No sucede todos los días que una Catedral se llene con cientos de sacerdotes y miles de personas en torno al féretro de un sacerdote recién fallecido para darle el último adiós en la Misa exequial. Sí sucedió ayer sábado 1 de junio en la Mezquita-Catedral de Córdoba. El sacerdote: D. Gaspar Bustos Álvarez, santo varón que ha fallecido a sus 94 años con fama de santidad tras larga enfermedad.

Formador de sacerdotes, maestro de espíritus, apóstol del Corazón de Jesús, sacerdote santo y gran enamorado de Jesucristo son algunas de las cualidades que el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ha destacado en la misa exequial de don Gaspar Bustos, celebrada en la Santa Iglesia Catedral.

Gaspar ha sido durante más de 40 años director espiritual del Seminario de San Pelagio (Córdoba). Ha iluminado con su ciencia y santidad los caminos sacerdotales de cientos de seminaristas. Gran conocedor de san Juan de Ávila, con su magisterio ha introducido a muchos en la recia espiritualidad del santo patrono de los sacerdotes españoles, y proclamado Doctor de la Iglesia por Benedicto XVI.

No le conocí personalmente, pero sí por sus frutos. Tengo a bien haber recibido el mes de marzo pasado, y lo considero como una reliquia y un testamento, su último escrito. Se trata del prólogo a una obra que preparé y acaba de ver la luz: San Juan de Ávila leído hoy, vol. 3: Escritos sacerdotales. Sus líneas resumen lo que fue su vida y amor por el sacerdocioEl escrito me lo hizo llegar mi buen amigo Carlos Gallardo Panadero, actual rector del Seminario de Córdoba y discípulo, o mejor, hijo espiritual suyo. Con él hemos entablado una breve conversación que nos acerque a su figura.

Numerosos sacerdotes de Córdoba participaron en el funeral por el padre Gaspar Bustos / Foto: Diócesis de Córdoba.

Don Gaspar acaba de fallecer, ¿qué supone su pérdida para alguien que se considera hijo suyo?

Pues evidentemente la sensación primera es de orfandad. D. Gaspar ha sido para todos nosotros un padre, un hermano, un amigo… Padre de todos y así lo experimentamos todos los sacerdotes que hemos convivido con él. Pero al mismo tiempo nos sentimos más acompañados que nunca. Su muerte ha traído, para todos, una paz muy profunda y un deseo de poner en práctica lo que nos enseñó con su vida.

Eres actualmente el rector del seminario de Córdoba. Él ha estado más de 40 años, formando sacerdotes, ¿qué legado nos deja?

Gaspar era un enamorado de Jesucristo y un enamorado del sacerdocio ministerial. Al estilo de san Juan de Ávila nos impulsaba a vivir el sacerdocio con pasión. Fue un maestro espiritual que nos insistía fervientemente en la oración. Nos ha hecho ver a todos que los grandes males de la Iglesia, del mundo, de los sacerdotes vienen por el abandono de la oración. Repetía con mucha gracia, pero al mismo tiempo con seriedad: «Yo quiero que cuando me muera, me recordéis como el cura pesado que hablaba de la oración». Y así está siendo. D. Gaspar nos ha transmitido este amor apasionado a Cristo y al sacerdocio, llevándonos por caminos de oración. Defendía con fuerza la espiritualidad propia del presbítero diocesano y lo ha hecho en momentos a veces difíciles. Ha sido un padre para todos con un gran afecto por cada uno peo sin afectaciones. Prudente, equilibrado, sobrenatural y también muy alegre. Tenía un gran sentido del humor. Desarrolló los dones que el Señor le concedió y vivió en plenitud su vocación sacerdotal.

Nacido en Villanueva de Córdoba el 23 de mayo de 1930 y ordenado sacerdote el 26 de junio de 1955, don Gaspar ha sido un ejemplo de entrega fiel al Señor, al ministerio sacerdotal y a la Iglesia. Ha sido un referente sacerdotal, un maestro, un padre, un amigo del corazón de Cristo y así se lo transmitió a todos y cada uno de los sacerdotes y seminaristas que pasaron por su vida. Don Gaspar, como era conocido popularmente por todos, ha sido un guía, un referente y el director espiritual de los presbíteros de la diócesis de Córdoba durante décadas, ofreciendo su vida entera al servicio de Dios y de su Iglesia durante casi setenta años de ministerio sacerdotal, un ministerio que ha vivido plenamente y que le ha permitido adentrarse en los corazones del clero cordobés dejando una huella indeleble en cada uno de ellos.

Su entierro ha sido como un plebiscito que tienen las personas que han sido tocadas Dios….

He podido vivir con él, no sólo los años de seminarista, sino los diez años que llevo de formador en el Seminario. Además, por gracia de Dios lo he podido acompañar hasta el último aliento. Por eso tengo la convicción profunda de que he vivido con un hombre de Dios, con un santo.

Hoy se habla de muchos escándalos entre el clero. Su muerte no será noticia en telediarios, pero la desaparición de este santo sacerdote habla a todos con gran elocuencia.

Ciertamente es así. Su vida y ahora su muerte no será noticia en telediarios ni periódicos, pero sin embargo ha sido todo un acontecimiento de gracia. Viéndole a él, su vida y obras, nos muestran que es posible ser sacerdote, que es posible vivir con fidelidad en lo grande y lo pequeño. Nos enseña que viviendo enamorados de Cristo podemos ser santos.

¿Cómo se ha vivido en Córdoba en la Mezquita-Catedral, la despedida de este sacerdote?

Desde que dimos noticia de su muerte, se abrió la capilla ardiente en el Seminario hasta el día de la misa de exequias. Han pasado por el Seminario muchísimos sacerdotes, se han celebrado más de 30 eucaristías. Luego la misa exequial en la Santa Iglesia Catedral ha sido muy emotiva. Especialmente cuando el obispo en su homilía ha destacado las virtudes más destacadas de este sacerdote. Se respiraba el cariño por parte de todos los presentes.