En Tenosique, Tabasco, en la frontera de México con Guatemala, se alza un refugio para inmigrantes centroamericanos, venezolanos y brasileños que intentan viajar a Estados Unidos: se llama La 72 (la72.org). Aquí es donde el franciscano Fray Tomás González Castillo realiza una labor desde 2011 por la que ha sido finalista en 2018 el prestigioso premio Aurora de derechos humanos.
Tomás ofrece a los inmigrantes centroamericanos un lugar seguro, comida, asistencia médica y espiritual y, según cuenta la propia página del premio Aurora, reciben asesoramiento legal y representación en caso de que lo requieran.
Asesinados por las mafias
Tomás llegó al sureste de México en 1995, para proveer de todos los servicios necesarios a los inmigrantes. Pero no fue hasta 2010 que tomó medidas a largo plazo, y así llegó La 72. En agosto de ese año, 72 inmigrantes fueron secuestrados y asesinados por las mafias cuando viajaban por México. En honor a ellos, Tomás bautizó así al centro.
Los inmigrantes llegan agotados, traumatizados, con los pies destrozados por el largo camino y sin dinero. “Llegan luego de días sin comer, con los pies deshechos y la cabeza doliendo de caminar bajo un sol de 40 grados”, explica Tomás. “Hemos visto casos de mutilaciones, secuestros, extorsiones, todo tipo de humillación”.
“La situación estaba muy complicada”, cuenta el fraile a 24 Horas. “Teníamos que hacer algo. Uno no puede ver una persona sangrando en los pies, perseguida por los agentes de migración en México, mujeres con hijas violadas delante de sus parejas, mujeres transexuales que lo único que buscan es una vida digna”.
Precios duplicados, y si no pueden pagar, llevar droga
Cabe destacar que, según el mismo 24 Horas, la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos ha duplicado los precios cobrados por los traficantes de inmigrantes. Antes cruzar México de sur a norte podía costar de 5.000 a 6.000 dólares. Ahora, el precio puede ascender a 12.000 dólares.
Con esos precios, el tráfico de personas se ha convertido en una actividad más lucrativa que el tráfico de drogas para el crimen organizado mexicano. “Quienes no tienen dinero, les cargan con drogas para que hagan de mula hasta el otro lado de la frontera. También secuestran y piden rescate a las familias. Si no pueden pagar, los matan, así sin más”, alertó el franciscano.
“Hay cerca de 11 puestos de control de un lado al otro. El dinero se va en los retenes migratorios a lo largo de México, a los traficantes (de personas) y, la mayor parte, a quienes controlan la frontera norte, con Estados Unidos”, agregó. Esta situación muestra que “las autoridades de control de fronteras estadounidenses también son muy corruptas”, denunció el religioso.
Atrapados entre "la bestia", las mafias y la policía migratoria
“La gente está atrapada”, asegura Tomás. “Si salen a las carreteras se encuentran una policía fuertemente armada, esperándolos. Y si se van en el tren (“la bestia”) se van a enfrentar al crimen organizado”.
El refugio se ubica en una ruta de paso clave para los inmigrantes que viajan al norte. Por ese mismo lugar, pasa el famoso tren de mercancías conocido como “la bestia”, que se ha cobrado cientos de víctimas que trataban de cruzar el país hacia Estados Unidos, ya sea por mutilaciones o por los secuestros de las mafias.
Tomás es consciente de que, con la ayuda que proporciona, quita ganancias a los traficantes, quienes se lo hacen saber con insistentes amenazas que le hacen llegar por correo electrónico, por el móvil o incluso directamente. “Tengo miedo por mi familia, mis padres y mis cinco hermanos. Pero uno piensa: a mí me amenazan, pero afuera están matando a los inmigrantes”, explica.
En el vídeo de Aurora Prize, Tomás compara el camino de los migrantes al Vía Crucis de Jesús. “Y sin exagerar, yo creo que esta gente sufre el Vía Crucis como lo sufrió Jesús”, explica. “Cada golpe que les da migración, cada humillación que sufren de la sociedad mexicana xenófoba, cada extorsión que sufren de las autoridades es un clavo”.
Finalista del premio Aurora
La iniciativa humanitaria Aurora fue establecida en representación de los supervivientes del Genocidio Armenio. Hoy, con el premio Aurora, se pretende dar visibilidad a aquellas personas u organizaciones que prestan ayuda humanitaria a pobres, refugiados o perseguidos.
Aunque Tomás fue finalista, la dotación de un millón de dólares del premio fue a parar a Kyaw Hla Aung, abogado y activista, que lucha en Myanmar por los derechos humanos del pueblo rohinyá, que está sufriendo un genocidio continuado.
“Estoy más que satisfecho por los resultados”, ha contado Tomás a Paz y Bien. “Realmente la situación en Myanmar es sumamente complicada y el trabajo de Kyaw Hla Aung requiere de toda nuestra solidaridad y de todo lo que puede generar el premio Aurora. Me regreso a México muy enriquecido por la experiencia de los otros finalistas y con un gran deseo de seguir trabajando en la defensa de la vida y los derechos humanos de las personas que ahora me toca acompañar. Voy con nuevos bríos”.