunciar definitivamente cuando cayó en sus manos la obra de un autor converso a la fe con quien se sintió especialmente identificado.
Deep Purple a todo volumen, un rugiente Pontiac Catalina del 63, el pelo largo y la ropa raída. Es posiblemente la imagen que mejor describió durante años la vida interna de Bob Blundell, especialmente en su juventud, según relata a The living pulpit.
Nacido en Estados Unidos, explica que su familia era creyente pero que Dios, la fe y la Iglesia nunca ocuparon un lugar central de su hogar ni su educación.
Una "obsesión enfermiza" frenada por la enfermedad
“Esa carencia se trasladó a mis primeros años como adulto”, explica a Catholic Stand. “Mi vida se centró únicamente a las posesiones materiales y el placer personal, carecía de cualquier parámetro moral y a menudo mis decisiones resultaban en el sufrimiento de los demás”.
Así comenzó un periodo “en el que lo único que importaba era mi éxito en el deporte”, relata. “Me obsesioné de manera enfermiza con las competiciones y carreras, como un ídolo falso para mí, alimentado por medallas y trofeos que simbolizaban lo que yo pensaba que era mi autoestima”.
Bob, entrevistado en 2002 con motivo de una de sus carreras de coches.
La fachada no tardó en caer y cinco años después sufrió diversas enfermedades que le impidieron continuar con ese modo de vida. “Me debilitaron y humillaron. Ya no era el hombre indestructible que pensaba que no necesitaba a Dios en su vida”.
Bob, que siempre creyó en Dios, rara vez “reconocía su presencia, y Él era simplemente alguien a quien acudir cuando estaba en crisis. Me dio éxito en mi carrera y me permitió tener una vida cómoda, pero veía mis posesiones como logros y producto de mi trabajo, y no como sus regalos”.
En el momento más oscuro, Dios tampoco se rendía
La primera vez que se abrió a una religión fue en su trabajo, cuando un compañero protestante a quien también conocía por su ministerio en una iglesia le dijo que había estado rezando por él. “Dios quiere que lo aceptes en tu vida”, le dijo. Impresionado, aceptó la invitación del pastor. “Reconocí a Jesús como mi salvador”.
Desde entonces se sintió llamado a cambiar de vida y comenzó a asistir a una iglesia bautista, pero “el brillo en mi corazón pronto se desvaneció y regresé a una existencia superficial centrada en mí mismo”.
Así comenzó un viaje de tres años en el que Bob atravesó “el momento más oscuro” de su vida. “Le fue infiel, no honraba a mis padres, lujuria… la lista continuaba, pero pronto aprendí que Dios no se rendía conmigo, y comenzó a erosionar lentamente mis creencias y todo lo que hasta ahora consideraba `sagrado´”.
Fascinado por la misa
Un nuevo cambio no tardó en producirse, y comenzó a asistir esporádicamente a misa. “Nunca había estado, en un principio me pareció fascinante, admiraba las muestras de respeto, me inclinaba ante la cruz y me arrodillaba rezando”.
Un día vio a un antiguo conocido acercándose a comulgar. “Sus manos estaban fuertemente unidas, y tenía una profunda mirada cargada de serenidad en sus ojos. Me di cuenta de que debía comprender cuál era el fundamento de aquella paz”.
Poco después, Bob decidió comenzar los cursos de iniciación cristiana para adultos, con una mezcla de curiosidad y rechazo. “Entré a la sesión con un fuerte planteamiento protestante a mis espaldas, buscando información para concluir que la fe católica no era para mí”.
Con el tiempo, descubrió que la historia de la Iglesia le fascinaba, y buscaba entender por qué los católicos creían lo que creían. “Pero pasados los meses, todavía no había abrazado todos los principios básicos de la fe”.
Scott Hahn, un converso al rescate
Indeciso, se entrevistó con el director de los cursos y le contó sus preocupaciones.
“A menos que realmente creas, no estás listo para convertirte”, le dijo. “Puede que esto te interese”, le dijo tras darle Roma, dulce hogar, del protestante converso al catolicismo Scott Hahn. “El autor luchó contra algunas dificultades con los que usted está lidiando”, le comentó.
Bob quedó sorprendido ante el viaje de Hahn, “un fiel anticatólico que, como yo, había descartado la mayoría de los principios básicos de la fe como mitos y mentiras. Había experimentado las mismas objeciones con las que yo estuve luchando”.
El libro en el que el reconocido teólogo católico Scott Hahn relata su conversión, "Roma, dulce hogar", fue crítico en al conversión de Bob, y de cientos de personas.
Cada descubrimiento ablandaba la mente y el alma de Bob, pero uno fue especialmente determinante.
“Su análisis de la historia de la Eucaristía en el capítulo seis del evangelio de san Juan, fue como una presa estallando dentro de mí, permitiendo que mi mente se abriera. De repente comprendí lo que se me había escapado durante tanto tiempo”.
El mejor momento de su vida
Volvió a reunirse con la directora de los cursos, buscando emocionado las palabras para describir lo que había aprendido. “Ella sonrió y pronunció las palabras que hicieron que mi corazón saltara de alegría: 'Estás listo'”.
Tan solo unas semanas más tarde, Bob fue bautizado y confirmado como católico.
“Fue el mejor momento de mi vida”, recuerda.
Tras décadas huyendo de la fe, Bob recuerda su conversión como el mejor momento de su vida.
Desde entonces, admite que intenta aprender cada día más sobre la fe y, pese a que han pasado cinco años desde que comulgó por primera vez, aún siente “una ola de emoción, agradecimiento y humildad" cuando recibe la comunión.
Pensando en los años que duró su proceso, admite que no fue solo el libro de Hahn lo que le abrió los ojos. “Fue solo la gota que colmó el vaso. Fue el sutil flujo del poder de Dios lo que hizo que mis muros se derrumbaran”, relata.
“Miro hacia atrás en mi vida y me maravillo de la profundidad y amplitud de mi travesía, perdido durante tanto tiempo antes de encontrar el camino que estaba destinado a realizar”, concluye. “Sé que todos los pasos fueron necesarios para convertirme en quien Él quería que fuera”.